JUAN CRUZ ROMÁN: «EL NACIONALISMO, LA PRODUCCIÓN Y EL TRABAJO TIENEN QUE SER LOS EJES»
Despunta una nueva generación de jóvenes dirigentes en el peronismo. Juan Cruz Román es uno de ellos. Integrado a la Juventud Peronista, trabaja junto a su secretario general, Pablo Garello, en la agrupación Aurora. Su objetivo: «volver a enamorar a los desencantados» y darle sentido a la militancia.
Por Gustavo Schnidrig
Septiembre 1, 2025
Las nuevas canciones de buena parte de la juventud peronista santafesina, de la que forma parte Juan Cruz Román, se ensayan al compás de conceptos clásicos como el nacionalismo, la producción y el trabajo. De los dos últimos nadie puede renegar en el actual contexto de recesión, pérdidas del salario real y del empleo registrado. El primero de ellos, en cambio, requiere de una reflexión más profunda en un país donde el culto a la defensa de la patria justificó un genocidio perpetrado desde el Estado.
Cierto nacionalismo reflotó en la arena política de los últimos tiempos con la “batalla cultural” libertaria y su patético culto al Falcon verde. Huele a naftalina. El peronismo santafesino, en cambio, tiene una juventud que concibe a la patria como una forma de solidaridad “con quienes la pasan mal”, ya sea un delivery o un jubilado.
Así lo entiende Juan Cruz Román, contador público que junto al presidente de la Juventud Peronista de Santa Fe, Pablo Garello, fundaron la agrupación Aurora para “volver a enamorar a los desencantados”.
“Nos interesa el nacionalismo y la bandera argentina porque no queremos escondernos detrás de ninguna otra insignia para volver a un concepto de comunidad y de amabilidad”, afirma en diálogo con Pausa.
Según entiende, es hora de que Argentina renueve su política internacional apuntando a los BRICS: “Tenemos un país completamente infiltrado por las corporaciones del imperialismo, siendo una de las principales productoras de soja mundial pero con todas las exportadoras radicadas en el extranjero, excepto una que se fundió”, argumenta.
Será una discusión para cuando tengan la capacidad de hacerlo. Hoy tienen un primer objetivo “militante” que es enamorar a los desencantados: “Las participaciones comunitarias son cada vez menos y forma parte de la fragmentación social y la miseria de la política”, advierte Román.
Quién es Juan Cruz Román
—Para quienes te estamos conociendo: ¿cómo te definirías en términos políticos y militantes?
—Soy Juan Cruz Román, de Aurora, que es un espacio incipiente a partir de la figura de Pablo Garello, el Secretario General de la Juventud Peronista santafesina. Con él recorrimos muchas unidades básicas de la provincia. Somos jóvenes militantes peronistas. En mi caso, contador graduado desde 2021 y dedicado a la profesión liberal, en el buen término de la palabra, que no es otra cosa que la gran gama de monotributistas y autónomos que salimos al mercado laboral haciendo facturas a nuestro nombre.
Milito desde hace ocho años y lo que me llevó a involucrarme fue el triunfo de Mauricio Macri, cuando perdió Daniel Scioli, que hoy lamentablemente es parte de este gobierno. Tenía 18, 19 años en ese momento y no contaba con participación política previa. Y al ver la consumación del proyecto político de Macri y sus consecuencias, como el cierre de empresas, los despidos, la vuelta del FMI, etcétera, me llevaron a comprometerme para sacarlos del poder bajo una nueva perspectiva que recupere la línea del kirchnerismo, de transformación de la realidad, corrigiendo los errores del pasado. Me interesa la reivindicación de los derechos, el empleo y la producción nacional.
Lejos de eso, lo que me tocó vivir fue una presidencia de Alberto Fernández, que a medida que pasaron los meses nos desencantó más. En ese recorrido nos conocimos militando con Pablo, armamos Rosca y Tinto, que él continuó pese a mi abandono y donde está haciendo un laburo bárbaro.
—¿En qué vienen trabajando desde Aurora y qué grado de organización tienen en Santa Fe?
—La idea es formar políticamente a generaciones enteras que no tienen referentes. Nos encontramos con que hay una generación del 70 que leía mucho y entendía a la política en términos internacionales, con una bajada de línea muy nutrida, pero que de ahí para abajo se fue perdiendo.
Llegamos al punto en que uno habla con un dirigente y no sabe bien para qué está militando, o incluso con políticos que detestan la palabra “política”, no tanto en el peronismo pero sí entre los libertarios.
Frente a eso, varios jóvenes que participamos en experiencias de militancia universitaria decidimos formarnos, primero entre nosotros y después salir a hablarle al público. Hicimos clases de formación, actividades con docentes, con escritores, presentaciones de libros, charlas-debate, cine-debate… la idea era encontrar el camino correcto del peronismo y hoy logramos definir algunas cuestiones que para nosotros son innegociables. Hablo del nacionalismo, es decir que somos orgullosamente argentinos y patriotas. También que apostamos a la producción y al trabajo.
