La calculadora electrónica argentina Cifra 311, una de las primeras…
…del mundo. Parte 4
Por Bruno Pedro De Alto
La empresa Fate de neumáticos es una empresa de capitales nacionales. A principios de la década de 1970 se diversificó, incorporando negocios en aluminio, a través de la empresa Aluar y también en electrónica.
La División Electrónica fue una apuesta fuerte y atrevida: encaró la producción escalonada de calculadoras de escritorio y de mano, sistemas contables y finalmente, una computadora argentina, Con el golpe de 1976 todo terminó. Dos arietes derribaron este proyecto de autonomía tecnológica: el fin de las protecciones y medidas de apoyo del Estado que recibió la empresa; y la apertura económica impulsada por el neoliberalismo del Ministro de Economía de la dictadura, José Alfredo Martínez de Hoz, permitiendo la invasión de calculadoras y computadoras extranjeras que sí tenían apoyo de sus respectivos Estados. Todo agravado con un creciente clima de represión, persecución política y exilio para sus protagonistas.
Apoyo del Estado: el decreto 4384/71.
Cuando en septiembre de 1969 se creó la División Electrónica de Fate, gobernaba el país el General Juan Carlos Onganía, quién había asumido la Presidencia de facto en 1966 al encabezar un golpe de Estado, autodenominado Revolución Argentina, derrocando entonces al presidente constitucional Arturo Illía.
En el año 1962 Onganía, se había encaramado como Comandante en Jefe del Ejército por haber participado de la triunfante “facción azul” del ejército. Este sector veía posible la participación del peronismo en la vida social y política de la sociedad argentina solo si adoptaba una cultura democrática liberal, y por supuesto si dejaba a un lado su carácter movimientista y popular. Un crítico testigo de aquellos días dijo:
“La confusa ideología castrense en boga, mezcla de desarrollismo económico, paternalismo político, anti-comunismo seudo-científico y una aguda vocación por el poder y sus beneficios laterales reclamaba un revolucionario, un azul neto”[1].
Ese tipo de composición ideológica permitía componer un gobierno contradictorio al imponer su modelo económico de desarrollo, sin tener en cuenta la presencia de una estructura política y social aún peronista y clasista, con creciente capacidad de movilización.
El Cordobazo, un importante movimiento de protesta ocurrido en mayo de 1969 en la ciudad de Córdoba, una de las ciudades industriales más importantes del país, provocó la caída de Onganía la que estuvo a cargo de sus colegas militares. Ya entonces se denotaba la aspiración de poder del General Lanusse, quien sin embargo esperó su hora colocando al frente del Poder Ejecutivo al General Levingston.
La conformación del Gabinete Ministerial, se buscó un equilibrio entre las fuerzas que, a criterio de Lanusse, se balanceaban entre las ideas llamadas “liberales o democráticas” y la tendencia “nacional o nacionalista”[2]. Ese gobierno tiene un sesgo industrialista y recibió abiertamente el apoyo de las corrientes políticas de la intransigencia radical y del desarrollismo, y por aquellos acuerdos asumió Aldo Ferrer como Ministro de Obras y Servicios Públicos. Será entonces necesaria la presión ejercida por la CGE, (vuelta a funcionar después de su clausura en 1955) y de la CGT, para que el mismo Ferrer asuma la cartera de Economía en octubre de 1970. No fue extraño que pocos días después, estuviera presente durante la presentación de la calculadora Cifra 311 en el Centro Argentino de Ingenieros, el flamante Ministro de Economía.
Sin embargo, los sucesos más relevantes de aquel breve gobierno no fueron los económicos, sino los políticos. Lanusse, con apoyo del resto de la Junta Militar, pone puso fin al mandato de Levingston que empezó a plantear que aún no estaban dadas las condiciones para el retorno de la Constitución y de los partidos políticos. De ese modo escatimó los plazos en beneficio propio y en perjuicio de los de Lanusse. Será entonces el tiempo del discurso del desarrollo con un giro nacionalista:
“… propender a la nacionalización de la economía- que no debe confundirse con estatización – para lograr una mayor libertad de acción en la toma de decisiones fundamentales en este campo, orientar todo el sistema al servicio exclusivo del interés nacional y conquistar una efectiva independencia económica”[3].
