El problema no es Noviembre
Por Grupo Nomeolvides
Septiembre 15, 2021
El gobierno nacional que encabeza Alberto Fernández fue posible, en última instancia, por una decisión brillante e impredecible de Cristina. Pero antes de eso, fue literalmente parido por la resistencia popular al macrismo, durante cada día comprendido entre el 10/12/15 y el 10/12/19, en las campañas de 2019 y 2017.
Este breve ejercicio de memoria sirve para contextualizar estas líneas: hablamos bien desde adentro, desde adentro del movimiento nacional y desde adentro de nuestras tripas. Consideramos a este nuestro gobierno porque pusimos nuestra fuerza en ese parto colectivo y, como suele ocurrir con los hijos, nuestro compromiso es a prueba de desplantes y caprichos.
En 2015, la derecha llegó al poder por primera vez de manera democrática en Argentina. En 2016 se produjo un golpe legislativo en Brasil. En 2019 los golpistas bolivianos intentaron un magnicidio, que no se consumó exclusivamente por los reflejos de Alberto Fernández. Pocos meses atrás, partidarios de Trump desconocieron su derrota e intentaron tomar el Capitolio.
El mundo de los algoritmos y la inteligencia artificial, con una potencia declinante peligrosamente herida y otra emergente pero con un liderazgo pendiente de consolidación, no sólo es más desigual, es más inestable e impredecible. Se parece muy poco al de 1983. Los poderes fácticos, cebados por la experiencia de gobernar sin mediaciones con Macri, no pueden sino burlarse de las intenciones de diálogo y convivencia amable. Recurren a una estrategia de poder duro. ¿Hasta cuándo le vamos a hablar a un mundo que dejó de existir?
Mucho se ha dicho en estas 48 horas sobre las fallas en la comunicación o el problema arrastrado e irresuelto de tener que vivir en dólares con ingresos en pesos. En materia económica, es poco lo que tenemos para aportar. Hay economistas compañeros, muchos y muy buenos, con la audacia y la solidez doctrinaria que esta hora requiere. Audacia es probablemente la palabra clave. Tanto para la economía como para la comunicación.
Vamos a la comunicación, que es lo nuestro. El gobierno nacional nunca explicitó su política de comunicación, tenemos que inferirla de sus actos y lo que vemos nos permite diagnosticar una mirada propia del paradigma anterior: dar notas a los periodistas y pauta a los empresarios. La comunicación hoy es un fenómeno mucho más complejo y abarcativo, en el que predomina la función persuasiva sobre la informativa, que apela a los aspectos más emotivos y primarios. Desconocer esto implica seguir discutiendo de caballos cuando los Ford T dominan las rutas.
En este nuevo escenario, la asimetría puede equilibrarse con creatividad y audacia, involucrando otros factores. Los medios comunitarios, claro, pero no sólo ellos. Las organizaciones libres del pueblo, la militancia, con la voluntad de convencer pero también con la formación específica en los términos presentes del problema.
Esto es, cómo convertir a nuestros amigos, familiares y vecinos, hoy en situación de vulnerabilidad política, al punto de votar nuevamente a sus verdugos, en sujetos políticos plenos. No se trata de militar más, no se trata de cuánto sino de cómo. No se puede optimizar los resultados si se milita a ciegas o faltan herramientas.
Cuales son las formas, características y ritmos que debe adoptar la comunicación para lograr la persuasión. La comunicación política, sin abandonar el palacio, debe abordar el territorio, convertir a cada militante en un cuadro persuasivo, en permanente contacto y comunicación con su entorno, para conocer sus necesidades, preocupaciones y anhelos, mejor que un algoritmo. Eso es una campaña molecular.
Militamos estos conceptos desde 2015. Hemos recorrido con ellos el país, publicamos dos libros, dictamos un seminario universitario. Funcionan en sindicatos, municipios y clubes, está comprobado. ¿Se pierde algo escalándolo a nivel nacional?
No tendríamos problema en seguir siendo una formación especial, alejada de los centros de decisión pública, en pleno gobierno peronista, si el gobierno acertara sin nosotros. Pero no es el caso. Y lo que se juega no es el destino de un grupo de funcionarios sino el de la Patria y sus hijos, que son los nuestros.
Muy probablemente logremos recortar la diferencia en noviembre. Los peronistas nos destacamos por nuestra resiliencia. Pero no servirá de nada si no hacemos el replanteo audaz y profundo que este momento histórico nos demanda. No se trata de noviembre, ni siquiera de 2023. Se trata de si superaremos alguna vez las estructuras de colonización ideológicas que tan bien describiera Don Jauretche.
No tenemos siquiera mayorías electorales, cuando las transformaciones profundas requieren mayorías políticas y movilizadas, que sólo se pueden construir a partir de una estrategia de comunicación que incluya al territorio y la militancia, con apoyo real del gobierno.
Compañeros funcionarios, ya conocen los detalles del planteo. Los escucharon de nuestra boca en sus oficinas. Si no los recuerdan, pueden descargar nuestros materiales en *www.gruponomeolvides.net.ar*