El nacionalismo, la producción y el trabajo tienen que ser los ejes, no solamente del Partido Justicialista sino de todo un movimiento nacional, porque a mucha gente el peronismo le puede significar una mala palabra. Por ejemplo, un joven de 20 años que en su casa no lo mamó pero que en el muy corto plazo puede adherir a nuestro conjunto de ideas y valores.
—¿Cuál es el trabajo que se proponen para fomentar esa renovación?
—Nos encontramos con una muy grata sorpresa cada vez que organizamos actividades. Se arman espacios magníficos con un montón de gente, muchos de alrededor de 30 años que no tuvieron experiencias militantes. Estamos demasiado verdes como para decir que arrancó la revolución, pero sí que encontramos a un montón de gente que no venía mamando la política y que hoy se suman a esta alternativa.
Nos interesa el nacionalismo, la bandera argentina; no queremos escondernos detrás de ninguna otra insignia y volver a un concepto de comunidad y de amabilidad, porque el liberalismo nos llevó a encerrarnos en nuestras propias burbujas, a no conocer quién vive en tu propio edificio. Las participaciones comunitarias son cada vez menos y forma parte de la fragmentación social y la miseria de la política que se lee como individuos y no como comunidad. Por eso hicimos una pegatina con conceptos muy simples: haga patria, sea amable con un jubilado y con el delivery.
La idea es partir de un punto en común y empezar a desarrollar nuestra política. Eso venimos haciendo en Santa Fe, también en Rosario donde llenamos teatros con 200 personas. Hay mucha tela para cortar y está bueno invitar a grandes públicos para que se sumen a una experiencia de debate.
—¿Tienen diálogo con la cúpula del PJ santafesino?¿Cómo los reciben?
—En general bien. Nuestro armado es tan incipiente que no tuvimos ninguna instancia de discusión o de negociación en ningún término. También porque toda la estructura política está pensando en octubre, y nosotros no. Pero somos conscientes de que cuando se hace política hay que generar y disputar poder y que en algún momento llega la instancia electoral. Para nosotros es un camino a largo plazo y que va a ser el resultado de haber hecho las cosas bien, de haber caminado la provincia, de haber sumado militantes y no de armar un pequeño quiosco y salir a venderlo para ver qué carguito puedo pegar. Hay que desarmar esa lógica.
Pero tenemos buena relación. En mi caso, hace siete años que milito y conozco a muchos de los dirigentes. Milité orgánicamente dentro de sus instituciones y no tengo ningún tipo de arrepentimiento en ese sentido, todo lo contrario.
La rosca electoral
—¿Qué lectura hacen del proceso electoral en torno a la conformación de listas del peronismo?
—Vemos que la política se cerró de vuelta en círculos. Habrá más o menos unidad, pero fue de espaldas a la gente y de los militantes. Sinceramente, no estamos tan pendientes de lo que va a pasar en octubre. Queremos construir a largo plazo un proyecto que enamore a las mayorías, donde haya formación política y podamos militar con ganas de aprender y no de repartirnos un cargo. Una discusión que se plantea en términos de ‘che, un asesor para vos’, ‘un asesor para mí’… es la basura de la política. Hay que limpiarla de todo eso para que vuelva la épica.
Lo que pasó en Santa Fe, donde el armado se da entre círculos políticos que agrupan a cuatro o cinco cabezones o personalidades fuertes, no exime al resto del país. Es un problema de la política nacional que excede al peronismo. Se arman círculos donde hay gente que maneja influencias y dinero, y es muy difícil romperlos.
En Buenos Aires hay un sector más duro del kirchnerismo, y lo digo teniendo un cuadro de Cristina en mi casa. No me avergüenza decir que adhiero a lo que Néstor y Cristina hicieron en el país. Fueron los mejores gobiernos desde la vuelta de la democracia. Pero eso no me impide encontrar errores, falencias o cosas en las que se podría haber ido más lejos.
De repente, ya sea en Buenos Aires o en Santa Fe, lo que se discute pasa a kilómetros de distancia de la gente. Hay un escenario político muy diverso y cambiante, donde puede aflorar la renovación política. Obviamente que nunca lo nuevo mata a lo viejo, y tampoco lo viejo es todo malo. Estamos en una etapa de transición.
—¿Tenían algún favoritismo respecto de quién debía encabezar?
