LA REORGANIZACIÓN DEL MOVIMIENTO
Por Raúl Reyes
Abril 10, 2024
El viernes 10 de diciembre de 1982, a las 11 hs., se había dado cita todo el arco dirigencial del Movimiento Peronista, en el teatro Lola Membrives de Buenos Aires, con el propósito de constituir un “Consejo Superior” como conducción colegiada. A las 10.30 hs, la Policía Federal impidió el ingreso y desalojó la zona, por orden del gobierno militar. Fue la última vez que se intentó dotar al Pueblo Argentino del instrumento principal e insoslayable de su organización social y política.
Por olvido de la cultura peronista e influjo de la contracultura individualista, hemos pasado más de 40 años habituados a comprender la política como una pugna de todos contra todos, dirimida en el espacio mediático y en el mundo digital, entre dirigentes caudillistas que generan “posiciones fijas” sobre los temas y conflictos de atención cotidiana.
Para dividir y reinar sobre los peronistas, se ha instalado que el “peronismo” es cosa confusa, evocando una bolsa de gatos al borde de su extinción, atravesada por la disputa entre los diversos contendientes, cuyos seguidores se identifican por el apellido del que lidera el sector, seguido del sufijo “ismo”: camporismo, menemismo, cafierismo, etc., es decir, el todo desagregado en sus partes componentes, enfrentadas en permanente rivalidad. Se ha naturalizado la búsqueda de la parte como sujeto histórico capaz de realizar las transformaciones sociales anheladas, para borrar paulatinamente la conciencia del pueblo, la conciencia del todo, que siempre es superior a las partes.
De ahí que periódicamente las usinas del régimen que enfrentamos, agiten profusamente la idea de reorganizar el peronismo mediante un congreso del Partido Justicialista, como si fuese posible meter un cuerpo humano dentro de su propio tórax. No hay ninguna posibilidad de reiterar los espejismos del “partido moderno”, “ágil” o “abierto”, que sea capaz de sustituir la potencia abarcadora de la organización movimientista.
El habitualmente denominado Movimiento Peronista, está constituido por todos los peronistas individualmente considerados y por una constelación de organizaciones donde se reúnen, tanto libre e informalmente, como en instituciones legalmente registradas. Una de éstas últimas es el Partido Justicialista que, junto a otros partidos basados en la Doctrina Justicialista, son herramientas legales que se utilizan para expresar electoralmente a los peronistas en su condición de ciudadanos.
«Movimiento Peronista» es una categoría organizativa de nuestra modernidad no colonial, más extensa, libre y flexible, de acción transformadora y políticamente revulsiva, que comprende los pensamientos, sentimientos, costumbres (moral) y conductas (ética) explicados en la Doctrina Justicialista y se aplica en nuestros días a las organizaciones políticas, económicas, sociales y culturales que, desde la muerte de Juan Perón, carecen de una conducción unificada y, por lo tanto, de una estrategia de conjunto.
Las fuerzas centrífugas desatadas por la desaparición física del fundador -por ejemplo, las ambiciones personales sin límite-, expanden desde entonces el universo peronista hasta nuevas y más lejanas dimensiones, a la vez que, paradójicamente, se va debilitando su identidad por la ausencia de una conducción superior que mantenga la unidad doctrinaria. De este modo, procesos tan diferentes como el de la década del 90 y el de este siglo, van acomodándose en la historia bajo nuestro escudo y nuestra bandera, así como personajes cada vez más advenedizos se incorporan a la competencia por el poder, sumando sus propias particularidades al fárrago de lineamientos internos en pugna.
Algunos peronistas integran como autoridades, adherentes o afiliados, los distintos partidos de base doctrinaria justicialista que concurren a las elecciones, como ocurrió desde la primera vez en 1946, con el Partido Laborista, la Unión Cívica Radical Junta Renovadora y el Partido Independiente, para enfrentar a la Unión Democrática integrada por radicales, demócratas-progresistas, socialistas y comunistas.
Se ha propuesto la continuidad de esta política electoral movimientista, mediante la conformación de una Confederación que agrupe a todos los partidos alineados con el Justicialismo. Pero a la vez, todos los peronistas pertenecemos y somos permanentemente en el Movimiento, que no es sectario ni excluyente y se mueve constantemente al ritmo que se mueve el pueblo en su conjunto.
Es que, como en un techo a dos aguas en cuyo vértice reside la fidelidad doctrinaria pura, los pensamientos, sentimientos, costumbres y conductas peronistas, son elementos que se mezclan hacia uno y otro lado hasta confundirse en un extremo con el progresismo ahistórico de la internacional socialdemócrata o, en el extremo opuesto, con el demoliberalismo de las oligarquías globalistas.
El conocimiento del pensamiento de Perón, el amor por él como Padre de la Nación y el compromiso con la continuidad de su obra inconclusa, indican quién es peronista y quién no lo es. El peronómetro existe, debemos aceptarlo y cuidarlo, pues cada uno tiene el suyo. En tal sentido, los más destacados peronistas deben conducir el Movimiento aceptando a todos, precisamente por ser los más peronistas: la unión de todas nuestras fuerzas termina rápidamente con la batalla en la que estamos empeñados.
La vigencia de una doctrina depende de la cantidad de verdad que contiene. No dejemos de persuadir a las conciencias colonizadas por el modernismo del hemisferio norte, que nos toman como anacrónicos. El pensamiento y la cultura peronista, no son viejos ni modernos, son clásicos, son eternos.
«El futuro de la humanidad no está únicamente en manos de los grandes dirigentes, las grandes potencias y las élites. Está fundamentalmente en manos de los pueblos, en su capacidad de organizarse y también en sus manos, que riegan con humildad y convicción este proceso de cambio». S.S. Papa Francisco

