Un gobierno de Conducción
«La política no debe ser únicamente una lucha por el poder. Debe ser un proceso de construcción de un futuro mejor para todos».
Por Daniel Di Giacinti
Las formas institucionales de la democracia liberal son utilizadas en la actualidad como una herramienta de dominación cultural. Tienden a impedir la maduración política de los pueblos impidiendo la elevación de su cultura social. Para ello promueven una ciudadanía ordenada detrás de una participación política que deja la creatividad y la responsabilidad de las transformaciones fundamentales de la Nación en manos de una clase política “profesional”. “La política se realiza exclusivamente a través de sus representantes” reza el slogan demoliberal.
El rol asignado al ciudadano es de elector distante, con una perspectiva descomprometida que alienta la indiferencia y la atonía social. La democracia colonial predica la competencia y el individualismo, dejando las puertas abiertas al egoísmo y el materialismo hedonista. Dentro de estas formas de participación ciudadana difícilmente una sociedad logre desarrollar una conciencia solidaria capaz de poner en marcha un proceso de desarrollo que genere las riquezas necesarias y una justa redistribución de las mismas, para revertir la enorme injusticia social que provoca un capitalismo financiero salvaje y descontrolado.
El peronismo pretende impugnar este tipo de participación construyendo una democracia nueva, congruente con la envergadura y potencial cultural que hoy las comunidades tienen, brindándole la posibilidad de crear su propio destino definiendo en forma masiva las características de la patria que anhela.
La enorme revolución tecnológica en que estamos inmersos construye día a día un nuevo hombre con capacidades culturales nunca antes imaginadas y que por cierto presiona sobre las construcciones ideológicas fosilizadas presentadas como revelación de un grupo de iluminados. Se abre de esta manera quizás por primera vez en la evolución de las ideas políticas la esperanza de alcanzar la real autodeterminación de los pueblos. De eso se trata Conducción Política. De cómo organizar la creatividad comunitaria en busca de una nueva forma de democracia. Una democracia sostenida sobre un nuevo derecho para todos los hombres: el de hacerse dueño de su destino, el de poder crear un futuro para su patria que tenga en cuenta sus aspiraciones y sueños como individuo. Una democracia donde los pueblos puedan compartir el privilegio de crear junto con sus gobiernos y Estados el destino de la comunidad.
Un nueva democracia donde los procesos eleccionarios no elijan a un grupo de privilegiados como responsables únicos de la transformación de la Nación, sino a los dirigentes que conduzcan junto con toda la comunidad la creación de los planes que puedan sacar a la patria de su situación colonial.
Ya en su temprano discurso del año 1944 al inaugurar la Cátedra de Defensa Nacional en la ciudad de La Plata, el Coronel Perón explicaba que los enfrentamientos geopolíticos incluían hoy a las comunidades como partícipes necesarios y que sería necesario el concurso consciente y comprometido de los pueblos para llegar a ser independientes ante la creciente agresión imperial.
Las luchas anticolonialistas no serían problemas exclusivos de estados aislados sino de comunidades. Las nuevas agresiones colonialistas basarían su dominio impidiendo la maduración cultural de los países en vías de desarrollo.
Para ello armonizarían sus intereses políticos-económicos con los intereses de las oligarquías locales acordando distintas herramientas de dominación: desde el fraude electoral, y democracias proscriptivas, hasta dictaduras de todo tipo, para llegar hoy a las democracias coloniales manteniendo instituciones que desde una formalidad legal, una democracia fosilizada, ocultan su verdadero objetivo de impedir el crecimiento de una solidaridad social. Para ello muestran como ideales a formas institucionales de hace dos siglos, que fueron respuesta de otras comunidades en
otros momentos históricos, a injusticias y formas de dominio hoy inexistentes.
Trasladadas a nuestro tiempo esas instituciones vacías de representatividad y sin arraigo con la realidad provocan pueblos desunidos, con una enorme falta de confianza hacia sus capas dirigentes, gobiernos y Estados, abriendo desde esa debilidad las puertas a la disociación social.
Debemos buscar nuevas formas de representación que puedan recuperar la fe ciudadana y reconstruyan la confianza entre la Comunidad y su capa dirigente.
La política no debe ser únicamente una lucha por el poder. Debe ser un proceso de construcción de un futuro mejor para todos. Ese sendero a construir día a día es el ordenamiento de un esfuerzo común, cimentado por la voluntad solidaria de construir una patria sin injusticia social, libre e independiente y soberana en sus decisiones.
Este “proceso ideológico” como lo denominaba Juan Perón en el Modelo Argentino, genera incertidumbre. Quizás confunda la falta de una etiqueta o la ausencia de un objetivo claramente definido desde lo ideológico a la vieja usanza del racionalismo burgués. Estamos acostumbrados a los caminos preelaborados, nos gusta ser algo ya pensado: o socialistas o liberales o lo que sea. Para el peronismo la autodeterminación anula las etiquetas y los objetivos preconcebidos. “Cuidado con las ideologías que matan la creatividad de los pueblos!” advirtió el Papa Francisco en un reciente viaje por Latinoamérica.
La política es la política nacional de construir entre todos un país mejor. Este camino no tiene una identidad cerrada, terminada. Nadie puede ocluir el sendero de la creatividad de los pueblos que siempre es un camino en construcción, que no termina, que siempre continúa. Esa es la acción política que quiere organizar el peronismo. Una organización que no está en función de un camino electoral sino en la necesidad de armonizar la potencialidad de una comunidad, con una enorme diversidad y atravesando escenarios socio-económicos cada vez más complejos y contradictorios.