—No. Somos peronistas y cualquiera que defienda el nacionalismo, la protección y el trabajo nos va a caer simpático. Y si además levanta la bandera del justicialismo, mucho mejor. Pero no queremos meternos en esa discusión. Estamos enfocados en sumar al chico que quiere formarse, ir a un cine-debate, a una peña, discutir de política, aprender, hacer alguna acción social, y no debatir sobre quién se queda con una porción de la microtorta.
—¿Qué opinión les merece la irrupción y el liderazgo de Ciudad Futura?
—En Santa Fe el peronismo viene de hacer una muy buena elección a partir de la construcción de una figura joven y militante. No es casualidad adónde se volcó el voto. No fue una figura repetida. Tiene que ver con caras nuevas, con una frescura militante y con armar un un plan de ciudad bastante sólido. O sea que no es una cuestión de discutir por discutir sino de armar un plan de gobierno, que también es nuestra idea.
Nacionalismo, producción y trabajo
—Me gustaría que desarrolles el concepto de nación que vienen militando…
—La política antes que nada es internacional. Tenemos que entender a la Argentina inserta en mercados y escenarios políticos mundiales, para no perdernos la discusión real: ¿qué rol juega Argentina en el mundo y de qué manera se la aprovecha o protege? Tenemos un país completamente infiltrado por las corporaciones del imperialismo. Lo muestra el hecho de que somos una de las principales productoras de soja mundial pero todas las exportadoras están radicadas en el extranjero, excepto una que se fundió.
Argentina tiene ríos navegables, litio, pampa húmeda, universidades públicas, pero lo estamos regalando por estar mal parados en el escenario internacional. Ser nacionalista no implica pegar un portazo o aislarte del resto del mundo, sino defender los intereses nacionales y de la gente que habita este suelo. Estaría bueno que los argentinos reciban un poco de esa riqueza que genera el país. Acá podemos hablar de los BRICS y del rol que hoy no juega Argentina.
—¿Por qué sería positivo para nuestro país el negociar o formar parte de este grupo?
—Porque todos van ahí, salvo nosotros. Son importantes los BRICS por el cambio rotundo en el escenario internacional, donde pasamos de un mundo unipolar, regido únicamente por las capacidades militar, económica y política de Estados Unidos, a un mundo multipolar con Rusia, China a la cabeza. La discusión ya no se da solo tocando la puerta de la embajada yanqui. China produce más de la mitad de lo que se consume en el mundo y no podemos quedar fuera de ese mercado.
Lo que tiene de llamativo los BRICS es que reúne a naciones del sur global con eventos de insubordinación hacia las naciones potencias como Estados Unidos. Un debate interesante es si Argentina puede ser comida por Brasil. En algún momento se habló de unificar la moneda. Bueno, hay que plantearlo. Pero hoy no estamos atendiendo el debate. En cambio le pusimos un moño a la Argentina, se la regalamos a Estados Unidos y están poniendo una base en Tierra del Fuego.
Por eso el nacionalismo no es una cuestión de me gusta la bandera, me disfrazo de gaucho el 25 de mayo y salgo a pensar que somos la patria blanca. No. Es reivindicar la posición nacional para tener un orgullo de país y sacar provecho de ello. Es hacerse con los recursos de la patria para los habitantes de este suelo.
Estoy pensando en el río Paraná y en el puerto. ¿Por qué Santa Fe no puede tener producción de barcazas? Es un ejemplo suelto que habría que estudiarlo más a fondo y ver si es posible. Pero tenemos un río navegable que está dragado hasta Rosario y por eso en el puerto de Santa Fe hay un casino en vez de una elevadora de granos. Construir un astillero generaría mano de obra. Además, históricamente Santa Fe fue pensada en relación al puerto.
Obviamente, para hacerlo vamos a tener que discutir con las multinacionales que monopolizan el tráfico del río Paraná. Pero son temas que no están presentes en la discusión política. La mayoría de las veces que me tocó tratarlo con dirigentes provinciales o nacionales, me miraron raro.
—¿Cuál es el modelo de producción nacional al que les gustaría llegar, pensando concretamente en la industria santafesina?
—Es una deuda del peronismo hablar seriamente del campo. No es lo mismo alguien que tiene 200 mil hectáreas y arrienda la tierra sin producir que un pequeño productor con 200 hectáreas donde cosecha soja y algo de ganado. La producción nacional tiene que estar vinculada a la agroproducción, la famosa manufactura de origen agropecuario, es decir, transformar la soja en aceite.
Por eso hubiera sido importante la estatización o al menos la normalización de Vicentín. Era la única línea de bandera que producía aceite local, porque las demás son todas extranjeras. Fue una oportunidad que se perdió en complicidad con la política. Por eso hay gente presa o exiliada y créditos del Banco Nación dados en circunstancias completamente irregulares. Un montón de pequeños productores fueron estafados por la empresa que nunca terminó de pagar sus deudas.
