El fin de las ideologías
Por Daniel Di Giacinti
«Mire, m’hijo. Ya no sirven las ideologías. Marx fue el último de los ideólogos, la Z de
las ideologías. Hoy la Revolución pasa por la doctrina. Las ideologías le daban a los pueblos tres
o cuatro líneas generales a seguir. Los obligaban a ajustarse a un libreto para cumplir un
objetivo lejano. A veces bien intencionado, pero, por su mismo proceso, inhumano. El hombre
de hoy quiere saber que papel juega en todo esto y aportar lo suyo. Las ideologías han
fracasado porque los problemas son diferentes. El hombre de hoy se resiste a que se le
embrete, a que se le empuje. Quiere ser hombre. La doctrina, al integrarlo, al estimularlo, al
comprenderlo, le da ese lugar que le corresponde en la historia. Y solo así es como se puede
liberar, lograr la Unión Nacional, Regional, Continental, La Revolución Humana (…) se trata de
que todos los Argentinos construyamos la estructura revolucionaria, que es el poder mismo.
De esta forma el pueblo no doblegará el poder, sino que lo ejercerá, será suyo. El poder no es
el gobierno político solamente. El poder surge del bienestar general y de la participación total.
Por eso en nuestra Revolución Humana no podrán existir marginados, olvidados, parásitos o
zánganos. Sera un sistema que dará plena felicidad a todos los Hombres, Mujeres y niños de
nuestro pueblo y que servirá de ejemplo para América y para el Mundo. Ese es el camino»Juan Domingo Perón
En conversación con Esteban Peicovich el 05/06/1973,
publicado en «Yo, Juan Domingo Perón. Relato Autobiográfico»
Las formas institucionales de la democracia liberal son utilizadas en la actualidad como una herramienta de dominación cultural. Tienden a impedir la maduración política de los pueblos impidiendo la elevación de su cultura social. Para ello promueven una ciudadanía ordenada detrás de una participación política que deja la creatividad y la responsabilidad de las transformaciones fundamentales de la Nación en manos de una clase política “profesional”.
“La política se realiza exclusivamente a través de sus representantes” reza el slogan demoliberal. El rol asignado al ciudadano es de elector distante, con una perspectiva descomprometida que alienta la indiferencia y la atonía social. La democracia colonial predica la competencia y el individualismo, dejando las puertas abiertas al egoísmo y el materialismo hedonista.
Dentro de estas formas de participación ciudadana difícilmente una sociedad logre desarrollar una conciencia solidaria capaz de poner en marcha un proceso de desarrollo que genere las riquezas necesarias y una justa redistribución de las mismas, para revertir la enorme injusticia social que provoca un capitalismo financiero salvaje y descontrolado.
El peronismo pretende impugnar este tipo de participación construyendo una democracia nueva, congruente con la envergadura y potencial cultural que hoy las comunidades tienen, brindándole la posibilidad de crear su propio destino definiendo en forma masiva las características de la patria que anhela.
La enorme revolución tecnológica en que estamos inmersos construye día a día un nuevo hombre con capacidades culturales nunca antes imaginadas y que por cierto presiona sobre las construcciones ideológicas fosilizadas presentadas como revelación de un grupo de iluminados. Se abre de esta manera quizás por primera vez en la evolución de las ideas políticas la esperanza de alcanzar la real autodeterminación de los pueblos.
De eso se trata la revolución peronista. De cómo organizar la creatividad comunitaria en busca de una nueva forma de democracia. Una democracia sostenida sobre un nuevo derecho para todos los hombres: el de hacerse dueño de su destino, el de poder crear un futuro para su patria que tenga en cuenta sus aspiraciones y sueños como individuo. Una democracia donde los pueblos puedan compartir el privilegio de crear junto con sus Gobiernos y Estados el destino de la comunidad.
