El Consejo para el Proyecto Nacional

VisiónPaís/ febrero 27, 2022/ Sin categoría

Del libro de Daniel Di Giacinti, «Peronismo: ¿Reforma o Revolución?»

La  revolución en paz propugnada por el líder proponía en un nuevo concepto de Soberanía Política que descansaba sobre un proceso de autodeterminación popular donde el Estado abriera la participación sobre las decisiones ejecutivas a amplios sectores de la comunidad.
Esta visión se basaba en la convicción de que la única forma de resolver los problemas de injusticia social provocados por el individualismo egoísta del capitalismo, era con el aumento de la conciencia política de la comunidad.
La injusticia social no se resolvía con la redistribución de una economía colonial, sino con el crecimiento de una economía independiente que en su desarrollo contemplara una redistribución mas justa.
No podría lograrse la justicia social sin la independencia económica, pero ésta estaba además condicionada por un proceso de soberanía política que contemple al hombre nuevo que debía sostenerla.
Este “hombre nuevo” debería romper los moldes de participación política del demoliberalismo y desarrollar en una acción conjunta con el Estado, una discusión sobre políticas nacionales para comenzar a elaborar un proceso de participación comunitaria que desarrollara el espíritu solidario y su consecuencia: la unidad nacional.
Este proceso debería comprometer a todos los sectores representativos de la comunidad, sus partidos políticos, las organizaciones intermedias y el pueblo a través de nuevas formas de participación.
En su primer gobierno, cumplida la primer etapa de “Dignificación popular” que significó el Primer Plan Quinquenal, intentó construir sobre ese hombre dignificado una Argentina donde la participación ciudadana pudiera madurar solidariamente, rompiendo los esquemas de representación política individualista del demoliberalismo burgués que la ataban a un colonialismo cultural de dependencia.
Para lograrlo interpretó primero el alma de su pueblo y propuso la base doctrinaria que serviría de plataforma básica para que ese proceso de discusión colectiva, no se hundiera en miles de contradicciones divergentes provocadas por los intereses sectoriales que lógicamente conviven en una Nación moderna.
Luchó denodadamente junto a Eva Perón para que esos preceptos ideológicos, ese “deber ser” que significa una doctrina política, fuera incorporada en el corazón de su pueblo. Sobre la base firme de las tres banderas revolucionarias del peronismo se podría poner en marcha un proceso de creatividad que pudiera ir definiendo el modelo de país que el pueblo argentino deseaba.
Este proceso se había intentado poner en marcha en el año 1952 con el lanzamiento de las Organizaciones Libres del Pueblo. El mismo -como vimos- quedó detenido ante el fracaso de las dirigencias de incorporar a nuevos sectores sociales a la revolución. El fracaso de ese intento obligaba a buscar nuevas formulaciones a esa nueva dinámica política.
El anterior había descansado sobre la exposición esquemática de la organización a lograr, justificando su desarrollo y funcionamiento desde los objetivos ideológicos y filosóficos de la Comunidad Organizada.
Los tiempos históricos impidieron que la comunidad pudiera comprender el sentido de la propuesta, ni siquiera sus propias dirigencias atinaban a elaborar sus requerimientos.
La incomprensión de la oposición terminó corporizándose en un odio irracional y la incomprensión de su dirigencia derivó en una pesada burocracia.
Ya en los setenta, Perón intentaría poner en marcha el proceso revolucionario de otra forma.
Para ello utilizaría un hecho coyuntural y sobre la excusa de resolverlo, convocaría al pueblo a una participación donde intentaría corporizar sus nuevos principios de soberanía política.
La necesidad de una Reforma Constitucional le brindaría esa oportunidad.
Una vez en el gobierno Perón designó a Vicente Solano Lima como secretario general, siendo éste secundado por Francisco J. Figuerola. Este a su vez formó un equipo interdisciplinario que integraron Alfredo Carella -como jefe del gabinete de asesores-, Francisco García Laval, Ileana Belatti, Juan M. Palacio, Miguel A. Gutiérrez, Rodolfo Mendoza, Juan Chamero, Jorge Sulé, Jorge Abazyan y Guillermo Piuma.
Esta Secretaría sería una especie de Estado Mayor Político que debería rápidamente estudiar la necesidad de una reforma constitucional ya que la vigente en el país contenía disposiciones absurdas impuestas por la dictadura de Lanusse.
