Los árboles
La columna de Cultura de María Macaya
Agosto 30, 2020
El 29 de agosto fue el Día del Árbol, en estos días de trágicos incendios forestales, en que la Naturaleza se ve abiertamente amenazada por la mano del hombre queremos rendirle homenaje y hacer un llamado urgente hacia la toma de conciencia para preservar nuestro planeta.
Algunas razones para plantar y cuidar árboles o defender
la importancia de los árboles
Los árboles combaten el cambio climático
Los árboles limpian el aire
Los árboles proporcionan oxígeno
Los árboles refrescan las calles y la ciudad
Los árboles conservan energía
Los árboles ayudan a prevenir la contaminación del agua
Los árboles ayudan a prevenir la erosión del terreno
Los árboles protegen a los niños de los rayos ultravioletas
Los árboles proporcionan alimento
Los árboles marcan las estaciones del año
Los árboles son maestros y compañeros de juego
Los árboles proporcionan sus copas y un hábitat para la vida silvestre
Los árboles proporcionan madera
Fuente Tree People
Herman Hesse y los árboles
“En la hora del nacimiento, un árbol hermano para enraizar.
Un árbol en la hora de la muerte para conducirnos.
Un árbol guardián que custodia nuestra casa.
El árbol en la plaza para la unión del pueblo.
Un árbol templo para la boda, la fiesta y para hablar con el cielo.
Un árbol rey en el centro de la nación para inspirarnos.
Un árbol al principio.
Un árbol en el ombligo del tiempo.
Y un árbol antes del fin.
Y en esta hora oscura millares de árboles medicina para sanar al hombre y a la tierra.
Para mí, los árboles han sido siempre los maestros más penetrantes. Yo los venero cuando
viven en tribus y familias, en bosques y manglares…Ellos luchan con toda la fuerza de sus hojas
por una sola cosa: realizarse según sus propias leyes, construir sus propias formas,
representarse a ellos mismos; nada es más sagrado ni más ejemplar que un árbol hermoso y
fuerte”. (Herman Hesse, “Árboles”, Natural Resources Journal, 1980).
En sus copas susurran el mundo, sus raíces descansan en lo infinito, pero no se pierden en él,
sino que persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que
reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos. Nada hay más ejemplar
y más santo qué un árbol hermoso y fuerte. Cuando se ha talado un árbol y éste muestra al
mundo su herida mortal, en la clara circunferencia de su cepa y monumento puede leerse toda
su historia: en los cercos y deformaciones están descritos con facilidad todo su sufrimiento,
toda la lucha, todas las enfermedades, toda la dicha y prosperidad, los años frondosos, los
ataques superados y las tormentas sobrevividas. Y cualquier campesino joven sabe que la
madera más dura y noble tiene los cercos más estrechos, que en lo alto de las montañas y en
peligro constante crecen los troncos más fuertes, ejemplares e indestructibles.
Los árboles son santuarios. Quién sabe hablar por ellos, quien sabe escucharles, aprende la
verdad. No predican doctrinas y recetas; predican indiferentes al detalle, la ley primitiva de la
vida.
Un árbol dice: en mi vida se oculta un núcleo, una chispa, un pensamiento, soy vida de la vida
eterna. Es única la tentativa y la creación que ha osado en mí la Madre Tierra. Mi misión es dar
forma y presentar lo eterno en mis marcas singulares.
Un árbol dice: mi fuerza es la confianza. No sé nada de mis padres, no sé nada de miles de
retoños que todos los años provienen de mí. Vivo hasta el fin del secreto de mi semilla, no
tengo otra preocupación. Los árboles tienen pensamientos dilatados, prolijos y serenos, así
como una vida más larga que la nuestra. Son más sabios que nosotros, mientras no les
escuchamos. Pero cuando aprendemos a escuchar a los árboles, la brevedad, rapidez y
apresuramiento infantil de nuestros pensamientos adquieren una alegría sin precedentes.
Quien ha aprendido a escuchar a los árboles, ya no desea ser un árbol. No desea ser más que
lo que es.
“Cuando hemos aprendido cómo escuchar a los árboles, entonces la brevedad y la rapidez y la
precipitación infantil de nuestros pensamientos alcanzan una dicha incomparable”.





