Los colores del veneno
La megaminería consume el 18% del cianuro que se produce en el mundo. El veneno, al que no se le conoce el sabor, invadió las aguas de los ríos argentinos tras varios derrames. Una historia sobre los colores del veneno a través de la lectura de «Un verdor terrible», del escritor Benjamín Labatut.
Cuenta el escritor Benjamín Labatut en Un verdor terrible que nadie en la historia del mundo, salvo un orfebre indio del que solo se conocen sus iniciales y su apellido, M.P. Prasad, alcanzó a atestiguar qué sabor tiene el cianuro. Fue en el siglo XIX. El suicida en cuestión logró la hazaña de escribir tres líneas después de haber ingerido su dosis letal. “Quema la lengua y sabe agrio”, fue la última. Es todo lo que hay: en general, salvo en esa única excepción, el veneno produce una muerte instantánea, en apenas segundos, así que el secreto se muere con su portador. Entre sus célebres consumidores, cuenta Labatut, hubo varios jerarcas nazis como Göring, Goebbels, Bormann y Himmler, que lo utilizaron para no regalarle su final a los aliados.
No se conoce su sabor, pero sí su color o los colores que adopta según el tratamiento que se le dé. Una de las fórmulas del veneno, el cianuro de hidrógeno, bautizado “Zyclon B” por los propios nazis, fue utilizado para dar muerte en los campos de concentración. Una vez que le fue permitido a la humanidad abrir los ojos a ese horror, se encontraron restos de un color azulado impregnado en las paredes, una especie de leve resina perfectamente visible en las ruinas. Explica el escritor que el químico que se utilizó en el exterminio más cruel del siglo XX surgió por azar casi un siglo antes en el laboratorio de un alquimista alemán que jugaba con el pigmento del primer color sintético de la modernidad, que ya había enloquecido a pintores como Van Gogh. “En 1872, Carl Wilhem Scheele revolvió un pote de Azul de Prusia con una cuchara que contenía restos de ácido sulfúrico y creó el veneno más importante de la edad moderna. Bautizó su nuevo compuesto como «ácido prúsico» y reconoció de inmediato el enorme potencial que le otorgaba su hiperreactividad. Lo que no podía imaginar es que doscientos años después de su muerte, en pleno siglo XX, tendría tantos usos industriales, médicos y químicos que cada mes se fabricaría una cantidad suficiente como para envenenar a todos los seres humanos que habitan el planeta”.
Según distintos relevamientos, actualmente se producen 1,4 millones de toneladas de cianuro en su fórmula esencial, con base en EEUU, para producir papel, textiles, plásticos. El 18 por ciento de la producción mundial se utiliza para la megaminería: es central -prácticamente irremplazable- para separar el oro y otros metales codiciados de las rocas que se extraen de las montañas mediante la detonación con explosivos. Ya no se lo utiliza para matar, aunque las organizaciones ambientalistas de todo el mundo, incluidas las argentinas, podrían poner esa afirmación en discusión.