El voto ciudadano sigue siendo la base fundamental de la democracia. Pero a diferencia del liberalismo no elegimos a otros para que decidan por nosotros anulando nuestro compromiso y potencialidades ciudadanas para forjar un destino mejor. Elegimos a quienes son capaces de incluirnos en esa transformación que la Nación necesita. La política real, la que es responsable de ordenar las transformaciones que puedan sacar a la patria de su situación colonial es responsabilidad de toda la comunidad en su conjunto. La organización propuesta por el peronismo es la de ordenar la capacidad creativa de las distintas organizaciones sociales, políticas y económicas en una acción dinámica que debe ser materializada en una creciente solidaridad: social, nacional y continental.
Un gobierno de conducción
El libro Conducción Política profundiza el desarrollo de técnicas de aplicación a esta nueva forma de construcción identitaria que denomina filosofía de la conducción política. Este tema permanece hoy en debate permanente especialmente luego de la implosión de la Unión Soviética.
Muchos teóricos del marxismo están hoy en la búsqueda de ajustar una forma de organización popular que impida la burocratización. El vanguardismo como fenómeno de cristalización orgánica es una evidencia que todos intentan corregir. Las reacciones provocadas por los últimos intentos progresistas de Latinoamérica demuestran que es una limitación que genera aristas negativas en los procesos de liberación. Como ordenar la creatividad comunitaria dándole una identidad definida y un ordenamiento al desarrollo madurativo de las comunidades es la clave de las modernas democracias.
Las nuevas formas orgánicas que propone el peronismo tienden a dar una respuesta a esta mutación de las ideologías verticalistas a identidades construidas en base a principios comunes. Proceso que Juan Perón denominaría: “la traducción política de las doctrinas”. La filosofía de acción política del peronismo tiende a ordenar estas nuevas potencialidades culturales de los pueblos en una nueva organización social que respeta la creatividad permanente pero no descuida por ello la autoridad y una fuerte identidad cultural.
¿Cuál será la ideología de una revolución si no puede preelaborarse ya que debe ser creada en forma permanente? ¿Cómo debe desenvolverse una autoridad política en este proceso donde teóricamente todos tienen el derecho de crear su propio destino? ¿Cómo organizar un proceso autodeterminante sin reglas y esquemas rígidos y permanentes?
La extraordinaria dinámica que propone una democracia autodeterminante no puede verse desde los verticalismos habituales de las instituciones políticas del liberalismo o el marxismo dogmático. Conducción política es la herramienta para poder articular esta nueva forma de construcción institucional. Nos enseña a predicar una necesaria organización social sin transformarnos en una vanguardia esclarecida. Nos induce a conformar un nuevo concepto de autoridad donde el que conduce está determinado también por el conducido y donde ambos son integrantes necesarios
e inseparables de un proceso de creación común. Conducción política ordena la teorización necesaria para ejecutar y construir en forma concreta los anhelos del pueblo, sin transformar esas teorías en asfixiantes procesos de intelectualización que proyectados hacia el futuro puedan ahogar la creatividad comunitaria. Da herramientas para acompañar el proceso de la organización social que no puede ordenarse ni esquematizarse previamente y depende fundamentalmente de la propia decisión y creatividad popular siendo su construcción una acción absolutamente propia e independiente. Enseña a organizar la conciencia y el espíritu creativo del pueblo a través de principios doctrinarios que garantizarán una acción política colectiva, diversificada, inédita y continua, con una direccionalidad clara y una identidad cultural en progresión madurativa. Recompone un nuevo concepto de autoridad política que permite respetar la creatividad común sin descuidar la fortaleza necesaria de una nueva dirigencia capaz de recuperar las instituciones políticas.
Reconstrucción y liberación
El libro Conducción Política acompañó el primer intento de motorizar una autodeterminación comunitaria que se había dado en 1952 con el lanzamiento del Segundo Plan Quinquenal, donde el Gral. Perón convocó a la organización popular promoviendo y alentando las Organizaciones Libres del Pueblo. Intentaba de esta forma que estas organizaciones pudieran continuar con la dinámica solidaria institucional necesaria para romper la filosofía de defensa de intereses sectoriales típica del liberalismo.
“Nosotros pensamos que si el Primer Plan Quinquenal fue -diremos así- el de la organización de esa conciencia social, el Segundo Plan Quinquenal ha de ser el de la consolidación de esa conciencia social en los hechos de la organización misma, alcanzando un alto grado o un grado mayor de eso, que es la solidaridad social. La solidaridad social es el sentimiento de aglutinación orgánica que necesitan todos los que forman la organización popular. El sentido de la solidaridad social, que lleva a la solidaridad nacional, que es otro grado mayor, es lo que nosotros debemos desarrollar en este Segundo Plan Quinquenal, en lo que se refiere a la conquista de la organización popular.” Juan Domingo Perón
Sin embargo el tiempo histórico haría incomprensible su propuesta. Sus enemigos distorsionarían su acción política presentándola como un nuevo “intento fascistoide” según su visión retrógrada y colonial. Sus propias dirigencias se burocratizarían al no comprender la nueva filosofía de acción política y la organización del Movimiento Nacional que no podría romper la funcionalidad institucional del liberalismo. La nueva democracia popular anhelada por Juan Perón fracasaría en su primer intento de institucionalización.


