SÍLICON MÍLEY
La Argentina como enclave transnacional.
Por Carlos A Villalba *
Junio 11, 2024
Tan precapitalista como verborrágico, el presidente argentino Javier Milei adelantó su
intención de que el país “crezca” en base al petróleo, el gas, la minería y los
terratenientes. El diseño de la llamada “Ley Bases” y el paquete fiscal que impulsa,
buscan el desarme de cualquier tipo de control sobre esas actividades. Tan descarado
como cumplidor, antes, había convocado a que lo voten para poder desarmar el
Estado, el mismo que protegió durante más de un siglo a los sectores más vulnerables,
con sus mejores y sus peores momentos, y que él busca “destruir desde adentro”,
como un “topo” bestial.
Medios que simpatizan con el liberalismo y rechazan el estatismo típico del peronismo,
con crítica ironía presentaron a Milei como “el Presidente con siete viajes y ninguna
ley” (Clarín) y como “el presidente con más viajes al exterior en seis meses de
mandato” (La Nación), señalando que “completará en junio ocho giras, superando a
Cristina y Néstor Kirchner; no visitó a los países de la región y tuvo pocos encuentros
con presidentes, pero sí voló por premios o eventos religiosos”.
Fue entonces que Guillermo Francos decidió estrenar su improvisado puesto de Jefe
de Gabinete alumbrando las razones del fenómeno de las millas aéreas: dijo que al
Presidente «con la política argentina se le hace complicado, no la entiende» y lo eligió a
él, tal vez como traductor, posiblemente como nuevo fusible. Milei estaba en el aire,
en viaje a Estados Unidos, también, en el aire de un país con mil conflictos y sin
funcionarios con capacidad de gestión y huyendo en estampida de espacios clave.
Extraña expresión la de afirmar que el jefe de gobierno de un país no entiende la
política del mismo; entonces, cómo conduce sus destinos…? Aunque no tanto; a Javier
Milei le interesa darle visibilidad a un modelo, más que gestionarlo, propagandizar una
teoría que atrasa un siglo y medio pero que, en el presente, cuenta con
hipertecnología y con el empuje de un supremacismo renacido tras el desplazamiento
del Estado Benefactor y el desembarco de formas tecno liberales de administración, en
el marco de asociaciones entre el desarrollo tecnocientífico de punta y las propias
corporaciones y fondos de inversión que dominan esas herramientas digitales y las
plataformas de consumo, aprovechándose de la fase financierizada del capitalismo
menos productivo y más aventurero y conquistador de la historia.
A volar… y desalambrar
Mientras Francos disolvía en su primer café de gabinete su descalificación de las
cualidades políticas de su superior, Milei volaba hacia San Francisco, donde pasó la
semana en Silicon Valley, visitando, precisamente, a empresarios del sector
tecnológico, la casta de milmillonarios que aceptan tomarse las fotos con las que el
presidente argentino ilustra las horas que pasa manejando sus redes no sociales. En
este caso la agenda incluyó reuniones con Mark Zuckerberg (fundador, dueño y
director ejecutivo de Meta, la empresa dueña de Facebook, Instagram y Whatsapp),
Tim Cook (director ejecutivo de Apple), Sundar Pichai (director ejecutivo de Google),
Sam Altman (fundador y director ejecutivo de OpenAI, creadora de ChatGPT) y, por
tercera vez en pocas semanas, Elon Musk (fundador, dueño y director ejecutivo de
Tesla, X, Starlink y Neuralink).
Cada uno de ellos tiene más poder que los mandatarios de muchos países y sus
corporaciones ya funcionan con una dinámica supranacional que pasa por arriba la
institucionalidad estatal, colisiona con ella o le tuerce voluntades; consideran que
pueden prescindir de las reglas democráticas para alcanzar sus objetivos y multiplicar
sus ganancias. Les resulta más cómodo interactuar de modo directo con el Comando
Sur o la CIA que con el Departamento de Estado.
La fuerte interconexión entre las cúpulas de las corporaciones tecnológicas, los medios
de comunicación, distintos dispositivos estatales y la industria de defensa hizo que el
tradicional e imbatible “complejo militar-industrial” de los Estados Unidos, se
constituya en el nuevo “complejo mediático-tecnológico-militar-industrial”. Y su nuevo
Norte en la búsqueda de más beneficios, prescindiendo de cualquier regla
democrática, es la inteligencia artificial. La regulación estatal de ese desarrollo,
constituye un freno al que intentarán eludir de cualquier manera.
Un país del fin del mundo, ignoto, pero “donde hay grandes extensiones de tierra en
clima frío con acceso a la energía”, empezó a exhibirse con impudicia, como posible
facilitador geográfico de aquel objetivo: la Argentina de Milei.
Un hombre de Federico Sturzenegger y de las financieras globales Goldman Sachs y JP
Morgan, el asesor presidencial Demian Reidel, es quien convenció a su jefe, de intentar
convertir al país en “el cuarto polo de inteligencia artificial en el mundo”. La supuesta
zanahoria destinada a atraer a los gigantes tecnológicos son “las ideas de la libertad,
de baja regulación, de libre empresa” que pregona esa figura que se precia de haber
usado el voto popular para “infiltrarse” en el Estado.
Milei solo logró las fotos que buscaba para publicar en el “X” de Elon Musk, recinto en
el que habita y desde el que no-gobierna y planta imágenes como las de su aparición
en la revista Time, para autocelebrarse sin importar el contenido en su contra de la
misma.
Sin embargo, las inversiones destinadas a que Argentina se sume a China, Estados
Unidos y Europa, como cuarto polo de inteligencia artificial, en plena crisis de
confianza de esa herramienta, “se la deben”. En su corta estadía en su propio país, a la
vuelta de San Francisco, Milei anunció todo lo contrario que había prometido en el
viaje de ida: lejos de traer recursos, decidió contratar de servicios de Inteligencia
Artificial a Google (Sundar Pichai) y Meta (Mark Zuckerberg).
Lejos de conseguir inversiones, aumentó el gasto del Estado y para un objetivo
opuesto a la mejora de la calidad de la gestión, como es intentar el uso de
herramientas cuestionadas en el plano internacional y mal reguladas, para intervenir
en educación y reforma del Estado.
Este sainete, que no por serlo deja de ser destructor, presenta día a día situaciones
como las que aquí se relatan, humos de todos los colores, mentiras, mensajes vacíos…
en definitiva, una nube que flota sobre un escenario real en el que las simpatías hacía
su protagonista caen semana a semana y el hambre empuja malestares difíciles de
descifrar.




