Soberanía y Música

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Monumento que recuerda la batalla inaugurado en el marco del Bicentenario, el 20 de
noviembre de 2010.

La columna de Cultura de María Macaya

Noviembre 22, 2020

El 20 de noviembre se conmemoró el «Día de la Soberanía Nacional» y hoy el «Día de la Música», por lo que comparto con Uds. un texto de Hernán Brienza publicado por la revista Caras y
Caretas, «Rosas y la defensa de la soberanía» y cierro con Alfredo Zitarroza interpretando “La Vuelta de Obligado”.

Ser soberanos quiere decir no depender de otros y defender la
posibilidad de desarrollarnos nosotros mismos como sociedad.
“Peleamos por la soberanía cultural, tecnológica, científica y alimenticia
del país” dijo Alberto Fernández presidente de la Nación en su discurso en
San Pedro sumando un recuerdo a 10 años de la inauguración del
monumento por los 165 años de la Batalla de Vuelta de Obligado, durante
el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, “quien puso a este día en el
lugar de relevancia que objetivamente tiene”, dijo Fernández.

Rosas y la defensa de la soberanía

Por Hernán Brienza

Hace 175 años, en el combate de la Vuelta de Obligado, las tropas argentinas lograron evitar el
avance de las flotas anglofrancesas que venían por el dominio de nuestros ríos con la idea de
hacerse de la hegemonía de la región.
Juan Manuel de Rosas, el gobernador de la provincia de Buenos Aires y titular de la
Confederación Argentina, tenía una característica muy particular que lo diferenciaba de otros
gobernantes de estas regiones: un excesivo celo personal por el respeto de la dignidad de la
Confederación que, a veces, era hasta poco práctico. Pero muy valeroso desde el punto de
vista de la soberanía nacional. Terco y orgulloso, no cedía un centímetro cuando se trataba de
negociaciones en las que intervenían agentes extranjeros. Solía tener relaciones amigables con
los emisarios de las grandes potencias, no parecía tener grandes despliegues de xenofobia
explícita, pero sí disputaba cerradamente a favor de los intereses nacionales. Durante los
primeros años de gestión, por ejemplo, Rosas no pagó prácticamente ninguna cuota del
Empréstito Baring Brothers, contratado en la década de 1820 por Bernardino Rivadavia, y
transformó, vale repetir una vez más, el famoso banco nacional con capitales ingleses en el
Banco de la Provincia financiado por estancieros. E impuso con la Ley de Aduanas una política
económica de proteccionismo inédita. Pero si por algo será recordado y admirado siempre
Rosas es por la defensa del Principio Americano de no permitir que las potencias extranjeras
intervinieran en los asuntos internos de los países del sur. Y una de las páginas más honrosas
fue la insistencia de Rosas en el cerrojo de los ríos interiores que llevó al paroxismo de la épica
el 20 de noviembre de 1845 en la Vuelta de Obligado.

Obelisco de piedra en homenaje a los caídos emplazado en el el lugar dónde estaba ubicada la
batería “Manuelita”(izq.) Islote o torreón donde fueron amarradas las cadenas. Publicado en
Caras y Caretas el 25 de mayo de 1935.
A principios de ese año, se produjo una escalada en el conflicto político entre la Confederación
Argentina, Uruguay, Brasil y las potencias europeas en función del golpe de Estado que el
Partido Colorado, liderado por Fructuoso Rivera, había perpetrado contra los Blancos,
liderados por el artiguista Manuel Oribe. Esa fue la excusa de la intervención de Francia y Gran
Bretaña, pero sus objetivos eran claros: mantener en Uruguay y Argentina gobiernos débiles y
títeres de sus intereses geopolíticos y comerciales, no permitir el acercamiento de Brasil al
Plata para no romper el equilibrio de fuerzas frágiles en el estuario. La estrategia de Pedro II,
rey de Brasil, consistía, en cambio, en que las potencias abrieran el camino del Paraná y el
Uruguay para que su flota pudiera remontar esos ríos y convertirse con el paso de los años en
la potencia hegemónica en la región y, en última instancia, ser el socio menor de las potencias
en Sudamérica. Rosas quería que la Confederación fuera hegemónica sobre los países del ex
Virreinato del Río de la Plata. ¿Quería la reconstrucción, como temían los brasileños? No hay
prueba fehaciente de ello, sí es cierto que el americanismo hispanista y religioso del
Restaurador tendía a generar las condiciones para la construcción de una Gran Federación
Sudamericana, semejante al sueño de los libertadores San Martín y Bolívar y del propio
Manuel Dorrego, su predecesor en la jefatura del Partido Federal.

LA DEFENSA DE LA CONFEDERACIÓN

Las agresiones de las potencias se hicieron efectivas en los últimos días de julio y los primeros
de agosto de 1845, cuando Brown, en Montevideo, intentaba cumplir las órdenes de Rosas de
que regresara a Buenos Aires. El 2 de agosto, sin previo aviso y sin declaración de guerra, los
buques argentinos fueron atacados de forma ladina por la flota inglesa. El 18 de septiembre de
1845, los embajadores británico y francés declararon el bloqueo marítimo y fluvial de toda la
Confederación Argentina, que se extendería a los puertos que ocuparan las fuerzas de Oribe.
Pero quedarían libres los puertos de las provincias aliadas, como Corrientes, gobernada desde
mediados de 1844 por Joaquín Madariaga.

