En busca del concepto de la autonomía tecnológica.

VisiónPaís/ abril 21, 2019/ Sin categoría

Por Bruno Pedro De Alto*

La autonomía tecnológica significa la capacidad soberana de elección de aquello que vamos a desarrollar en ámbitos propios, y de aquello que vamos a importar, es la capacidad autónoma en el manejo de la tecnología, pero siempre observando que es lo más conveniente y lo más adecuado para la resolución de los problemas que hemos priorizado.

El suceso revolucionario de Buenos Aires iniciado en 1810 no logra inmediatamente instalar una forma definitiva de gobierno. No logra afianzar de qué modo se van a gobernar estas tierras, pero si logra – en 1816 – claramente imponer un concepto ordenador: la independencia de ellas frente a la metrópolis española. Pasados los más de doscientos años que nos separan de esos días, pareciera que aquel concepto ordenador de “la independencia” no pudo aún cristalizarse plenamente, pero en cambio sí se pudo dejar en claro el asunto de cómo gobernarnos: con democracia, desde 1983 en adelante, pese a sus turbulencias transita un camino democrático sólido. Entonces, lo que se ha tornado confuso es el dogma de la autonomía que abarca cada uno de los aspectos de los que puede contener una sociedad organizada como país. En este artículo vamos a detenernos en aquel aspecto que se vincula fuertemente con el desarrollo, es decir la tecnología y su soporte científico –tecnológico.

Quien mejor ha explicado los conceptos de autonomía – independencia tecnológica ha sido sin duda Jorge Sabato (https://visionpais.com.ar/el-equivocamente-llamado-triangulo-de-sabato). Primero aportará, desde la perspectiva de la autonomía tecnológica, que la autonomía es libertad de decisión, y luego afirmará que de esa manera se logra contribuir desde un marco de independencia la resolución de los problemas que les son propios los países que las producen.

Autonomía:

“Surge así la primera conclusión de importancia en este razonamiento que hemos realizado formulándonos algunas preguntas fundamentales. La conclusión es que el primer objetivo, el objetivo central, el objetivo alrededor del cual hay que desarrollar el conjunto de acciones de una política tecnológica nacional, debe ser el del desarrollo de una capacidad autónoma en el manejo de la tecnología.

La capacidad de manejo de la tecnología: Habrá que aclarar siempre que decir autónoma no quiere decir autárquica. No vengo aquí a proponer una Argentina cerrada desarrollando por cuenta y riesgo propio toda la tecnología necesaria para sus requerimientos.

(…) Quiero decir que la autonomía tecnológica significa la capacidad de elección de aquello que vamos a desarrollar, aquello que vamos a importar y completar. Es la capacidad de armar lo que hemos definido tantas veces como los paquetes tecnológicos más convenientes, más adecuados para la resolución de un problema.

(…) Hablar de tecnología nacional, como a veces se hace, siempre me aparecido una simplificación bastante inocente. No se trata de tecnología nacional, se trata de manejo propio de la tecnología que más nos conviene, nacional o no nacional. Por su puesto que si no hay un fuerte contenido de elementos propios esos paquetes pueden no estar bajo nuestro control: si el paquete tiene todos elementos importados, sencillamente estamos en una situación de encontrarnos bajo el dominio del dueño del paquete”.

¿Qué tecnología se necesita?

“La respuesta que se dé a esta pregunta definirá las relaciones que se establezcan entre el hombre y esa inexorable herramienta de su realización. La situación que se da hoy (NdA: escrito en 1983) en la mayoría de los países tanto capitalistas como socialistas, en relación a la tecnologización de la sociedad, es la consecuencia natural de que una determinada tecnología responde a esa cuestión no en términos de las necesidades fundamentales del ser humano, sino de la sola racionalidad interna del sistema productivo al cual sirve.

(…) Una respuesta que aparentemente permitiría al hombre liberarse de la esclavitud de su propia creación podría ser la siguiente: la tecnología que se necesita es aquella que ayuda a proveer las necesidades básicas de la humanidad y a desarrollar en plenitud todas sus capacidades, empleando los recurso disponibles de manera que no conduzcan a la explotación o sojuzgamiento del hombre ni la destrucción irreversible de la naturaleza.

(…) un problema capital que quiero subrayar es que será imperativo desarrollar una capacidad autónoma para dirigir el proceso tecnológico y para manejar la tecnología. Sólo mediante el manejo autónomo podrá una nación comenzar a marchar en la dirección que eventualmente le permitirá disponer en cada caso de la tecnología ajustada a los propios objetivos, más respetuosa del acervo cultural, más conveniente para sus propias necesidades y más adecuada a sus dotaciones de recursos y factores”.

Por su parte, Oscar Varsavsky (https://visionpais.com.ar/oscar-varsavsky) hace un aporte metodológico muy valioso que permite comprender cuales son los pasos que rompen el método tradicional de la ciencia y tecnología dependiente, que se referencia en los centros internacionales de investigación. La independencia de criterio se observa al elegir autónomamente, con independencia de criterios, cuales son los problemas que deben ser atendidos por el sistema científico – tecnológico.

