Garras apiñadas y pan amargo
Por Alejandro Ippolito
¿Cómo se hace para hablar de “fiestas” en medio de tanta tristeza?
Me subleva la indolencia de buena parte de la sociedad que se encuentra abocada a la tarea de negarlo todo, entregándose a las urgencias que manda el calendario como si nada más pasara, como si hubiera motivos para celebrar o como si fuera posible brindar sobre los escombros deseando prosperidad. Recorren los comercios buscando ofertas para mentirse debajo de un árbol de plástico con paquetes y bolsas que simulen un bienestar que ya no existe.
Habrá un dolor desmesurado sobre la mesa de los olvidados, de los despedidos, de los jubilados; sólo será un festín para los buitres este año que agoniza y promete aún más miseria para los días que vendrán. Los argentinos somos una rara especie, hemos caído en el acostumbramiento y la pasividad en momentos que requieren de toda nuestra militancia como si los medios dominaran el pulso de nuestras emociones, solía resistirme a la idea del
poder tan desmesurado y efectivo de los diarios y los mensajes por goteo permanente de las pantallas inmundas, pero no puedo más que reconocer que la morfina, inyectada con total inteligencia por los múltiples canales de expendio diseminados por todo el país, ha logrado adormecer a buena parte de nuestra sociedad empujándola a un estado vegetativo del que no logra salir y todo parece indicar que terminará sucumbiendo con una sonrisa idiota dibujada en los labios.
Por estos días hay más de dos millones de personas que estrenarán su nuevos vestidos de la famosa marca “Pobreza Cero”, del diseñador Mauricio Macri, y desfilarán por la pasarela moviendo las cabezas hacia uno y otro lado, saludando a los invitados del FMI que apludirán a rabiar la flamante colección. Se sumarán a la comparsa miserable los miles de despedidos, los jubilados sin bono y sin remedios, los 3500 periodistas amordazados, los estudiantes sin escuelas, los docentes apaleados, los discapacitados sin subsidios, los trabajadores explotados.
Ya todo está dispuesto para los fuegos de artificio, lucecitas de colores que entretengan a los atontados que aún quedan deambulando como zombis entre el humo y los escombros.
El show incluirá una lluvia de dólares prestados que nos mantendrá empapados por cien años pero que, finalmente, promete dejarnos secos a casi todos. También habrá una caravana de camionetas último modelo, con patentes impecables con orgullosas letras “AD” – que deben querer decir “Amigos de Dios”, ya que han sido bendecidos con el maná de las cosechas sin retenciones – de los oligarcas terratenientes que ahora viven más aliviados lejos del populismo que les arrebataba su fortuna. Los mercaderes de la timba financiera se llenarán las fauces hasta caer rendidos como hicieron cada día de estos últimos tres años, la fiesta para ellos es permanente con el guiño cómplice de sus socios del Estado.
A las 12 de la noche veremos las sillas vacías de todos aquellos que este gobierno se tragó a balazos.
Esta es una celebración maldita para el neoliberalismo gobernante, se recuerda el aberrante nacimiento de un pobre, perseguido por orden de los que temían perder su poder ante la amenaza de aquel que vino a decir cosas peligrosas sobre igualdad y esperanza. Por suerte hoy tenemos quien nos cuide de semejante amenaza.
…y en el 2000 también, como en el tango
23/12/2018