El nuevo presidente retuvo a Ferrer como Ministro de Economía, dirá que su gestión es un “valor – símbolo” de lo que quiere la Revolución Argentina, y hasta llega a señalar como “revolucionaria” la política desplegada. En 1971, ya decidido a posicionarse como candidato del GAN, Lanusse reorganiza reorganizó su gabinete con la intención de afianzar lo que él llama la filosofía del acuerdo. Suprimió la Cartera de Economía con el consiguiente alejamiento de Aldo Ferrer de este ciclo. Y se abrieron las de Hacienda, Agricultura y Ganadería, Industria, Comercio y Minería, y Trabajo.
El desarrollista Quillici se hará cargo de Hacienda y el General Oscar Chescotta (un industrialista que conducía fabricaciones Militares) hará lo propio con Industria, Comercio y Minería.
Unos años antes, en 1967, en Francia se publicó un libro que instaló una serie de ideas muy originales las que conmovieron las políticas industriales europeas. Su autor Jean-Jacques. Servan-Schreiber, fundador del periódico L´Express opositor al General de Gaulle alerta a toda Europa sobre la penetración del capital norteamericano y sus empresas multinacionales. En ese libro, llamado “El Desafío Americano”, sugirió claramente una estrategia para reposicionar la industria local frente a ese problema. En primer lugar señaló los sectores estratégicos a considerar: la exploración espacial, las computadoras y la electrónica. Esos esfuerzos, por su envergadura y complejidad, debían según su criterio ser afrontados en sociedad entre las naciones europeas:
“El primer problema de una política industrial para Europa consiste hoy, pues, en facilitar la selección de cincuenta o cien empresas que, tras haber alcanzado una dimensión suficiente, sean las más aptas para subir al primer rango de la tecnología mundial en sus sectores”[4].
Estas ideas llegadas a la Argentina en 1968 inspiraron a los políticos locales de sesgo nacionalista y desarrollista vinculados al gobierno militar, y ello se tradujo en el empeño de generar políticas vernáculas que permitieran construir grandes empresas industriales de capital local a partir del apoyo político del aparato del Estado. Jorge Schvarzer rescató de entre los documentos públicos aprobados por la Junta de Comandantes que gobernó Argentina en 1970, este texto en el documento “Políticas Nacionales”:
“… dar estímulos fiscales y en materia de organización para promover la concentración de industrias de capital nacional en los casos en que exista la posibilidad de obtener economías de escala, derivada tanto de la producción misma como del desarrollo tecnológico”
Sobre lo anterior, el autor agregó:
“Los funcionarios argentinos no aplicaron esa propuesta de forma ordenada ni sistemática; no hubo planificación expresa y, quizás, tampoco conciencia clara del tema, pero sí avances efectivos. La debilidad de esa idea-fuerza en el país, frente al poder de la tradición, sumado a la inestabilidad política que marcó el período iniciado en 1968 condicionaron esa tarea. Aún así se observan numerosos casos en que esos apoyos, directos o indirectos, dieron lugar al fortalecimiento de firmas de capital local que podían llegar a líderes de su respectivo sector” [5].
Para corroborar esta opinión, Schvarzer citó varios ejemplos, y uno de esos ejemplos es la División Electrónica de Fate.
Durante el año 1970 la División se encontraba en una acelerada puesta en marcha que la llevaría a poner en el mercado a la Cifra 311. Era un contexto favorable para que la empresa integrada por capitales nacionales recibiera apoyo del Estado Nacional. En ese año inició un expediente en la Secretaría de Industria donde solicitó la aprobación de un plan de promoción por si se cumplía una creciente producción de calculadoras. La empresa se comprometió, fundamentalmente a un plan progresivo de integración de partes nacionales. La aprobación de la solicitud se materializó en septiembre de 1971, con el Decreto Nº 4384. En el texto aprobado, Fate se comprometió a producir entre 1972 y 1975 alrededor de 19.500 calculadoras, que sumadas a las 500 que logró vender en ese año, significarían una facturación de u$s 10 millones. Es probable que los responsables de la División Fate Electrónica hayan sido conservadores al proponer esas cantidades de ventas, pues comparado con lo que realmente ocurrió (ventas por unos u$s 68 millones hasta 1975) Quedó en evidencia que el fenómeno de las calculadoras Cifra fue impensado.