Hay que pensar la producción en términos de ventajas comparativas. Tenemos a la pampa húmeda que es fértil; ¿de quién es esa producción? Pero si vamos a aplicar una matriz extractivista (sembrar, cosechar, subir al barco y exportar), será un modelo para cinco personas, con un 10% de ricos y un 90% de pobres. En cambio, podemos partir de esa ventaja que es tener suelo fértil y empezar a industrializarnos. Por ejemplo, tener una aceitera y un molino productor de alimentos que vendan a precios razonables.
Y después hay que considerar que la Argentina, a diferencia de otros países de Latinoamérica, cuenta con gran capacidad de materia gris. Tenemos universidades que son públicas: formamos técnicos, licenciados, ingenieros que son brillantes y cobran sueldos en consecuencia, pero que no trabajan acá; ¿cómo puede ser que formemos a los ingenieros del mundo pero no les damos trabajo?
Obviamente que un país con la obra pública paralizada no tiene nada para ofrecer a un ingeniero civil. Pero tenemos la posibilidad de hacerlo. Y no tiene que ser una cuestión de izquierdas o derechas, porque el privado siempre va a potenciar el modelo. Son quienes invierten y hacen gestiones, pero es importante que haya un Estado fijando las normas indispensables para protegerla de los embates del resto del mundo.
La matriz impositiva también es algo a revisar y discutir. No desde la cosa pava de «no quiero pagar impuestos» o la motosierra. No. Los impuestos deben ser usados para favorecer a la industria y pensar en un esquema redistributivo, donde realmente paguen aquellos que tengan la capacidad de hacerlo. No es lo mismo tributar si sos rico que si no lo sos, porque el no cobrar impuestos implica redireccionar la riqueza en un sentido.
—¿Lo ves comprometido al gobernador Maximiliano Pullaro en la defensa de la producción local y provincial?
—Es difícil pensar que la provincia pueda hacer algo distinto a lo que hace Nación cuando no discute sus políticas. La apertura indiscriminada de importaciones no le sirve a quienes se consideren industrialistas. En Villa Constitución hubo 600 despidos porque la apertura y la caída de la obra pública hicieron cerrar muchas empresas. El acero que se fabricaba, por ejemplo, iba al obrador que de repente cerró… ¿a dónde van a ir esos empleados?
Y el gobernador, sí bien puso algunos carteles como para enfrentar las obras paralizadas, no reactiva la obra pública ni la producción nacional, sino todo lo contrario. Es una dicotomía del te quiero y no te quiero. Comunica bien algunas de sus obras, pero son pocas. En la ciudad de Santa Fe están arreglando alguno de los canteros centrales mientras la gestión anterior construyó gasoductos.
Además es un gobierno que se suma a las políticas de difusión de odio y la estigmatización de sectores. Ni hablar con los docentes, que parecen ser el enemigo público. La sociedad encontró en ellos un chivo expiatorio donde depositar su odio, y el gobierno lo avala. Si uno quiere resolver los problemas de la educación, hay que invertir en infraestructura, en formación, en garantizar los útiles. Pero el Gobierno piensa que lo va a resolver presionando a un docente para que no pierda el presentismo.
Convención y apatía
—¿Siguen el debate de reforma de la Constitución santafesina? ¿Qué opinión les merece?
—Sí, lo seguimos. Creo que nos pasa lo que a la mayoría, que de repente nos topamos con una Reforma Constitucional sin debate de cara al público, pese al esfuerzo de algunos dirigentes del PJ.
Quienes están ahí representándonos, la mayoría, son dirigentes que se designaron en una mesa sobre el cierre de listas. No hubo una construcción real de representatividad. Hay convencionales constituyentes que uno ni conoce. Por eso la gente no va a votar.
Es una convención entre círculos políticos donde se discute la reelección del gobernador y muy poco más. Nos interesa desde lo político, obviamente, porque la Reforma de la Constitución provincial tendrá consecuencias en nuestra vida legal hacia adelante. Por ejemplo, la autonomía municipal que va a permitir a los municipios acceder o no a distintos tipos de recursos fiscales y a contratar empréstitos en el extranjero. Pero, en definitiva, es un proceso alejado de la sociedad.
—¿Ves un paralelismo entre la apatía hacia la Convención y el bajo nivel de asistencia a las urnas?
—Sí, sin duda. Es un cansancio y creo que debe haber personas que votaron a Macri, a Alberto y ahora a Javier Milei y que se vieron defraudados en cada una de estas gestiones. No estoy diciendo que sean lo mismo, pero sí que ninguno logró resolver los problemas reales, que para nosotros son la producción y el trabajo. Ahí tiene que estar puesto el foco militante. La mitad de la gente no fue a votar, por eso queremos salir a convencerlos de que la política es importante para transformar la realidad.
Fuente Pausa