MUCHOS MÁS QUE TREINTA MIL
Por Redacción de @visionpaisarg
Septiembre 22, 2023
Durante la señalización como Sitio de la Memoria del Ex Centro de Operaciones Tácticas (C.O.T.) 1 de Martínez el sábado 17 de septiembre, acto organizado por la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación, Javier Timerman, leyó en honor a su padre, detenido y torturado en ese centro, un testimonio escrito por Jacobo Timerman.
Palabras conmovedoras que no son solo la historia de un hombre o de su familia, sino que es la historia de nuestra sociedad.
Estuvieron presentes en el acto el Secretario de Derechos Humanos de la Nación, Horacio Pietragalla Corti y la Senadora de la Provincia de Buenos Aires María Teresa García, como así también distintos representantes de organismos de Derechos Humanos y familiares de las víctimas que pasaron por ese lugar.
En los largos meses de encierro pensé muchas veces en cómo podría transmitir el dolor que siente el hombre torturado y siempre concluía que era imposible. Es un dolor que no tiene punto de referencia, ni símbolos reveladores, ni claves que puedan servir de indicadores.
El ser humano es llevado tan rápidamente de un mundo a otro que no tiene forma de encontrar algún resto de energía para afrontar esa violencia desatada.
Esa es la primera parte de la tortura, caer sorpresivamente sobre el ser humano sin permitirle crear algún reflejo, aunque solo fuera psicológico de defensa.
El ser humano es esposado por la espalda, sus ojos vendados, es colocado en el suelo y se cuenta hasta diez, pero no se lo mata.
El ser humano es luego rápidamente llevado hasta lo que puede ser una cama de lona o una mesa, desnudado, rociado con agua, atado a los extremos de la cama o la mesa con las manos y las piernas abiertas y comienzan la aplicación de descargas eléctricas. La cantidad de electricidad que trasmite los electrodos o como se llame se gradúa para que solo duela, quema o destruya.
Es imposible gritar hay que aullar.
Cuando comienza el largo aullido del ser humano alguien de mano suave controla el corazón, alguien hunde la mano en la boca, y tira la lengua para afuera para evitar que el ser humano se ahogue, alguien pone en la boca del ser humano una goma para evitar que se muerda la lengua y se destruya los labios.
Breve paréntesis… y todo recomienza.
Ahora con insultos. Breve paréntesis… ahora con preguntas. Breve paréntesis… ahora con palabras de esperanza. Breve paréntesis… ahora con insultos y así…
¿Qué siente el ser humano? Lo único que se me ocurre es algo así como que me arrancaban la carne, pero no arrancaban la carne, si ya sé. Ni siquiera dejaron marcas, pero yo sentía que me arrancaban la carne, pero ¿qué más? No se me ocurre nada más, pero ¿alguna sensación más? No en ese momento, ¿pero golpeaban? Si, pero no me dolía.
Cuando le aplican las descargas eléctricas, el ser humano siente solamente eso: que le arrancan la carne, y aúlla. Después no siente los golpes. Tampoco al día siguiente, cuando no hay electricidad y sólo golpes; no siente los golpes.
El ser humano pasa días encerrado en una celda sin ventanas, sin luz, sentado o acostado. También pasa días atado al pie de una escalera para que no pueda estar parado; sólo arrodillado, sentado o estirado. El ser humano – yo en este caso – pasa un mes sin poder lavarse, es trasladado en el piso de un automóvil a diferentes lugares para el interrogatorio, se alimenta mal, apesta.
Al ser humano lo dejan encerrado en una pequeña celda 48 horas. Los ojos vendados, las manos atadas a la espalda, para que no escuche ninguna voz, no vea ningún indicio de vida, tenga que hacer sus necesidades sobre su cuerpo.
Y no hay mucho más, objetivamente nada más. O quizás hay mucho más e intento olvidarlo.
Desde que fui liberado espero cada día que se produzca un shock anímico, alguna extensa y profunda pesadilla que de pronto estalle en medio de la noche y me haga revivir todo, algo que me retorne al lugar original, me purifique y traiga nuevamente a este lugar donde estoy escribiendo ahora. Pero nada ha ocurrido y esta calma me asusta.
Un periodista me preguntó, ¿cómo siento mi libertad?.
No la siento. Reprimo la sensación de libertad por que temo que para alcanzarla deba abandonar las profundas marcas que quedaron adentro y para abandonar esas marcas habrá que revivirlas.
Memoria, Verdad y Justicia.

Horacio Pietragalla Corti (Sec. de DDHH de la Nación) – Javier Timerman, durante el acto de señalización.

