La Escuela Superior Peronista – Curso sobre Introducción a la Conducción…
…Política Peronista.
Por Antonio Rougier
Agosto 12, 2022
LO QUE NOS FALTA
TERCERA FUNCIÓN FUNDAMENTAL DE LA ESCUELA SUPERIOR PERONISTA:
FORMAR A LOS CUADROS JUSTICIALISTAS.
No haría falta agregar nada más a las razones que Perón aduce en esta “Clase Inaugural” para estar absolutamente convencido de la necesidad e importancia de la formación de las y los militantes (cuadros) y dirigentes peronistas. Pero como actualmente hay tan poco convencimiento, tan poca práctica en los distintos ámbitos, vamos a tratar de insistir en el tema.
Perón ha expuesto de mil maneras sus razones sobre la necesidad y la importancia de la educación, de la formación intelectual, moral y doctrinaria. Traté de explicitar sólo algunas en un libro que publiqué hace ya un tiempo (2018) con un título para llamar la atención sobre su ausencia: “Lo Que Nos Falta: La Escuela Superior Peronista” que usted puede ver en:
http://www.escuelasuperiorperonista.com/doc/5.ESCUELANUEVA1.3.pdf
Acá nos dice que debemos ser “predicadores”. En el capítulo que sigue nos dirá que el militante, el
cuadro, el dirigente, debe ser “maestra o maestro”. ¿Cómo se puede ser predicadores o maestros
sin haber pasado por una “escuela”?
Perón lo dice así:
Como tercer asunto, o tercera misión, creo que sigue en importancia, la formación de los cuadros. Los cuadros peronistas no solamente deben ser hombres y mujeres que trabajen para nuestro Movimiento, sino que también deben ser predicadores de nuestra doctrina.
Todos los movimientos de acción colectiva, si necesitan de realizadores, necesitan también de predicadores.
–El realizador es un hombre o una mujer que hace sin mirar al lado y sin mirar atrás.
–El predicador es el hombre o la mujer que persuade para que hagamos todos, simultáneamente, lo que tenemos que hacer.
Predicadores y realizadores.
Por esa razón, considero que la formación de los cuadros, que ha de iniciarse en esta casa, es una función principalísima para el éxito de nuestro Movimiento y de nuestra doctrina: formar hombres y mujeres realizadores y formar también predicadores. Los dos son indispensables para nuestro Movimiento.
En esos cuadros quien logre ser a la vez realizador y predicador es el ideal que puede alcanzar un hombre o una mujer. Pero hay algunos que no tienen condiciones para realizar. No los debemos desechar, porque ellos pueden tener condiciones para hacer realizar a los otros lo que ellos no son capaces de realizar.
Es indudable que, en este orden de ideas, para el Movimiento Peronista todos los hombres y mujeres que llegan a esta casa son útiles.
Estudiar a cada hombre y a cada mujer.
Nuestra misión es capacitarlos para que sean más útiles. Debe estudiarse aquí a cada hombre y a cada mujer, porque cada uno ha recibido, en diversa dosificación, condiciones que son siempre útiles, activas y constructivas para nuestro Movimiento. Les daremos aquí las armas que más cuadren a sus inclinaciones y a la misión que deberán desarrollar en la vida peronista, y, si lo hacemos bien, ellos nos lo agradecerán y el Movimiento irá progresando paulatinamente, en
proporción de la capacidad con que sepamos dotar a nuestros propios hombres y mujeres.
Por eso la función de formar los cuadros de nuestro Movimiento en esta Escuela tiene una importancia extraordinaria, porque en la formación de ellos ya va incluido todo el proceso anterior, de mantener, consolidar y desarrollar nuestra doctrina, de inculcarla y de mantenerla al día, como ya hemos dicho que son las cuatro primeras funciones de la Escuela.
CUARTA FUNCIÓN FUNDAMENTAL DE LA ESCUELA SUPERIOR PERONISTA: CAPACITAR LA CONDUCCIÓN, TRABAJAR PARA LA FORMACIÓN DE LOS CONDUCTORES DEL MOVIMIENTO.
Perón siempre tuvo presente los elementos esenciales que debe tener toda organización seria. Lo
hizo en su accionar político a nivel nacional y a nivel de nuestro Movimiento “Nacional” Peronista.
