MALVINIZAR
Sembrar conciencia sobre la guerra, los caídos, los que ya no están, el reclamo de soberanía. Con esa idea Miriam Luján Sarkis escribió el poemario El viento los honra. Y por eso trabajan los veteranos de Quilmes.
Por Claudia Ainchil
Noviembre 4, 2024
“Los veteranos de guerra inventaron el verbo malvinizar”, le cuenta a Caras y Caretas Miriam Luján Sarkis. Nacida en Avellaneda, reside en la localidad bonaerense de Quilmes, y en 2019 publicó el libro El viento los honra, un poemario referido a la guerra de Malvinas, en homenaje a los caídos, excombatientes y a los más de seiscientos héroes que no pudieron soportar los fantasmas de la posguerra. Miry, así le dicen, es esposa de un veterano de guerra, Héctor Nazaralet, a quien le dedicó el libro.
Grito. “Miro por la ventana del Town Hall / el fuego se acerca / como un león hambriento de sangre. / Enciendo la computadora / busco alguna imagen / el rostro de mi amigo / en cada cruz lo busco. / Ni el viento contesta / al grito de su nombre.”
“Malvinizar es como si fuera un sinónimo de difundir la causa –explica–, es seguir transmitiendo a las generaciones que vienen, a los niños, a las escuelas, de qué se trata Malvinas, qué son las Malvinas, qué pasó en las Malvinas, porque nuestra generación, la de los veteranos, es la historia viva de nuestra patria. Difunden la historia, la geografía, por qué Malvinas es nuestra, por qué derechos geográficos, históricos y jurídicos. Desde mi lugar de poeta, me siento responsable de difundir la causa. Escribo poesía, hay gente que escribe narrativa, todo modo de escritura es válido para transmitir qué son las Malvinas.
“Héctor y yo nos pusimos de novios un año y medio antes de la guerra. Empezó a hacer el servicio militar, estábamos contentos porque lo hizo en Palermo. Se aproximaba la fecha de la baja, faltaban días, la estaba deseando con todo su corazón, y de repente se desarrolla la guerra de Malvinas. Él tuvo la posibilidad de avisarme, porque cada soldado podía hacer un solo llamado. Llamé a la madre y a las 5.30 de la mañana estábamos todos en Palermo. Lo llevaron el 13 de abril. Fue una pesadilla con final feliz para nosotros. Los que son de nuestra generación saben que los medios de comunicación avanzaron un montón en estos cuarenta años. Lo más moderno que había en ese momento eran los telegramas, si no nos manejábamos por cartas, pero yo recibía una carta que estaba escrita hace tres días y en el medio veía las noticias, que habían bombardeado acá, habían bombardeado allá… Era rezar, estar mal, con el corazón en la boca.
“El 14 de junio de 1982, cuando fue la rendición, yo trabajaba –en el libro hay un poema de eso–, me llevaba una radio chiquitita a pilas, la tenía en mi escritorio y vivía escuchando los benditos mensajes que me resonaban en la cabeza. Hasta que dijeron que se acababan de rendir y yo pegué un grito, salí corriendo, es inexplicable lo que uno siente. Se había terminado la pesadilla.
“Las mamás hacían cadenas, grupos, por teléfono se avisaban, mi suegra me dijo que le habían avisado que determinado día llegaban al aeropuerto de El Palomar. Fuimos y era impresionante la gente que había. Cuando llegaron no los dejaron bajar del avión y los subieron en micros. Lo vi en el primer micro porque estaba al lado del chofer con su mejor amigo. Fue una ráfaga, pero si me preguntás qué vi en él, la mirada, era otro, no era él. Demacrado, chupado, el pelo largo, era otra persona. Les prohibieron encontrarse con sus familias, el contacto físico, y los llevaron a Campo de Mayo. Nos volvimos todos y al otro día le avisaron a la mamá que teníamos que ir a la compañía en Palermo. Era el mediodía y fuimos a recibirlos, entonces volví a abrazarme con mi novio. Ahora uno, desde el adulto que es, mira para atrás y ve tantas muertes injustas, todos los que quedaron en Darwin, entre ellos un amigo de él. Así se escribió la historia.”
