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VisiónPaís/ noviembre 25, 2018/ Sin categoría

Por Alejandro Ippolito

Comienzo dejando en claro que no pretendo hacerme el intelectual superado con la afirmación de que pocas cosas me importan menos que el omnipresente partido entre River y Boca.

No pierdo el tiempo detallando posturas contrarias al entretenimiento más popular de todos, el deporte que marca el pulso de las pasiones de multitudes en todo el mundo. El fútbol me gusta, lo he jugado durante años hasta que los deterioros físicos me alejaron prudentemente de las canchas y los patios. Pero estoy convencido que estos pasatiempos pueden contar con nuestra atención cuando tenemos resueltos los temas importantes, nadie se compra un piano cuando no tiene para comer, por decirlo de manera un tanto grotesca.

A mediados de año la mirada del mundo fue girada hacia los acontecimientos futbolísticos que ocurrían en Rusia, anfitriona del Mundial 2018, la publicidad de DirecTv no disimulaba ni un poco al decir que no se trataba de fútbol solamente sino que era un espectáculo hipnótico, magia en todos los sentidos. Se mostraba en un spot a grupos de personas con los ojos muy abiertos, en actitud casi robótica, mirando las diferentes pantallas que les absorvía la totalidad de la atención disponible, no existía nada más.

Mientras se sucedían los partidos, en México el proceso eleccionario se llevaba centenares de vidas, en Brasil, Lula era encerrado para no poner en riesgo los planes de la derecha para la región y en Argentina se amontonaban los desbarajustes económicos con un dólar trepador, devaluaciones y despidos con salida de ministros que pasaron caso desapercibidas. A los familiares del ARA San Juan nadie les prestaba demasiada atención porque el único héroe era Marcos Rojo con el gol agónico que le otorgaba a la selección nacional una vida más.

El fútbol siempre ha servido para tapar desastres, para distraer disgustos y refrescar imágnes políticas con referencias livianas sobre un pronóstico ocasional, para hablar de cualquier cosa menos de lo importante.

No hace falta referir las dimensiones descomunales de los negocios que tienen al fútbol como centro, miles de personas ofician de satélites de esta fuente de ingresos inagotable con las “barras bravas” como empresas de servicios y toda una red de ventas de todo tipo de productos que se desprenden de este deporte y sus protagonistas en todo el mundo.

Creo que la imagen más lastimosa, la que me terminó de mostrar qué mecanismos mueven a ciertos sectores de nuestra sociedad, fue el ingreso de los “simpatizantes” de Boca al entrenamiento de epuertas abiertas. Fue como ver una estampida, el ingreso del ganado a las mangas, ovejas arriadas dentro de un corral inmenso. Sin otro interés, sin que hubiera ninguna otra cosa en la que disponer la energía más que el desesperado intento de lograr un buen lugar para ver a los jugadores entrenando. En otro momento, en otro contexto, me
hubiera resultado un espectáculo pintorezco, inofensivo. Pero esta vez me acercó enormemente a la tristeza. Tiene que ver, sin dudas, con el momento histórico, las circunstancias particulares y los pesares colectivos que hacen que hasta lo más mínimo alcance dimensiones superlativas.

A centímetros de lo anecdótico sucede también lo trascendental, el encuentro del pensamiento crítico organizado por CLACSO y que tuvo a Cristina como una de las oradoras fundamentales de esa reunión de intelectuales, políticos y personalidades del mundo que frente a la embestida liberal proponen alternativas de unidad y organización, ideas en confrontación con la avanzada de los mercados.

Hay un Boca – River en cada esquina, a cada paso, un triste “clásico” nacional que algunos descubrieron hace poco y lo bautizaron “la grieta” y que no es otra cosa que la línea que divide los dos modelos de país que se disputan cada segundo de la historia.

Un modelo de todo para pocos y un modelo de todo para todos, un modelo de exclusión, de hambre y de miseria en favor de la oligarquía y en contra de los trabajadores y un modelo de soberanía, trabajo, consumo interno y apuesta fuerte a la ciencia y la educación pública.

También hay partidos en esta confrontación, partidos que han borroneado sus identidades, que mantienen los nombres pero no los ideales, jugadores que se cambian la camiseta a mitad del cotejo y terminan pateando en contra, jueces comprados que te dejan siempre en off side y goles con la mano que no se protestan. Ya que vamos a sufrir las consecuencias, por lo menos debemos decidirnos a meternos en la cancha y dejar de ser espectadores
siempre al borde del infarto, es la única manera de saber quienes somos los que estamos pateando para el mismo lado y asumir la victoria como propia en lugar de celebrar los logros prestados y sufrir las derrotas sin haber hecho nada para evitarlas.

 

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