Perón manifestó al equipo de trabajo «no debe ser una Constitución hecha solamente por los abogados. Ni tampoco impuesta desde arriba, desde el gobierno. Debemos lograr una Constitución en cuya elaboración hayan participado todos los sectores del país».
La Secretaria General, junto con los ministerios de Interior y de justicia establecieron los mecanismo y cronograma de la reforma. Perón necesitaba movilizar al conjunto del sistema político, activar el debate nacional sobre el tema y luego de la participación de todos los sectores estarían dadas las condiciones para realizar la Convención Constituyente.
Este programa de acción sería lanzado por el presidente en la mañana del 1º de mayo cuando se dirige a ambas Cámaras del Congreso de la Nación para dejar inaugurado un nuevo período parlamentario. En ese discurso convocaría explícitamente al pueblo al debate y la discusión:
«La juventud argentina, llamada a tener un papel activo en la conducción concreta del futuro, ha sido invitada a organizarse. Estamos ayudándola a hacerlo sobre la base de la discusión de ideas, y comenzando por pedirle a cada grupo juvenil que se defina y que identifique cuáles son los objetivos que concibe para el país en su conjunto.”
«Los trabajadores, columna vertebral del proceso, están organizándose para que su participación trascienda largamente de la discusión de salarios y condiciones de trabajo. El país necesita que los trabajadores, como grupo social, definan cual es la sociedad a la cual aspiran, de la misma manera que los demás grupos políticos y sociales.”
«Los empresarios se han organizado sobre bases que han hecho posible su participación en el diálogo y el compromiso. De aquí en más, el gobierno ha de definir políticas, actividad por actividad, y comprometer al empresariado en una tarea conjunta, para que su capacidad creativa se integre al máximo en el interés del país.”
Para identificar el papel de los intelectuales, hay que comenzar por recordar que el país necesita un modelo de referencia que contenga, por lo menos, los atributos de la sociedad a la cual se aspira, los medios de alcanzarlos y una distribución social de responsabilidades para hacerlo.”
«Nuestra Argentina necesita un Proyecto Nacional, perteneciente al país en su totalidad. Estoy persuadido de que, si nos pusiéramos todos a realizar este trabajo y si, entonces comparáramos nuestro pensamiento, obtendríamos un gran espacio de coincidencia nacional (…).
Finalmente formalizaría un nuevo ámbito de participación ciudadana:
«Quiero finalmente referirme a la participación dentro de nuestra democracia plena de justicia social. El ciudadano como tal se expresa a través de los partidos políticos, cuyo eficiente funcionamiento ha dado a este recinto su capacidad para elaborar historia. Pero también el hombre se expresa a través de su condición de trabajador, intelectual, empresario, militar, sacerdote, etc. Como tal, tiene que participar en otro tipo de recinto: el Consejo para el Proyecto Nacional que habremos de crear enfocando su tarea sólo hacia esa gran obra en la que todo el país tiene que empeñarse”(JDP)

El Modelo Argentino

En la misma línea de acción de la reforma constitucional y el Consejo para el Proyecto Nacional, el 31 de mayo el gabinete nacional conoció el texto de El Modelo Argentino. El coronel Damasco anunció a los periodista acreditados en la casa de gobierno: “El Modelo Argentino es un documento que busca la coincidencia total del país para desarrollar las actividades nacionales dentro de un ámbito de paz, de cordialidad y de armonía”.
Perón reiteraba en esta nueva y última actualización doctrinaria, la necesidad de poner en marcha un proceso de debate político que delineara un modelo de nación que nos liberaría del colonialismo político y permitiera la liberación de la nación.
“Treinta años de lucha política por el país, en el pensamiento, la acción y la reflexión, me han suscitado la convicción de que nuestra argentina necesita definir y escribir un Proyecto Nacional.  Este Proyecto tiene que ser verdaderamente “nacional”; vale decir, realizado por el país.
En consecuencia, todos los sectores políticos y sociales y todos los ciudadanos, tienen el deber cívico y moral de aportar su idea.
Para cumplir con este deber, hoy entrego al país este trabajo al que denomino “Modelo Argentino”. Están aquí sistematizados los pensamientos de una vida de servicio, en la forma mas sencilla en que ellos pueden ofrecerse al Pueblo.”
