Reflexiones sobre el 10-D, 1983/2021
Por Gastón Garriga
Diciembre 12, 2021
“La democracia es necesaria pero no suficiente”
“-Vicentito, pertenecés a un partido de señoritos que se derriten por los verdaderos
señoritos, que harían cualquier cosa por imitarlos y ser como ellos. Y por otro lado se
enternecen con los que están abajo. Demasiada ternura, demasiado amor.
Eso no puede ser.
-¿Qué tengo que hacer entonces?
-Para actuar con algún sentido, hay que elegir: una cosa o la otra.
-Yo creo en la equidistancia.
-Ya me doy cuenta…”(“Los dueños de la tierra”, David Viñas)
La mencionada novela transcurre durante la segunda presidencia de Yrigoyen. “Vicentito” es el delegado radical que el presidente radical ha enviado a la patagonia austral, para resolver el conflicto entre los trabajadores rurales y los terratenientes. Quien lo interpela es Yuda, su novia. El fragmento nos recuerda que la apelación a la concordia y a las buenas intenciones, como política, siempre tuvo límites muy estrechos.
Nuestra democracia, que acaba de cumplir los treinta y ocho, se perdió por primera vez en aquellos tiempos, a manos del General Uriburu. Le tocó recuperarla a otro radical, Alfonsín, medio siglo más tarde. Y todavía hoy, hay quienes insisten en esa idea de democracia como tierra prometida, que pide a gritos una reformulación. Alfonsín repetía como un mantra que con la democracia “se come, se cura y se educa”.
La realidad se encargó de desmentirlo. Los peronistas sabemos que esas palabras, esos objetivos, que sintetizamos mejor como “la felicidad del pueblo y la grandeza de la nación”, requieren de un largo camino, de una ardua construcción política, en el que la democracia es apenas un paso. Importante, necesario, pero de ninguna manera suficiente.
Y, sin embargo, la democracia de los ochenta ofrecía a la ciudadanía más respuestas que la de hoy. La “gente” hoy le da la espalda a la democracia -no vota, vota extrema derecha o antipolítica-, porque la democracia no le aporta nada o casi nada. ¿Entonces la democracia no sirve? ¿O no sirve porque es una democracia demasiado carente de política?
“Para hacer una tortilla, hay que romper algunos huevos”. No existe la magia, no fue magia. Si no rompemos huevos, no comemos tortilla, si no comemos tortilla, la democracia es una puesta en escena que no afecta los intereses del poder permanente, el económico. A diferencia de las intenciones frustradas del radicalismo, el peronismo sí es una alianza de clases. Pero una alianza constituida desde el Estado, un Estado fuerte que se erige en árbitro, que ocupa el centro del ring y, considerando los intereses del conjunto, prioriza con firmeza los de los trabajadores. Un estado cuya fuerza proviene de una comunidad organizada y politizada. He ahí un buen punto de inicio.
Esta es una de las cuestiones centrales de este momento histórico: la democracia se reinventa, se profundiza o muere. Ya la amenazan desde dentro algunas expresiones. Ya aparecen reivindicaciones dictatoriales impensables hace diez años. Si la apelación al diálogo y al consenso no bastaba hace un siglo y tampoco en 1989, ¿por qué habría de funcionar hoy, que todos los estados, con la excepción de China, son más débiles que las corporaciones que los habitan? ¿qué se gana aceptando una mímica del poder, limitada por los cuatro costados?
La solución entonces no es la democracia, es la política en un marco democrático. Una democracia sin política es como un equipo de fútbol sin delanteros o un asado vegetariano (sin ánimo de ofender). ¿Pero qué sería politizar la democracia? Sacarla del modo Billiken y dotarla de contenido. Discutir desde las escuelas la restricción externa, la primarización de la economía, la estructura semicolonial, la formación de activos externos, las devaluaciones cíclicas y la necesidad de generar divisas no sólo para generar crecimiento económico sino también arrebatarle el poder político a ese grupito que, hasta hoy, maneja a piacere el valor del peso, que es el valor de nuestro trabajo y de nuestra calidad de vida, con democracia o sin ella.
Fuente Dejámelo Pensar