Rosas comprendió que la cuestión era seria. Y organizó la defensa de la Confederación. El
punto elegido fue el recodo del río Paraná conocido como la Vuelta de Obligado. Allí dispuso al
general Mansilla con sus baterías para frenar el avance invasor. Sobre el Paraná, los invasores
intentaron remontar el río con varias naves de guerra y más de noventa buques mercantes. El
mensaje era sencillo: el comercio se abre a cañonazos.

La flota comandada por los almirantes Massieu De Clerval y sir Charles Hotham llegó el 20 de
noviembre al lugar donde Mansilla los esperaba guarnecido. Las fuerzas eran absolutamente
desiguales: 115 cañones invasores contra 35 americanos parapetados sobre varios
promontorios. El combate fue heroico. Luego de horas y horas de bombardeos cruzados,
recién cuando los confederados se quedaron sin municiones, los usurpadores pudieron cortar
las cadenas y continuar su camino. Los artilleros argentinos debían ser reemplazados cada
quince minutos por los daños que provocaba el fuego anglofrancés, y el propio Mansilla
resultó gravemente herido y debió ser reemplazado por Juan Bautista Thorne, quien perdió la
audición por el fragor de la batalla. Hombres y mujeres combatieron a la par y defendieron ese
promontorio.

Quedan en el recuerdo de todos los argentinos el heroísmo de los defensores de Obligado y las
hermosas palabras de la proclama de Mansilla: “¡Milicias del Departamento del Norte!
¡Valientes soldados federales, defensores denodados de la Independencia de la República y de
América! Los insignificantes restos de los salvajes traidores unitarios que han podido salvarse
de la persecución de los victoriosos ejércitos de la Confederación y orientales libres, en las
memorables batallas de Arroyo Grande, India Muerta y otras, que pudieron asilarse de las
murallas de la desgraciada ciudad de Montevideo, vienen hoy sostenidos por los codiciosos
marinos de Francia e Inglaterra, navegando las aguas del gran Paraná, sobre cuyas costas
estamos para privar su navegación bajo otra bandera que no sea la nacional. ¡Vedlos,
camaradas, allí los tenéis! Considerad el tamaño insulto que vienen haciendo a la soberanía de
nuestra Patria, al navegar las aguas de un río que corre por el territorio de nuestra República,
¡sin más título que la fuerza con que se creen poderosos! Pero se engañan esos miserables.
¡Aquí no lo serán! ¿No es verdad, camaradas? ¡Vamos a probarlo! ¡Ya no hay paz! ¡Suena ya el
cañón! ¡Ya no hay paz con la Francia ni con la Inglaterra! ¡Mueran los enemigos! ¡Trémole en el
río Paraná y en sus costas el pabellón azul y blanco y vamos a morir todos antes que verlo
bajar de donde flamea! Ejemplo heroico sea ésta vuestra resolución, a ejemplo del heroico y
gran porteño, nuestro querido brigadier don Juan Manuel de Rosas y para llevarla contad con
ver en donde sea mayor el peligro a vuestro jefe y compatriota el general”.

EL LEGADO DE UNA PATRIA SOBERANA

La Vuelta de Obligado fue una derrota, pero los invasores no pudieron ir mucho más río arriba.
Lograron llegar a Corrientes pero no al Paraguay de Carlos Antonio López, quien pérfidamente
le declaró la guerra a Rosas el 4 de diciembre, sin saber que los enemigos del Restaurador iban
a ser los mismos que apenas veinte años después iban a destrozar a su país y a asesinar con
vileza a su propio hijo, Francisco Solano López.

El 2 de enero de 1846, volvieron a cruzarse ambos ejércitos en un nuevo combate en la Vuelta
de Obligado. Siete días después, en Tonelero, la flota invasora sería duramente averiada y lo
mismo ocurriría a pocos kilómetros, en Acevedo. El 16 se produjo un nuevo cruce en San
Lorenzo y en la Angostura del Quebracho. Pero la suerte de la invasión se jugó en Tonelero, el
10 de febrero, y el 19 de abril en el Quebracho.

Imposibilitadas de quebrar la fortaleza de la Confederación, las potencias europeas se vieron
obligadas a negociar frente a la dignidad del propio Rosas como Jefe de Estado. A mediados del
46, en medio de una pequeña crisis política por la cuestión del Plata, el gobierno británico
ordenó a su escuadra abandonar el Paraná, medida que fue imitada por el gabinete francés, y
envió a Buenos Aires a Thomas Samuel Hood a negociar una paz honrosa.

Juan Manuel de Rosas, el Gran Americano, era saludado por las grandes naciones del
continente como el paladín de la causa de los pueblos del sur en contra de la prepotencia de
las monarquías europeas. Los principales diarios de la región vitoreaban su nombre. Y recibía,
durante el proceso que duró el conflicto, el mejor homenaje del que podía hacerse acreedor:
el reconocimiento del libertador José de San Martín, quien le envió varias cartas elogiosas y le
legó el sable que los acompañó durante el cruce de los Andes.

La Vuelta de Obligado es sólo la página más heroica. La que más carga épica tiene. Pero toda la
concepción de soberanía enarbolada por Rosas ilumina las continuidades de nuestra historia:
la defensa del Paraná, la negociación de la deuda externa, la protección del trabajo argentino.
Recordar a Rosas también es pensar nuestro presente y diagramar nuestro futuro.

 

 

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