CUANDO EL TREN DEJA DE PASAR

VisiónPaís/ octubre 26, 2025/ Sin categoría

Por Sofía Perrone

Octubre 26, 2025

Hay silencios que duelen más que las palabras.
Uno de ellos es el de una estación vacía. El eco de un andén sin pasajeros, el banco de madera gastado, los rieles quietos. Es una imagen que hoy vuelve a repetirse en distintos rincones del país, donde el tren ya no pasa. No son todos los trenes, claro. Pero los que se fueron, duelen.
En pocos meses, doce servicios ferroviarios dejaron de funcionar por decisión directa del gobierno de Javier Milei y de su ministro de Economía, Luis Caputo, junto al secretario de Transporte, Luis Pierrini, responsables de aplicar una política de “ajuste” que no mide consecuencias humanas.
Bajo la excusa de la “falta de rentabilidad”, se suspendieron servicios que conectaban Buenos Aires con Bahía Blanca, Córdoba, Tucumán, Rosario, Pehuajó, Mendoza, Pinamar, Mercedes–Tomás Jofré, La Banda–Fernández, entre otros.
Rutas que eran el único lazo entre pueblos chicos y ciudades grandes, y que hoy quedaron en silencio.

Pero el tren no es solo un medio de transporte.

Desde 1857, cuando “La Porteña” hizo su primer viaje, los rieles fueron el hilo que cosió a la Argentina.
Los trenes llevaron trabajo, educación, salud, cartas, alimentos, libros y esperanzas.
Cada estación fue una semilla de progreso. Donde pasaba un tren, nacía una vida.
Por eso, cuando se apaga un ramal, no desaparece solo un servicio: se apaga un pedacito del país.

 

Escucho decir que “no son rentables”.

Y pienso: ¿qué país están viendo? ¿Qué corazón puede creer que una madre que ya no puede llegar al hospital, o un estudiante que no puede ir a la universidad, son parte de un “gasto”?
El tren no es una empresa, es un derecho. Es igualdad, es soberanía, es historia viva.
Y cuando el Estado se retira en nombre del “mercado”, lo que deja atrás es desarraigo y olvido.
El presidente Juan D. Perón presentó la compra de los ferrocarriles como un logro más en el camino a la soberania económica, que declaró en Tucumán en 1947.
El Gobierno lo anunció con un acto especial. Fue el lunes 1 de marzo de 1948, seis días antes de las elecciones de medio término, las primeras desde la asunción de Juan Domingo Perón. En el evento en la estación de Retiro se proclamó que, por fin, los ferrocarriles eran argentinos, porque se entendió que la Patria no se construye con planillas de papel, sino con caminos que nos unan a todos.

  

Hoy, en cambio, Javier Milei y su equipo deciden lo contrario: cortar, achicar, aislar.
Y mientras ellos hablan de “eficiencia”, en el interior profundo hay pueblos que vuelven a quedarse solos.
Sin tren, sin oportunidades, sin futuro.

Yo no escribo esto desde la nostalgia, sino desde la memoria.
Porque sé lo que significa ver pasar el tren, y sé lo que duele no escucharlo más.
Porque detrás de cada estación cerrada hay historias suspendidas, sueños que no llegan, trabajos que se pierden.

Un país que deja morir sus trenes es un país que renuncia a su propia identidad.
Los rieles fueron nuestras venas de acero, las que hicieron latir la Argentina.
Y hoy, en nombre de una ideología que desprecia al Estado y a los trabajadores, las están cortando una a una.

Pero todavía estamos a tiempo…

El tren puede volver a ser lo que fue: el corazón que une, que late, que lleva futuro. Solo hace falta un gobierno que mire al pueblo, no al mercado.
Porque cuando el tren deja de pasar, no solo se detiene un viaje: se detiene un país.

Compartir esta entrada