Sabía perfectamente –y seguramente lo practicó durante toda su vida militar–, que en toda
organización seria se capacita permanentemente a las y los responsables de la conducción de toda
organización: social, económica, política, cultural o religiosa. Y las organizaciones que no lo hacen
sucumben irremediablemente…
¿Por qué?
Por lo que aclara Perón a continuación: porque “conducir bien” cualquier organización es difícil.
Y empieza a explicarnos ya, temas referidos a la “conducción” y a la necesidad e importancia de la
formación de una escuela: la conducción es “un arte”, nos dice. Y si bien los artistas nacen, también
se hacen. ¿Dónde se pueden “hacer” mejor que en una “escuela”?
Ahora, finalmente, dentro de la formación de esos cuadros, viene un capítulo que es el más difícil de todos: que es capacitar la conducción. En los movimientos de orden colectivo, siempre la función más difícil es la de conducir.
Por eso no existen muchos conductores en el mundo y muchas colectividades carecen de hombres y mujeres que las sepan y las puedan conducir, porque la conducción es un arte, y los artistas no se forman, desgraciadamente, en las escuelas. Las escuelas dan técnicos, pero no dan artistas.
Los conductores nacen, o se hacen por el trabajo.
Por esa razón, nosotros no decimos que puede ser función de la Escuela el formar conductores, porque los conductores no se hacen. Desgraciadamente, los conductores “nacen”, y aquel que no haya nacido sólo puede acercarse al conductor por el método. El que nace con suficiente óleo sagrado de Samuel, ése no necesita mucho para conducir; pero el que no nace con él, puede llegar a la misma altura por el trabajo.
Por eso Moltke dijo una vez que el genio es trabajo. Al genio se llega por esos dos caminos. Y en este segundo, también por la perseverancia, el perfeccionamiento, el trabajo constante, se puede llegar al genio.
Esas dos concepciones son las que nos apartan de la escuela fatalista del siglo XVIII, donde decían que, si los artistas “nacen”, no habría necesidad de cultivar las artes, ya que, si nace, nacerá sólo, y si no, no llegaremos nunca a conformar un artista.
Yo no creo que todos los artistas hayan “nacido”. Hay un gran porcentaje que con el trabajo se ha acercado tanto al genio que ha llegado a conseguirlo, a confundirse con él. Por eso digo que esta cuarta función de la Escuela es quizá la más difícil y la que hay que manejar con una mayor prudencia, para no descorazonar a los hombres, a las mujeres y para prestar al Movimiento la ayuda más eficaz, en el orden de su conducción.
La ciencia y el arte de la conducción.
La conducción política es todo un arte, y ese arte está regido por principios, como todas las artes. Si no tuviera principios no sería un arte, así como una ciencia que no tiene leyes tampoco es una ciencia.
La diferencia que hay entre la ciencia y el arte consiste en que la ciencia se rige por leyes, leyes que dicen que a las mismas causas obedecen los mismos efectos, y el arte se rige por principios que son comunes en su enunciación, pero que son infinitamente variables en su aplicación, y ahí está la dificultad del arte, porque el arte no presupone solamente la aplicación de leyes, sino también la aplicación de principios en los cuales la creación representa el ochenta por ciento del fenómeno. Y la creación no es producto de una técnica. La creación es producto de una inspiración que los hombres y las mujeres tienen o no tienen.
En esa técnica de la conducción es indudable que existen factores ponderables y factores imponderables.
No hay recetas para conducir pueblos.
Por esa razón, en este proceso no se puede aplicar un cálculo de probabilidades, porque los imponderables son tan grandes como los factores que pueden ser previstos y contrapesados en el cálculo.
El empleo de formas rígidas, en esta clase de acciones, no es posible. No hay recetas para conducir pueblos, ni hay libros que aconsejen cuáles son los procedimientos para conducirlos.
Los pueblos se conducen vívidamente y los movimientos políticos se manejan de acuerdo al movimiento, al lugar y a la capacidad de quienes ponen la acción para manejarlos. Sin eso es difícil que pueda conducirse bien. No es la fuerza, no es solamente la inteligencia, no es el empleo mecánico de los medios, no es tampoco el sentido ni el sentimiento aislado: no hay un método ideal para realizarlo, ni existe un medio eminentemente empírico.
Es decir, es una concentración de circunstancias tan variables, tan difíciles de apreciar, tan complejas de percibir, que la inteligencia y el racionalismo son a menudo sobrepasados por la acción del propio fenómeno. Y para concebirlo hay solamente una cosa superior, que es la percepción intuitiva e inmediata y la contra acción que de ese fenómeno vuelve a reproducirse como fenómeno en la colectividad.
