Escribir en estos formatos es como tirar una botella al mar. Con la misma
necesidad, con la misma pasión y con la misma esperanza.
La necesidad de compartir pensamientos y sentires. Seres sentipensantes, diría
Galeano. Término con el que acuerdo desde los más profundo de mis emociones.
Yo no puedo pensar sin sentir. A lo mejor hay personas que sí. No lo sé. Para mí
es como que van de la mano.
Cuando expreso con palabras mis pensamientos, mis emociones se filtran como el
viento en las ventanas que sin duda no tienen burletes. Por qué es allí, en la
elección de las palabras en dónde el fluir a modo de viento huracanado lo invade
todo y tengo que borrar y re-escribir hasta que las emociones se calmen y me
permitan expresar lo que quiero.
La pasión es eso: una tormenta que luego se calma, pero nunca se esconde. Es lo
que impulsa, es lo que empuja, es ese rojo que me impide ser incolora. Se
entrevera con mis pensamientos y los moldea como un artesano con la arcilla.
Ya fusionados construyen la esperanza. La ilusión y el intenso deseo que los
diputados y senadores no traicionen al pueblo que los eligió. Que no traicionen la
memoria, las cicatrices, la historia.
Ya no se tendría que haber aprobado, pero ahora es indispensable que hagan
honor a sus designaciones. Apelo al principio básico de no dar la espalda al
pueblo argentino, a nuestro país, a nuestra patria. Eso, por si no lo saben, se
llama lealtad.
¿Una utopía?
Puede ser. Pero si la utopía es la representación de una sociedad futura que
favorece el bien humano, no bajaré los brazos. Contraria a esta distopía que se
nos presenta ahora, la seguiré buscando con pasión y pensamientos porque para
eso sirve la utopía para caminar.
Sé que estás ahí