La liberación no se lograría al cumplir un objetivo predeterminado por una ideología previa, sino que sería la consecuencia de la búsqueda de esa identidad perdida como nación.
En el camino de la creatividad política de un pueblo se romperían los marcos de contención del individualismo capitalista, permitiendo a través del debate y la búsqueda de las soluciones el aumento de la solidaridad social.
Esta consolidación solidaria de la nación sostendría y profundizaría la estabilidad política y los espacios macro económicos que permitirían profundizar una economía independiente al servicio de una sociedad más justa.
“El Modelo Argentino pretende ser precisamente la interpretación de esa conciencia nacional en procura de encontrar su cauce definitivo.”
“Nuestra patria necesita imperiosamente de una ideología creativa que marque con claridad el rumbo a seguir y una doctrina que sistematice los principios fundamentales de esa ideología.”
“Si se quiere salvaguardar la Nación que hemos recibido y seguir adelante en el proceso de preservarla y depurarla, o se usa la política de la fuerza, o bien se elabora la fuerza necesaria para respaldar una política.”
“Ha llegado el momento de tomar conciencia de que en la Argentina nadie tiene derecho de esperar que la sociedad madure por sí sola”
“La armonía y la organización de nuestra comunidad no conspirarán contra su carácter dinámico y creativo. Organización no es sinónimo de cristalización. La sociedad que nuestro Modelo define no será en modo alguno estática. Debe movilizarse a través de un proceso permanente y creativo que implique que la versión definitiva de ese Modelo sólo puede ser conformado por el cuerpo social en su conjunto.”
“Esta liberación comienza por la libertad interior, solo alcanzable por medio de un sentimiento que trasciende al hombre y cultive en él la actitud de servicio. De otro modo, aún las ideologías mas revolucionarias conducirán únicamente a simples cambios de amos.”
“Promueve la participación auténtica para la cual requiere, al menos, las concepciones básicas de bien común, ética generalizada, pluralismo, solidaridad y representatividad.”
“Es la expresión de una Nación que tiene una estructura de poder que le permite tomar decisiones por si misma en cuestiones fundamentales, referidas a sus objetivos, a los procedimientos a llevar a cabo y a la distribución de responsabilidades que quiera establecer en su seno.”
“Es orgánica porque se realiza en comunidad organizada y porque en tal comunidad participan todos los grupos políticos y sociales en el proceso nacional integrados con todas las fuerzas representativas de los distintos sectores del quehacer argentino.” (JDP)
El último contacto con su pueblo
Sin embargo nuevamente como en 1952, sus propuestas son atentamente escuchadas pero absolutamente ignoradas.
Ni las dirigencias de los 50 así como la de los 70 estaban a la altura del pensamiento político de este anciano líder que los convocaba para una revolución profunda y trascendente.
Perón se siente cansado, física y espiritualmente. La situación económica se complica, los enfrentamientos crecen y el Pacto Social amenaza con estallar, saboteado desde diversos sectores. Como en otras oportunidades, está solo frente a las grandes decisiones. Solo frente a su pueblo, que es la fuente de su poder y el heredero del mismo.
En la mañana del 12 de junio apela, una vez más como todos los días heroicos de la historia del peronismo a esa última reserva. Dirige un mensaje radial al país, convocando a cerrar filas en defensa del gobierno popular y señalando con severidad a quienes apuestan a su fracaso: «Cuando el 21 de junio del año pasado dije que volvía para servir lealmente a la patria, tal como lo hiciera toda mi vida, sabía claramente que enfrentábamos un proceso difícil y peligroso, pero también era consciente, entonces, como lo soy ahora, de que no podía rehuir mi responsabilidad frente al pueblo, que es la única fuerza en la que siempre he confiado para orientar y conducir los destinos del país (…).
» Yo vine al país para lanzar un proceso de liberación y no para consolidar la dependencia. Yo vine al país para brindarle seguridad a nuestros conciudadanos y lanzar una revolución en paz y armonía y no para permitir que vivan temerosos quienes están empeñados en la tarea de edificar nuestro destino común. Yo vine para ayudar a reconstruir al hombre argentino, destruido por largos años de sometimiento político, económico y social.”
Una vez más el pueblo se volcaría a la Plaza de Mayo para brindarle la respuesta que el líder necesitaba. Ese pueblo de las grandes gestas de la historia del peronismo. Ese pueblo que no sabía de ambiciones ni herencias le brindaría la despedida que él necesitaba.
