¿Se acuerdan de la estratosfera?
Por Alejandro Ippolito
«Dentro de poco tiempo se va a licitar un sistema de vuelos
espaciales mediante el cual desde una plataforma, que quizá se
instale en Córdoba, esas naves van a salir de la atmósfera, se van a
remontar a la estratosfera, y desde ahí elegirán el lugar donde
quieran ir, de tal forma que en una hora y media podremos estar en
Japón, Corea o en cualquier parte del mundo y por supuesto, más
adelante en otro planeta si se detecta vida».
Esta “célebre” reflexión, realizada por una de nuestras vergüenzas nacionales, Carlos Saúl Menem,
en 1996 cuando transitaba su segundo período de gobierno, muestra dos facetas de nuestra
identidad nacional. Por un lado el grado de preocupante ignorancia y precariedad intelectual de
muchos de los que nos han presidido y por otra parte, la falta total de respeto por la gente que han
tenido gran parte de nuestros gobernantes a lo largo de la historia. Personajuchos políticos que
suponen que si el pueblo es tan tonto como para elegirlos son merecedores del peor de los
destratos y vejámenes.
Hoy muchos nos preguntamos cómo puede ser posible que tantos representantes del gobierno –
del presidente para abajo – salgan a expresarse de la manera más pobre y baja, exponiendo su
rotunda debilidad intelectual y falta de decoro moral, soltando conceptos de forma pública que
rozan los límites del absurdo o directamente los cruzan de lleno.
Las burradas e incoherencias se suman permanentemente a las evidentes mentiras y falsedades
que conforman el discurso cotidiano de los representantes del Estado desde hace tres años a esta
parte. Al desparpajo con el que pretenden dibujar una realidad que solo existe en su imaginación,
el gobierno suma desde sus comunicados y discursos particulares una hipocresía tan alarmante y
un desprecio por la realidad que nos agobian.
No es casualidad que para Macri, Menen haya sido “el gran transformador” de la Argentina, un
referente según le confesaba a Bernardo Neustadt en un reportaje televisivo cuando nadie podía
suponer que ese muchacho almidonado hijo de uno de los grandes mafiosos locales, pudiera llegar
a ser presidente alguna vez. Pero como lo absurdo es el terreno donde nuestro país se sustenta,
Macri llegó a presidente, con el aval de un sector social conformado por una porción de la
oligarquía golpista y buena parte de la masa conformada y deformada por los «espectadores» que
reemplazan al ciudadano en su rol cívico y son quienes suponen que el país es aquello que
muestran los programas de TN o lo que les cuentan desde las páginas de Clarín y La Nación.
Por eso es posible que el monigote de ojos azules, rumiando palabras que se le enredan en la
lengua, diga una estupidez tras otra casi sin ningún costo social, por lo menos por parte de su
electorado que le festeja sus bailes de ñandú sobre las brazas y sus payasadas tristes mientras el
pueblo se desangra.
Menem fue posible en la Argentina, como lo fueron De la Rúa y Cavallo y tantos otros que
estuvieron antes y los que están ahora, fantoches que nos enfrentan al peor de los espejos y nos
recuerdan que, por mucho que hagamos por recuperar la patria, estarán siempre los que les
pedirán perdón al rey de España o dirán, frente a los que lo han perdido todo en una inundación,
que “hay lugares donde el agua sobra y hay lugares donde el agua falta”.