“El violín de Sara”
Hace pocos años, en El Dorado, el amplio salón donde los marinos de la ESMA decidían quién seguiría viviendo y quiénes tendrían destino de mar, el contraste con el afuera, donde llovía con furia, era estremecedor. Adentro del salón, ese sábado, éramos más de doscientas personas escuchando a Sara Rus, en otra “Visita de las Cinco”.
Por Héctor Rodríguez
Enero 24, 2024
Sara, una polaca judía nacionalizada argentina. Madre de la Plaza Línea Fundadora y además sobreviviente del Holocausto. Es la mamá de Daniel Rus, un destacado científico nuclear, detenido y desaparecido en 1977 a sus 26 años.
“Daniel era un físico nuclear. Toda su vida soñó con ser un físico. Tenía 12 años y hacía dibujos de átomos. Nosotros no entendíamos nada de eso. Cuando entró a la Comisión de Energía Atómica sintió una felicidad enorme. Nos decía: ‘cuando mi país me necesite, yo siempre voy a estar presente’”.
Se lo llevaron a la salida de su trabajo en la CNEA, la central nuclear más prestigiosa de América Latina. La misma que funciona frente al edificio de lo que fue la tenebrosa Escuela de Mecánica de la Armada.
Nunca más se supo de él.
En un momento de su charla, expresó: “Yo quisiera recuperar aunque sea un hueso de mi hijo, aunque sea uno”, dijo, mientras en la sala en penumbra, con luces tenues iluminándola a ella, podía escucharse la respiración de cada uno de los que allí estábamos.
Luego de sobrevivir a los campos de concentración en Mauthausen y Auschwitz-Birkenau, donde hizo trabajos forzosos, Sara fue liberada junto a otros prisioneros en 1945. “Pasamos momentos muy duros; apenas llegamos a una plaza, a los hombres los separaron. Nunca más vi a mi padre”.
Se radicó en nuestro país en 1948 buscando un futuro sin persecuciones. Había conocido a su marido Bernardo en el gheto de Lodz. Tiempo después se reencontró con él, se casaron y llegaron a Argentina, donde tuvieron dos hijos.
Alguna vez narró en una entrevista: “Cuando tenía 12 años los alemanes entraron a Lodz, sin luchar ni nada. No rompieron ningún edificio, solo destruyeron el templo judío. Yo de chiquita quería tocar el violín porque un amigo de papá que era violinista dijo que tenía muy buen oído. ‘Yo te enseño a tocarlo pero te tienen que comprar uno’, me dijo. Mis padres entonces me compraron el violín. Lo empecé a tocar de oído. Ni sabía las notas. Esto fue antes de que estallara la guerra. Cuando eso ocurrió, mi madre dijo si ganan los alemanes vendemos todo y nos vamos de Polonia.”
“Cuando los alemanes entraron a mi casa, vieron el violín sobre la mesa de trabajo de mi papá, que era sastre. Preguntaron ‘¿de quién es este violín’. Mi madre les contestó en alemán. ‘A mi nena le gusta tocar el violín, está aprendiendo’. ¿Te gusta tocar el violín?’, dijo el oficial y lo rompió en mil pedazos sobre la mesa.»
Sara María Laskier de Rus partió hoy. Mañana hubiera cumplido 97 años. Su historia es un paradigma de dignidad, lucha y esperanza que deja atrás a la violencia, los odios raciales y la intolerancia política.
PD: Dentro de tres días se conmemora el “Día Internacional en Memoria de las Víctimas del Holocausto”. Recuerda la fecha de 1945 en que las tropas soviéticas liberaron a los detenidos en el campo de concentración y exterminio nazi de Auschwitz, en Polonia. Sara supo contarnos con una ética intachable todo ese horror. Lo hizo para no olvidar. Para que no olvidemos.
Nunca Mas