Fallecería  pocas semanas después.
A pesar de la soledad estratégica a la que lo condenó el tiempo histórico que le tocó vivir, pudo dejar sistematizados en sus obras y propuestas el camino para la liberación de la patria.
Propuestas que reafirmó con la vivencia histórica de un camino de lucha anticolonialista que recorrió junto a la fe inquebrantable de su trabajadores durante más de 30 años.
Pese a la diatriba, la persecución ideológica, la represión y el odio de sus enemigos y pese a la incomprensión de las dirigencias del país -las propias y las ajenas- pudo regresar y morir en su tierra rodeado del cariño y el amor de su pueblo.
Dejaría una nación adoctrinada, con las banderas fundamentales del peronismo incorporadas no como consignas políticas partidarias, sino como valores culturales permanentes de su pueblo.
Muchos años después de su muerte, con el advenimiento de la democracia, esta realidad obligaría a todos los dirigentes políticos a adoptar un discurso que respetara estas verdades fundamentales.
Era la evidencia de que los postulados del justicialismo se habían transformado en los postulados de todo el pueblo argentino.
El hombre nuevo que anunció, se iría afirmando con el correr de los años ante la explosión de los medios de comunicación de masas que multiplicaron su capacidad informativa geométricamente, sumando a ello la extraordinaria revolución cultural de Internet con su interconectividad planetaria instantánea.
Hoy es absolutamente natural ver la participación popular en decisiones políticas que van desde alternativas económicas, hasta política exterior o reformas constitucionales.
Hoy, los pueblos naturalmente van rompiendo las formas de participación política y es una evidencia el agotamiento de las estructuras participativas demoliberales.
A las acciones de participación masiva como plebiscitos y referéndums se han sumado las herramientas de medición de opinión, que permiten evaluar los consensos comunitarios.
Hay un ambiente revolucionario que se expresa en una incertidumbre generalizada respecto del futuro, que en sí mismo demuestra el agotamiento de la perversión individualista que ha lanzado al hombre contra el hombre en un camino sin razón ni esperanza.
El pueblo argentino sigue esperando sin embargo que se pongan en marcha las  herramientas de participación popular que disparen el debate y permitan al país romper con el colonialismo cultural que todavía nos somete.
Las dirigencias parecen no comprender que la correcta administración de un país colonial, organizado desde una participación demoliberal no es el camino de la liberación.
Debemos reconstruir una nación que ha sido devastada por la oligarquía como venganza por la epopeya heroica del pueblo trabajador y sus líderes fundacionales de construir una nación justa, libre y soberana.
Esa restauración necesita de una herramienta de construcción de poder político que solo puede alcanzar su potencialidad con la elaboración de un nuevo Modelo de país.
Es necesario que el pueblo rompa con las formas de participación política del liberalismo y se lance a un debate profundo sobre el futuro que quiere y pretende como nación.
Es en ese camino revolucionario en donde comenzará a redescubrirse nuevamente el destino trazado por Perón. Será en esa búsqueda que el pueblo reactualizará las herramientas que el líder dejó como herencia, para articular la nueva democracia social que permitirá nuestra liberación definitiva.
Porque Perón estaba convencido que hay un fatalismo histórico en el futuro de la Argentina.
Un destino marcado por la inquebrantable voluntad de nuestro pueblo y su historia, escrita con el deseo, voluntad y heroicidad de nuestros mártires que nos alumbran el camino.
“La Argentina debe retomar su papel histórico en el mundo y en la América del Sur. Un papel que ha abandonado hace muchos años. Un papel que fue abandonado por la oligarquía en su ceguera.
Es nuestra razón de ser. Tendremos que volver a él.
Estamos allí. En el sur de las Américas. Cuidando nuestro puesto. Como un centinela. Para eso se creó, se formó y se hizo nuestro país.
Por algo fue.
Algún día el mundo mirará hacia allí en busca de una esperanza, cuando todo parezca derrumbarse en esa parte del mundo. Ese día, que no esta lejano, será el día de la Argentina.
De la Argentina íntegra y total. De la Argentina del pueblo trabajador. De la Argentina subyacente, que será la única que subsistirá.
Porque es la verdadera. La nuestra.
Nuestra querida Argentina.” (JDP)
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