Es necesario señalar que esto ocurría, casi en simultáneo con ingreso de Fate al negocio del aluminio a través de la creación de la empresa Aluar y la adjudicación en abril de 1971 de la operación de la fábrica de aluminio en Puerto Madryn. Entre mayo de 1970 y abril de 1971, Madanes y Gelbard tuvieron trato cotidiano con los miembros de la Junta de Comandantes, especialmente con el Ejército, a través del general Lanusse y el de Aeronáutica, el Brigadier Gnavi. Se puede inferir entonces que el trámite del expediente y la aprobación del decreto 4384 se hizo en un clima de asociatividad intensa entre el Gobierno y Fate.
Ya hemos señalado que Lanusse había reorientado el perfil ministerial con hombres proclives al desarrollismo y a la industria nacional, como los ya señalados Quillici, y Chescotta. Serán entonces Lanusse y Chescotta los firmantes del decreto 4384 / 71 que autorizaba a Fate un régimen especial de importaciones de componentes, con el compromiso de incremental gradualmente la integración de partes nacionales y el volumen de producción.
El apoyo del Gobierno Nacional a la Empresa Nacional Fate para la fabricación de calculadoras, sorteó la turbulencia política que ocurrió entre los años 1969 y 1971, con la sucesión de los presidentes de facto Onganía, Livingston y Lanusse. Por entonces había un clima pro fabril, en especial si se trataban de capitales nacionales. Y también se hizo evidente que la apuesta política de Madanes y Gelbard hacia la persona de Lanusse, fue la acertada.
El decreto vino a proteger el plan de expansión de la empresa y lo hizo fundamentalmente liberándola del pago de derechos de importación de partes. Esto tuvo su impacto dado que se estimó que una calculadora Cifra 311 contenía u$s 369 de componentes importados y su valor de exportación era de u$s 560. Esa progresión mejoró en el año 1975 en u$s 158 sobre u$s 260. Es decir se pasaba de una composición del 66% de partes importadas al 49% en cuatro años.
A continuación se puede ver el plan industrial aprobado por el Decreto en su Artículo 1º:
Y esa protección se volvió relevante porque era una medida aislada, en un contexto de ausencia de una política (o al menos otras medidas), para el desarrollo de la industria de la computación. De esta manera, Fate superó en medidas protectoras a firmas como Olivetti, IBM y luego Texas Instruments, las que se beneficiaron en decretos particulares vinculados al “régimen de admisión temporaria”. Estos se resumían en la eliminación de aranceles e impuestos que gravan las importaciones que tenían como fin ser insumos o materiales contenidos en un producto a exportar, o que eran incorporados a un producto de consumo local. El Decreto 4384, imponía pautas de producción e integración, alentando el desarrollo local de tecnología.
Si fuese cierto que la corriente desarrollista o nacionalista de este período hubieran entendido más plenamente a Jean – Jacques Servan – Schreibier, no solamente se habrían enfocado en robustecer una empresa, sino en la exención de derechos de importación de partes. Habrían prestado atención a otras de sus recomendaciones, y quizás se habrían ahorrado cuarenta años de frustraciones. Escribió el francés: “La escala nacional se torna igualmente insuficiente para asegurar la eficacia de un creciente número de intervenciones del Estado” y alentó la unión de naciones vecinas; y pidió también, fronteras adentro: “Transformación de los métodos de asociación, de convergencia, entre las unidades industriales, la Universidad y el poder político”, es decir, dibujó en el aire un triángulo, el “Triángulo de Sabato”.



