Salir a flote
Por Alejandro Ippolito
No va a ser fácil. Porque parece que con que ganen les Fernández alcanza, porque estamos tentados de entregarnos a la arrolladora esperanza de que ya, desde diciembre, estaremos mejor de inmediato, que solo se trata de cambiar la pisada y aquí no ha pasado nada.
Pero no es así. Puede resultar incómodo pinchar el globo (disculpen la infeliz metáfora) pero
debemos estar advertido que estamos lo suficientemente sumergidos como para que salir a
flote resulte una tarea ardua y de duración no previsible. La economía que deja este gobierno
tiene los números rojos y calientes como brasas y no es porque cometieron errores, nada de
eso, vinieron a hacer exactamente lo que hicieron. Lo que sucede es que su éxito es nuestra
agonía, tan simplemente. Y en este punto recurro a una sospecha, una percepción propia que
me susurra al oído que hay un puñado de personas en el mundo que comparten un secreto,
esencial, milenario, que condiciona el comportamiento humano en cada capítulo de la
historia: el mundo no es para todos.
Y bajo ese precepto se entretejieron todas las traiciones, todas las batallas, los episodios más
oscuros de la nefasta humanidad que, cada tanto, se permite algún destello de belleza pero
los dueños de todas las cosas enseguida se ocupan de que ese recreo sea la excepción y no la
regla.
Hay sinfonías, cuadros maravillosos, subyugantes melodías y poesías magistrales. Hay obras
que cortan el aliento, películas, danza, literatura, gestos de amor que conmocionan y
enseñanzas fundamentales. Pero con un solo golpe de las bestias todo se derrumba de inmediato. Con una sola bomba se derrumba el cielo y se deshacen los sueños de millones en
un instante. Las vidas se apagan con brutal facilidad y por unos cuantos millones se negocia el
futuro de los pueblos. La fórmula es sencilla y perversa: mucho para pocos, poco para muchos
y nada para los demás. La acumulación de riqueza forma parte de una carrera particular de un
pequeño grupo de personas que tiene a todo el mundo como tablero de juegos, el reglamento
en sencillo TODO VALE y la fortuna incalculable, la posesión de todo lo posible e imaginable es
la única premisa. Y si para lograr el objetivo hay que asesinar, corromper, violar, destruir y empujar a la desesperación y el hambre a millones de personas…se hace, porque nada debe
detener al poder encargado en ese puñado de dioses terrenales.
Y bajo ese precepto se entretejieron todas las traiciones, todas las batallas, los episodios más
oscuros de la nefasta humanidad que, cada tanto, se permite algún destello de belleza pero
los dueños de todas las cosas enseguida se ocupan de que ese recreo sea la excepción y no la
regla.
Hay sinfonías, cuadros maravillosos, subyugantes melodías y poesías magistrales. Hay obras
que cortan el aliento, películas, danza, literatura, gestos de amor que conmocionan y enseñanzas fundamentales. Pero con un solo golpe de las bestias todo se derrumba de inmediato. Con una sola bomba se derrumba el cielo y se deshacen los sueños de millones en un instante. Las vidas se apagan con brutal facilidad y por unos cuantos millones se negocia el futuro de los pueblos. La fórmula es sencilla y perversa: mucho para pocos, poco para muchos y nada para los demás. La acumulación de riqueza forma parte de una carrera particular de un pequeño grupo de personas que tiene a todo el mundo como tablero de juegos, el reglamento en sencillo TODO VALE y la fortuna incalculable, la posesión de todo lo posible e imaginable es la única premisa. Y si para lograr el objetivo hay que asesinar, corromper, violar, destruir y empujar a la desesperación y el hambre a millones de personas…se hace, porque nada debe detener al poder encargado en ese puñado de dioses terrenales.
En un mundo terrenal, el cuerpo es una condena y la posesión del cuerpo de los otros es la
premisa fundamental, la comprobación del verdadero poder, de allí las violaciones, los
secuestros, las torturas y las desapariciones. De allí la prisión sin condena, los vejámenes, el
maltrato e incluso el olvido y la desidia.
