Presencia y omnipresencia de Bernardo Houssay – Primera Parte
Bruno Pedro De Alto
Hablar de ciencia en Argentina es hablar de Bernardo Houssay. La omnipresencia de Bernardo Houssay (1887 -1971) es por la estrecha relación que mantuvo con ella estando en vida, y luego también.
¿Qué no se puede obviar? Con tres grandes trazos podemos sintetizar su rica vida: un meritorio docente e investigador, con un premio Nobel que lo acredita; un laborioso organizador del fomento a la investigación donde se destacan las creaciones de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias (1930) y del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (1958), conocido como CONICET; y su conflicto político con el peronismo.
Houssay fue un estudiante notable, que con apenas 17 años se graduó en la Escuela de Farmacia de la UBA y luego extendió sus estudios en Medicina especializándose en Fisiología. Centró sus actividades en la docencia y la investigación. Esto lo motivó y le permitió desplegar sus dotes organizativas, cuando logró crear el Instituto de Fisiología de la Escuela de Medicina donde se imprimió un nivel internacional a las actividades que allí se desarrollaban.
Un conjunto de ideas sencillas pero ordenadoras para la ciencia argentina de su tiempo le permitieron a Houssay importantes logros institucionales. Él creía que los investigadores debían trabajar tiempo completo, de lo contrario sus producciones serían ineficientes; la remuneración de este personal debería protegerlos de «la miseria o estrechez pecuniaria»; se les debía otorgar becas de perfeccionamiento para que pudieran formar parte de investigaciones en los centros de más avanzados y propiciar institutos para el desempeño de estos especialistas los cuales no deberían ser muy grandes dado que se los evaluaría por su actividad y no por su tamaño.
De tal manera logró llegar con estos conceptos al presidente Agustín P. Justo que lo apoyó. El gobierno le asignó un fondo permanente para que la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias otorgara becas para jóvenes investigadores y subsidios para investigaciones originales.
Pero entre otros aspectos relevantes, entre los años 1943 y 1955, Bernard Houssay personificó y sintetizó el conflicto entre el peronismo y la ciencia que utilizó a la Segunda Guerra Mundial como evento relevante para desencadenarlo. Durante esa conflagración la mayoría de la intelectualidad argentina tomó partido por los aliados. Esto había unido a conservadores, liberales, socialistas y comunistas argentinos de igual modo como había ocurrido en casi todo el mundo. Este temor mundial al nazi fascismo era bastante justificable y explicable también en Argentina; lo que resultó menos justificable y explicable fue la versión local de los llamados «frentes populares» europeos, la aquí llamada «Unión Democrática», que se había formado para enfrentar a un emergente movimiento nacional y popular.
Cuando asumió el General Farrell, en 1944, se dio el suceso de la publicación de un manifiesto donde políticos e intelectuales reclamaban la adhesión de la opinión pública a los principios de «democracia efectiva por medio de la fiel aplicación de todas las prescripciones de la Constitución Nacional y solidaridad americana por el leal cumplimiento de los compromisos internacionales firmados por los representantes del país. La Argentina no puede ni debe vivir al margen de su Constitución y aislada o alejada de los pueblos hermanos de América y de los que en el mundo luchan por la democracia». Es decir, reclamaban el alineamiento del país con Estados Unidos ante el conflicto bélico.
Houssay firmó ese manifiesto, lo que le trajo problemas y así lo recordaba él mismo:
En 1943, cuando un grupo representativo de argentinos publicó un manifiesto que pedía la normalización constitucional, vigencia del sistema democrático representativo y solidaridad americana, el Gobierno destituyó de sus funciones a los firmantes y por lo tanto fui separado ilegalmente de mi cátedra y de mis posiciones honorarias en diversas comisiones oficiales. Para extremar el increíble atropello se me comunicó el 9 de noviembre que se me destituía de la presidencia de la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias, a pesar de que era una entidad privada y no oficial. Para evitar dificultades a la Asociación presenté mi renuncia al Colegiado Directivo, el cual no la aceptó y me acordó licencia y el 14 de diciembre me confirmó en la presidencia.
Esta situación que generó aquella dictadura de manera torpe causó un impacto relevante, puesto que Houssay en ese momento era una de las figuras científicas argentinas más conocidas. Y superó el aspecto político: la dura medida le creó un serio problema familiar por la falta de medios económicos, ya que se había quedado sin el sueldo del que dependían él y su familia.
Hubo ensañamiento contra Houssay: se le prohibió que en el Instituto de Fisiología pudiera consultar sus libros y revistas, gran parte de ellos donados por él; también se le prohibió la entrada a la Facultad de Veterinaria y se prohibió su entrada en el futuro, por la conmoción que causó su presencia entre los estudiantes. Hay fuentes que afirman que hasta se le llegó a colocar una bomba en su casa. La misma explotó pero no logró causarle daños físicos.