Aullidos en la noche de las Islas (de El viento los honra)
“Allí los reconozco, allí los nombro con los ardientes nombres de mis lágrimas y me disuelvo en ellos, y me salvo.” (Octavio Paz)
Aullidos en la noche de las Islas.
El gran pez
abre sus garras,
ataca,
devora.
Con los pies entumecidos,
mi espíritu se ahoga,
no encuentro descanso.
Soy el prisionero desnudo de respuestas.
Soy un plato de comida en la barraca.
¿Soy?
No sé dónde guardar tanto miedo.
Estoy sentado sobre un fardo de lana maloliente,
el techo es un dolor que aplasta.
Escucho cada vez más cerca
el crujido de pasos en la turba húmeda.
Mis manos se esconden,
mis dedos sudan sangre.
Vuelvo a escuchar el crujido de pasos,
me tapo los ojos,
cierro los oídos.
No es un sueño.
No sé dónde guardar tanto miedo.
Sube el dolor a mi garganta.
No quiero enterrar a mis muertos.
La poeta Raquel G. Fernández dice en el prólogo del libro: “El viento los honra es un libro escrito desde el amor, un logro de la palabra poética de Miriam Sarkis y un merecido homenaje a aquellos que lucharon por la Patria. Adentrarse en él exige sensibilidad y respeto. Su lectura es, tal como la de la guerra misma, una experiencia transformadora: nadie saldrá indemne de sus páginas, nadie volverá a ser el mismo después de su lectura”.
Un casco. “Ese sombrero no es un sombrero / es un casco perforado. / El almanaque lo dice: ‘CUARENTA AÑOS’ / las letras borrosas / el alma partida / el rostro ajado por el dolor. / Ese sombrero no es un sombrero / aún se oye el ruido / aún el eco retumba. / Todavía se huele a muerte sobre Malvinas.”
En la contratapa, Claudia Vázquez escribe: “Miriam Sarkis en este poemario supo encarnar la vivencia de la guerra, el sufrimiento, lo que deja (…) en cada verso se hace la voz, el cuerpo de un soldado”.
“Vos venís de un lugar donde el enemigo te combate, te ataca, te mata a tus amigos, te puede matar a vos –cuenta su esposo, el veterano de guerra Héctor Nazaralet–. Llegás a un lugar donde tus familiares te reciben gratamente, pero eso es al primer o segundo día, después te tenés que reincorporar a la sociedad. No había psicólogos adecuados, no había contención, nosotros éramos los perdedores y nos tildaron con el mote de los loquitos de la guerra. El libro está dedicado a los que no pudieron soportar el fantasma de la guerra. Venían de un lugar, la sociedad los rechazó, iban a pedir trabajo, les decían que sí, pero cuando decían que habían estado en Malvinas… ‘ah, es un loquito de la guerra’. Ahora vamos por la calle y la gente te dice ‘héroe’, te da una palmada de aliento, en esa época muy poca gente lo hacía, no te daban trabajo. Eso nos costó mas de quinientos suicidios en los primeros quince años. La vuelta de un veterano es su segunda guerra, silenciosa, sin bombas.”
Los integrantes del Centro de Veteranos de Malvinas Quilmes, del cual Nazaralet forma parte, decidieron renovar el Museo Malvinas Quilmes, en Joaquín V. González 3657, Quilmes Oeste. La idea era que no se tratara solo de fotografías, entonces lo convirtieron en un museo didáctico, pues la prioridad es transmitir qué es Malvinas, que no solo fue una guerra.
En el cartel está sintetizado: “Bienvenido, hoy conocerás al suelo más querido de la Patria en la extensión y a su vez conocerás a los pibes de Malvinas que jamás olvidaré”.
También el Centro de Veteranos de Malvinas de Quilmes y la Comisión de Familiares llevan su cocina solidaria a lugares donde lo necesitan, repartiendo raciones de comida.
El Museo constantemente recibe visitas de escuelas y distintos grupos de personas con el objetivo de destacar la importancia del reclamo argentino de soberanía sobre las Malvinas. Lograr que niños, niñas y adolescentes puedan tomar conciencia sobre las islas. Malvinizar.
Fuente Caras y Caretas