Cuando en algún rincón del mundo surgen ideas inconvenientes que proponen enfrentar a ese
poder omnipresente, los individuos que conforman el Olimpo del dinero acuden presurosos a
extinguir cualquier intento de exponerlos y confrontarlos. Es por esto que Dilma fue víctima de
un golpe de Estado institucional, es por esto que Lula está preso y Chávez murió en circunstancias dudosas -tal vez a causa de una enfermedad inoculada-. Es por esto que Lugo,
Correa, Cristina Kirchner y otros líderes progresistas de nuestra región fueron víctimas de la
condena periodística/judicial y es por esto que mientras usted lee estas torpes líneas, ellos
están elucubrando una nueva maniobra para quitarle lo poco que le queda. El plan no
requiere de mayores esfuerzos en este punto de la historia en donde la brecha descomunal
entre ricos y pobres está tan consolidada. No se engañe, no hay otra grieta, es esa, la misma
de siempre entre los que o tienen todo y los demás.
Es por todo lo antedicho que regreso a la advertencia de que no alcanza – no nos alcanza –
con el triunfo electoral en las próximas elecciones (teniendo en cuenta que no prosperen las
artimañas que están pergeñando para adulterarlas ya que se saben perdidos). Es necesario
establecer desde el primer día de gobierno nuevas bases sobre las cuales disponer el
crecimiento del país y esas bases deben contemplar la cuestión social no solo desde las
necesidades materiales sino también las construcciones subjetivas, la revisión de la identidad
nacional y del ser argentino. La tarea cultural que nos espera es enorme y llevará mucho
tiempo, las nuevas generaciones irán empujando desde atrás y los viejos guardianes del odio,
el rencor, el desprecio por el otro y la “aporofobia” caerán por fin en el abismo del olvido.
Por eso es tan importante la educación pública, de calidad, que proponga el pensamiento
crítico y que ponga sobre la mesa de debate permanentemente el bagaje de preconceptos con
los que enfrentamos al mundo y decimos comprenderlo.
La gobernadora – saliente en breve – sostiene en su discurso, diseñado para discapacitados
políticos, que estamos a mitad del río y piden el voto “por favor” para poder cruzarlo y
alcanzar la orilla. Lo que no dice esta señora, disfrazada de Juana Azurduy para la campaña, es
que ellos, los integrantes de la banda de forajidos que gobiernan hace casi cuatro años, ni
siquiera se han mojado en ese río, no sienten el cansancio de venir nadando contra la
corriente y tampoco lleva la cuenta de cuántos ya se han ahogado, porque no le importa ni le
interesa.
En este agosto que recién comienza recordamos a Santiago Maldonado a dos años de su
muerte, uno de esos despreciados por la oligarquía que le entregó su vida al río, según Patricia
Bullrich, por querer cruzarlo en lugar de entregarse a la Gendarmería que lo hubiera cuidado y
soltado a las cinco horas si lo hubieran capturado. Y también recordamos a Sandra y Rubén, a
un año de la explosión en su escuela de Moreno donde perdieron la vida de manera tan
trágica como absurda.
En diciembre no termina nada. Allí comienza todo, la reconstrucción será compleja, agotadora, y más teniendo en cuenta que los medios dominantes continuarán con su prédica del odio y la intoxicación subjetiva. Pero mientras termino de escribir este texto, resuena en la casa la voz de Cristina presentando su libro en Malvinas Argentinas, en un estadio colmado del DirecTV Arena y una multitud también que la escucha y la admira desde una pantalla gigante afuera del inmenso recinto. Y entonces se serena el teclado, los dedos se relajan y algo queda en calma en mitad de todas las preocupaciones. La escucho, la miro, le creo como cada vez que la escucho y la veo, como en cada plaza, en cada escenario, en cada discurso de cara al pueblo. Y me convenzo de que algo inmenso es posible, que barriendo los escombros somos capaces de empezar de nuevo, de recomenzar mejores, de tener futuro y proyecto. TODOS podemos.


