La ciencia argentina. Desde 1810 hasta 1955 – Parte 1

VisiónPaís/ julio 28, 2019/ Sin categoría

Nicolás Babini

Por Bruno Pedro De Alto

Primera parte: La ciencia argentina desde sus albores hasta el primer peronismo.

En Argentina hubo ciencia, aunque ciertamente acotada y aislada ya a partir de su constitución como país en 1810. Desde aquel entonces, hasta la dictadura autoproclamada como Revolución Libertadora que derrocó al peronismo en 1955, se sucedieron notables hechos que aquí queremos contar.

En Argentina hubo ciencia, aunque ciertamente acotada y aislada ya a partir de su constitución como país en 1810. Un acceso a sus personajes y logros lo permite la particular lectura del historiador sobre ciencias en Argentina Nicolás Babini. Para este autor la ciencia argentina existe desde los inicios de la Argentina misma:

«(la ciencia) corrió pareja con las dificultades que enfrentaron los intentos de implantar un régimen político que no fuera autoritario. La difusión de la ciencia fue combatida desde el comienzo de la colonización española y la indiferencia de los gobiernos que la siguieron fue una característica de los períodos autoritarios, hasta nuestros días»[1].

«Cabría más hablar de la ciencia como de una especie exótica, de difícil aclimatación en un suelo y un clima poco favorables. Muchos aportes científicos aparecen, así, como oasis en un desierto: los jesuitas estudiosos del siglo XVIII, los profesores italianos pos-napoleónicos de Rivadavia (1825-1835), los científicos alemanes de Gutiérrez y Sarmiento (1865-1875), la generación truncada del 18 (1915 – 1945»[2].

Para Babini la ciencia argentina estuvo jaqueada por el autoritarismo logrando sólo desarrollarse de manera aislada, desestructurada, y localizada dentro del incipiente Estado Nacional, en los museos, los colegios, las universidades, las exploraciones oficiales, etc., con investigadores austeros y con esfuerzos casi titánicos. Florentino Ameghino es el ejemplo lapidario[3].

Pero desde 1870 hasta 1930 hubo un claro proceso de institucionalización de la ciencia que intentó lograr que los científicos fuesen grupo representativo e influyente. Esto se cristalizó partir de 1930 con la labor política de Bernardo Houssay creando la Asociación Argentina para el Progreso de las Ciencias.

Babini antepone el «autoritarismo» como razón excluyente de las dificultades de la ciencia argentina. Sostiene que se trata de un conflicto entre la luz y la oscuridad, tal vez entre la civilización y la barbarie.

«Los avances logrados durante la primera mitad del siglo XX, cuando la biología, la física, la matemática y la historia comenzaron a alcanzar niveles internacionales, se vieron interrumpidos en 1946 durante una década de autoritarismo y acabaron con otra frustración tras otra década[4]«.

Sin embargo esta visión sobre el autoritarismo como una de las causas principales del retraso argentino en el desarrollo de sus ciencias, es posible refutarla. Este pensamiento se evidencia en realidad como antiperonista al incluir como período autoritario a los dos primeros gobiernos democráticos de Perón, entre 1946 y 1955 y al incorporar como un ciclo con políticas de Estado abiertas, al gobierno dictatorial de Aramburu entre 1955 y 1958.

Porque para aquella ciencia – así, a secas, sin aclaraciones, sin distinciones como la define Babini – es suficiente un terreno institucional fértil, irrigado, iluminado para desarrollarse. No importa el pasado colonial del país, la dependencia, la Argentina como un país flaco con cabeza de Goliat; y tampoco importa su estructura económica sentada en la agro exportación y sin industrias. Es la convicción de la ciencia que busca la verdad, que es una verdad universal. Es una ciencia desligada del desarrollo, en especial, desligada del desarrollo industrial.

Esa postura ideológica no se pregunta entonces para qué hacer ciencia en la Argentina. Es una pregunta poco frecuente, cuando se hablaba de ciencia en Argentina. Los hechos que se observan entre 1945 y 1955 indican que el peronismo fue quien primero se hizo esa pregunta desde el gobierno, y se permitió responder lo siguiente: «la ciencia se hace para desarrollar al país». Veamos: tras el golpe del año 1943 la ciencia institucionalizada emprendió su anidación en el sector privado. De esta forma se crearon algunos institutos con el ejemplo más conocido de la Fundación Campomar, donde Houssay desarrolló su tarea. En ese refugio privado la ciencia tradicional se aferró a paradigmas político-científico divergentes a los que aparecían en el concepto de Estado que el gobierno Peronista se aprestaba a imponer. La ciencia y la tecnología debían ser incorporadas a un proceso de planificación económica en el que el Estado debía intervenir como nodo planificador y el científico tenía que responder y comprometerse con un programa político y un proyecto de país.

Esto fue resistido por la ciencia, especialmente la localizada en la Universidad de Buenos Aires (UBA), lo cual le permitió a Perón una acción claramente diferenciada. Los ámbitos para el desarrollo tecnológico que requería su modelo se harían desde ámbitos propios del Estado, existentes o a crear, y a la UBA y a su ciencia iluminada, la castigó Esto no habilita decir que el peronismo vació a las universidades, porque sí apoyó a las otras, y ni decir que creó en 1948 la suya propia: la Universidad Obrera Nacional; sin embargo promovió y facilitó una gran división entre las aguas del mundo científico y el mundo del desarrollo industrial argentino que tampoco tendría en sus opositores políticos gestos de revisión de sus razones. Todos contribuyeron al sismo, todos restaron.

[1] Nicolás Babini. «La otra Argentina. La ciencia y la técnica desde 1600 hasta 1966. Síntesis cronológica». Revista de Historia de la Ciencia Saber y Tiempo. Centro de Estudios de Historia de la Ciencia José Babini. Escuela de Humanidades, Universidad Nacional de San Martín. Año 2007.
[2] Nicolás Babini. Ibíd.
[3] Florentino Ameghino (1854 – 1911) Creador de la paleontología argentina, autodidacta y creador organizador de los museos paleontológicos de Córdoba, La Plata y Buenos Aires. Toda su gestión de investigación e institucionalización de la ciencia paleontológica la hizo con enormes esfuerzos personales y escaso apoyo oficial.
[4] Nicolás Babini. Ibíd.
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