Un nueva democracia donde los procesos eleccionarios no elijan a un grupo de privilegiados como responsables únicos de la transformación de la Nación, sino a los dirigentes que conduzcan junto con toda la comunidad la creación de los planes que puedan sacar a la patria de su situación colonial.
Ya en su temprano discurso del año 1944 al inaugurar la Cátedra de Defensa Nacional en la ciudad de La Plata, el Coronel Perón explicaba que los enfrentamientos geopolíticos incluían hoy a las comunidades como partícipes necesarios y que sería necesario el concurso consciente y comprometido de los pueblos para llegar a ser independientes ante la creciente agresión imperial.
Las luchas anticolonialistas no serían problemas exclusivos de estados sino de comunidades. Las nuevas agresiones colonialistas basarían su dominio impidiendo la maduración cultural de los países en vías de desarrollo. Para ello armonizarían sus intereses políticos-económicos con los intereses de las oligarquías locales acordando distintas herramientas de dominación: desde el fraude electoral, y democracias proscriptivas, hasta dictaduras de todo tipo, para llegar hoy a las democracias coloniales manteniendo instituciones que desde una formalidad legal, una democracia fosilizada, ocultan su verdadero objetivo de impedir el crecimiento de una solidaridad social. Para ello muestran como ideales a formas institucionales de hace dos siglos, que fueron respuesta de otras comunidades en otros momentos históricos, a injusticias y formas de dominio hoy inexistentes.
Trasladadas a nuestro tiempo esas instituciones vacías de representatividad y sin arraigo con la realidad provocan pueblos desunidos, con una enorme falta de confianza hacia sus capas dirigentes, gobiernos y estados, abriendo desde esa debilidad las puertas a la disociación social.
Debemos buscar nuevas formas de representación que puedan recuperar la fe ciudadana y reconstruyan la confianza entre la Comunidad y su capa dirigente.
La política no debe ser únicamente una lucha por el poder. Debe ser un proceso de construcción de un futuro mejor para todos. Ese sendero a construir día a día es el ordenamiento de un esfuerzo común, cimentado por la voluntad solidaria de construir una patria sin injusticia social, libre e independiente y soberana en sus decisiones.
Este “proceso ideológico” como lo denominaba Juan Perón en el Modelo Argentino, genera incertidumbre. Quizás confunda la falta de una etiqueta o la ausencia de un objetivo claramente definido desde lo ideológico a la vieja usanza del racionalismo burgués. Estamos acostumbrados a los caminos preelaborados, nos gusta ser algo ya pensado, o socialistas o liberales o lo que sea. Para el peronismo la autodeterminación popular anula las etiquetas y los objetivos preconcebidos.
“Cuidado con las ideologías que matan la creatividad de los pueblos!” advirtió el Papa Francisco en un reciente viaje por Latinoamérica.
La política es la política nacional de construir entre todos un país mejor. Este camino no tiene una identidad cerrada, terminada. Nadie puede ocluir el sendero de la creatividad de los pueblos que siempre es un camino en construcción, que no termina, que siempre continúa.
Esa es la acción política que quiere organizar el peronismo. Una organización que no está en función de un camino electoral sino en la necesidad de armonizar la potencialidad de una comunidad, con una enorme diversidad y atravesando escenarios socio-económicos cada vez más complejos y contradictorios.
El voto ciudadano sigue siendo la base fundamental de la democracia. Pero a diferencia del liberalismo no elegimos a otros para que decidan por nosotros anulando nuestro compromiso y potencialidades ciudadanas para forjar un destino mejor. Elegimos a quienes son capaces de incluirnos en esa transformación que la Nación necesita. La política real, la que es responsable de ordenar las transformaciones que saquen a la patria de su situación colonial es responsabilidad de toda la comunidad en su conjunto. La organización propuesta por el peronismo es la de ordenar la capacidad creativa de las distintas organizaciones sociales, políticas y económicas en una acción dinámica que debe ser materializada en una creciente solidaridad: social, nacional y continental.
Fundación Villa Manuelita