Acciones inmediatas.
Sin esa acción, rápida, eficaz, donde se aplican los principios y se aprovecha la experiencia, pero no pensando ni en el principio ni en la experiencia, porque si uno analiza ambas cosas, llega tarde y el fenómeno se ha producido en contra de todo cuanto uno había previsto. Es decir, que son acciones inmediatas que deben producir reacciones también inmediatas, donde la inteligencia interviene sólo en parte. Hay una fuerza de distinto orden de percepción, que los hombres y las mujeres tienen o no tienen y que los capacita o no para tomar por reacción inmediata lo que el racionalismo tardaría mucho tiempo para producir.
Importancia de la intuición, especialmente en las mujeres.
Por eso se ha dicho que la conducción es un arte, simple, y todo de ejecución. Es un arte simple y todo de ejecución; sí… para algunos. Es un arte simple y todo de ejecución como son todas las artes.
Pero hay una interpretación aún de esa fórmula simple de la conducción, y que es casi intuitiva. Por eso yo siempre tengo un poco de fe en que las mujeres capacitadas para esto pueden llegar a grandes destinos, porque en ellas se ha conservado más profundamente guardada la intuición. Y ese sentido de la conducción tiene mucho de intuición.
Conocemos casos, en la conducción, de hombres y mujeres oscuros que no han cometido casi errores, y de hombres y mujeres sabios que no han dejado de cometer casi ninguno de los errores que se les presentaron en el camino de la conducción.
Los principios del arte y la experiencia.
Lo que aquí se puede enseñar, en la escuela, es lo que conforma toda la teoría de la conducción, que es simple. Lo primero que se necesita es conocer la parte inerte del arte.
La parte inerte del arte es lo que el hombre o la mujer pueden recoger de su inteligencia y reflexión y de lo que la historia presenta como ejemplo. Vale decir, hay una teoría que se conoce, que es conocida, que se puede enunciar con una serie de principios que nacen de la racionalización de los hechos mismos. Es un estudio filosófico de los hechos que cristalizan reglas, que en la mayor parte de los casos han dado buen resultado y han sido aparentes para la conducción. A eso llamamos principios.
Formar el criterio para las resoluciones rápidas.
Como veremos permanentemente, Perón da mucha importancia al “criterio”. Lo marco para prestarle especial atención. Todo lo que alcancemos a comprender tiene por objetivo, por finalidad, que podamos desarrollar “el criterio” para la acción. Criterio entendido como “capacidad para adoptar esta opinión, juicio o decisión”. Criterio que será la “base” de nuestras “convicciones”.
Combinando el estudio activo de esos ejemplos, que la experiencia y la realidad presentan como concretos, al análisis, mediante los principios que la inteligencia ha aislado, quizá de los propios hechos, uno puede conformar una gimnasia intelectual que le va formando el criterio necesario para la interpretación rápida y eficaz de los hechos y las medidas que, en consecuencia, puede tomar.
Se estudian todos esos ejemplos de la historia de la conducción política, no para aprenderlos por si se repiten, porque en la historia no se repite dos veces el mismo caso en igual forma.
No se estudian para aprenderlos. Se estudian como una gimnasia para ser más sabios en todas las ocasiones.
Realizado eso en forma activa, no en forma de conferencia o en forma, diremos, de lección, de erudición. No, no, no; eso hay que trabajarlo; hay que hacer trabajar el criterio propio en cada caso, porque es el criterio el que va a servir en la ocasión y no el ejemplo ni el principio.
La conducción es siempre la misma: llegar al caso concreto y objetivo.
Esto evidencia que la conducción de cualquier naturaleza, –porque las conducciones son todas iguales, lo que varían son los medios y los factores–; es una sola para lo político, para lo social, para lo económico, para lo militar y para todas las conducciones.
Quiere decir, señores, que los problemas que la conducción política plantea son casos concretos, a resolverse en sí y concretamente. Que es necesario tomar el fenómeno objetivamente; preguntarse en cada caso, como el general Verdy du Vernois: “¿De qué se trata?” Y la solución surge sola y cada vez surge más fácilmente. Y eso es lo que capacita para la verdadera conducción. Nada de imitar, nada de “inspirarse”. Es el caso el que inspira y es el caso el que se realiza por sí.