Estas contradicciones del gobierno militar causaron desconcierto en la sociedad y convirtió a Houssay, sin que éste se lo propusiera, y quizás a su pesar, en una figura política partidaria:
Estuve presente cuando el doctor Houssay dictó su última clase magistral. El anfiteatro de la vieja escuela de Medicina estaba repleto de estudiantes, profesores y amigos que deseaban testimoniarle su adhesión. Había también grupos adictos al gobierno militar y policías sin uniforme. En un ambiente tenso, algo pálido y nervioso, el doctor dictó su clase magistral, como lo hacía habitualmente. No pudo sin embargo dejar de hacer una clara alusión política cuando, al mencionar la regulación nerviosa, dijo que: ‘Cuando la cabeza anda mal, todo anda mal´, lo que fue recibido con una sostenida salva de aplausos.
Alejado transitoriamente de la universidad reanudó las investigaciones en el Instituto de Biología y Medicina Experimental, que no era otra cosa que una casa sumariamente reacondicionada y equipada del barrio de Palermo, donde funcionaba un pequeño laboratorio privado, haciendo investigación científica con el recurso de aparatos, drogas, animales y bibliografía verdaderamente escasos.
Houssay recibía ofrecimientos del exterior, pero decidió permanecer en su país. Se sentía obligado a preservar el incipiente desarrollo de la fisiología, y en cierto modo, se sentía como abanderado de la misma. De aquel esforzado momento surgió «El Credo», unas líneas a pedido de sus colaboradores y estudiantes, y que tuvieron mucha difusión en ese momento. Allí definía y sin duda invitaba a imitar sus principios de conducta. Dice ese texto:
Amor a mi patria, amor a la libertad, dignidad personal, cumplimiento del deber, devoción a la ciencia, dedicación al trabajo, respeto a la justicia y a mis semejantes, afecto a los míos (parientes, discípulos y amigos).
En el año 1945 hubo amnistía general para los centenares de expulsados de las Universidades en 1943. Muchos profesores regresaron a sus cargos y entre ellos Houssay, reiniciando sus actividades docentes y de investigación. Entonces militó en la Junta de Coordinación Democrática oponiéndose, infructuosamente, a la ascendente estrella de Juan Domingo Perón, que en febrero de 1946 ganó las elecciones nacionales. En agosto, el Poder Ejecutivo Nacional promulgó el Decreto N° 7.966, que dejaba sin efecto la disposición de los estatutos de las universidades nacionales. Estos fijaban un límite de edad a los profesores titulares para continuar en el ejercicio de la cátedra, pero pocos días después el Delegado Interventor de la Facultad de Medicina dispuso de oficio la jubilación de Houssay.
Si había puentes, aunque fueran débiles, entre la investigación en las ciencias básicas y las ciencias aplicadas que pudieran expresarse en el desarrollo tecnológico de un país industrial, allí quedaron rotos. Dos concepciones que deberían converger no lo hicieron, peor aún se potenciaron en la divergencia y en ello se puede comprender las dificultades y explicar algunos fracasos del país para emprender su autonomía tecnológica.
El Instituto de Biología y Medicina Experimental fue, nuevamente, el refugio de Houssay su refugio. Mientras que en el Instituto de Fisiología de la Facultad de Ciencias Médicas quedó a cargo de discípulos de menor talento. En octubre de 1947 se le otorgó el Premio Nobel de Fisiología y Medicina. Recibió el premio de manos del Rey de Suecia, sin embargo, la noticia fue recibida con silencio por el gobierno del país. A pesar de la magnitud del hecho ni siquiera los noticieros del cine mostraron los actos de entrega del premio en Estocolmo. La figura del científico se agigantó a pesar de su aislamiento por parte del Estado, fue el orador preferido de la corriente de opinión intelectual que veía sólo oscuridad en el gobierno peronista.
A partir del golpe de 1955 Bernardo Houssay fue reintegrado a la Facultad de Medicina de la UBA, y sus ideas fueron tenidas en cuenta para reorganizar las actividades científicas de la UBA por el rectorado del doctor Risieri Frondizi. Hacia 1958 el gobierno de facto de Aramburu creó a través del Decreto – Ley N° 1291, el Consejo Nacional de Ciencia y Técnica (CONICET), siguiendo los lineamientos que proponía la UNESCO, y que como antecedente habían sido adoptados por los países europeos. Estos centros debían ser instituciones descentralizadas, destinadas a promover la investigación científica y tecnológica.
El primer directorio estuvo formado, entre otros por Eduardo Braun Menéndez, Humberto Ciancaglini, Rolando García, y Bernardo Houssay. Son científicos que en este relato nos interesa destacar. Houssay fue elegido como su primer presidente. Dijo en aquella oportunidad:
La falta de suficiente tradición y cultura científica explica la considerable ignorancia del pueblo, sus gobernantes y aun de las clases cultas acerca de lo que es la ciencia, cuáles son sus fines y cuál es su importancia como factor de elevación espiritual y como una de las fuentes principales del bienestar y la riqueza de un país moderno. Muchos creen que la ciencia y la filosofía son actividades meramente decorativas.