“Para evitar confusiones, insistiré en que la autonomía científica es independencia de criterio, actitud crítica pero de ninguna manera rechazo indiscriminado de todo lo que provenga de otro país (…); Hacer ciencia argentina es tomar cada problema en su marco de referencia local, buscando los factores importantes y las leyes adecuadas al caso particular, sin despreciar la experiencia universal, pero sin aceptarla a priori. Estas cuestiones aunque parezcan en un principio ciencia aplicada, si se quiere tratar en serio la cuestión, se deben conducir hacia la ciencia teórica original.

(…) La dependencia solo termina, como es la tesis de este libro, cuando el país define su estilo tecnológico propio, en base a su proyecto nacional, y con ese contexto crea, innova, adapta e incluso compra si lo considera necesario; o sea, toma las decisiones sobre cada problema tecnológico específico”

Y en tercer término, nos apoyamos en Amílcar Herrera (1), que también señala en términos semejantes a Sabato lo que es autonomía tecnológica al señalar que:

“Autonomía, por supuesto, no significa autosuficiencia, porque ningún país del mundo es autosuficiente en el terreno científico. Significa simplemente la capacidad de tomar decisiones basadas en las propias necesidades y objetivos en todos los campos de la actividad social, utilizando la creación científica generada dentro o fuera de la región. En suma, supone alcanzar el grado de autodeterminación que, en el terreno científico, poseen los países más avanzados.

Un objetivo de esa magnitud no constituye por sí solo, obviamente, una política científica; ésta implica, sobre todo, la determinación de los medios y de la estrategia para implementarla”

Pero su mejor aporte, en función de los objetivos de este artículo, es cuando Herrera caracteriza al producto tecnológico como un producto cultural, por lo tanto portador de la cultura de quien lo produce. La elección libre de la tecnología implica estar eligiendo fortalecer la cultura propia, o permitir que una cultura ajena sea incorporada. Si esto último es lo que va a ocurrir, será una decisión planeada, evaluada y consciente:

“La transferencia tecnológica hacia los países subdesarrollados se efectúa en cambio casi totalmente a través de la adopción de tecnologías elaboradas en el exterior, sin ningún proceso previo de adaptación, mediante el clásico  mecanismo de la compra de patentes y de saber técnico (know how).

(…) la mayoría de las nuevas tecnologías se crean en función de la demanda de los países desarrollados. Su introducción en otros mercados de características distintas, sin una adecuada adopción previa, puede provocar serias deformaciones en los mismos. El resultado, en América Latina, de este tipo de transferencia tecnológica, es el que conocemos bien: una industria atrasada técnicamente, de altos costos,, incapaz de satisfacer adecuadamente las necesidades nacionales”.

En resumen, tomando nota de los maestros y referentes que se atrevieron ya hace más de cuarenta años atrás, construir un marco práctico y teórico sobre la cuestión de la autonomía tecnológica y visto desde la perspectiva de una Argentina transitando las primeras década del siglo XXI, el concepto de independencia tecnológica que nos compromete hoy a un destino soberano toma estas definiciones:

La autonomía tecnológica significa la capacidad soberana de elección de aquello que vamos a desarrollar en ámbitos propios, y de aquello que vamos a importar, pero siempre observando que es lo más conveniente y lo más adecuado para la resolución de los problemas que hemos priorizado.

El tema de la autonomía tecnológica argentina, excede su carácter de nacional, para tomar una dimensión mayor: es el tema de la autonomía tecnológica latinoamericana, por historias y destinos comunes, pero también por razones de escala.

La dinámica de la autonomía tecnológica se inicia por la selección y priorización de los problemas que deben ser tratados, pero es necesario observar que aún se debe avanzar en qué tipo de instancias son las que deciden eso. Sin duda que se deben tratar de crear instancias democráticas, multisectoriales y que representen cada localía regional. Latinoamérica es la suma de miles de regiones con propias culturas y necesidades, que deberán ser articuladas y contempladas.

La cuestión de los recursos económicos es central. Esperar a tener riquezas para invertir en I+D no es un ciclo virtuoso, es en realidad una falacia. Se debe invertir en I+D para luego poder crear riquezas que luego serán reinvertidas en más I+D, el verdadero circulo virtuoso.

La ciencia, la tecnología y el desarrollo no son posibles de ser atendidas desde una elite local reducida. Hay que ampliar la base educativa de nuestros países desde la base: fortaleciendo los sistemas primarios y secundarios, logrando mayores sectores sociales y cobertura regional que serán incluidos en los sistemas científicos – tecnológicos. Más tecnólogos, más científicos, más empresarios emprendedores, y más gestores tecnológicos.

Todo indica que en la Argentina que se recupera con el retorno de un gobierno nacional y popular en diciembre de 2019, la articulación entre ciencia, tecnología, producción y desarrollo serán políticas de Estado prioritarias, demostrando que se aprenden de los errores

Este proceso requerirá de cada vez más políticos y funcionarios dedicados al tema, y a la vez, mejor formados en ellos.

(1) Herrera, Amílcar. “Ciencia y Política en América Latina”. Siglo Veintiuno Editores. Abril de 1971.
*Licenciado en Organización Industrial (UTN) y Especialista en Gestión de la Tecnología y la Innovación (Untref). Autor de “Autonomía Tecnológica (2013. Ciccus) y “Tozuda industria nacional” (2018. Ciccus – Lenguaje Claro)
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