El 17 de Octubre de Eva Perón – El Cabildo Abierto

VisiónPaís/ abril 3, 2022/ Sin categoría

Del libro de Daniel Di Giacinti, «Peronismo: ¿Reforma o Revolución?»

El Cabildo Abierto

A principios de agosto se renovaron los hechos inquietantes. En la noche del 1 se
produjeron varios estallidos de bombas en estaciones ferroviarias de la Capital Federal y el
Gran Buenos Aires. Al día siguiente hubo ausentismo entre los trabajadores. El gobierno volvió
a decretar la movilización de los ferroviarios y se produjeron detenciones de dirigentes de la
Fraternidad, a los que se sabía vinculados a políticos opositores y a una presunta conspiración
militar. Nada pudo esclarecerse.
El 6 de agosto, tras una ardua polémica interna que concluyó con el retiro de
unionistas y sabattinistas, la Convención Nacional del radicalismo proclamaba la fórmula
Balbín-Frondizi. Más tarde lo harían los socialistas (Alfredo Palacios- Américo Ghiodi), los
demócratas (Pastor-Lima), los demoprogresistas (Luciano Molinas- Díaz Arana) y los
comunistas (Rodolfo Ghioldi-Alcira de la Pelia).
Al día siguiente de la proclamación por la CGT, él Partido Peronista Femenino confirmó
la fórmula Perón-Eva Perón. De allí en más, se sucederían las manifestaciones de adhesión,
que culminarían el 22 de agosto con el Cabildo Abierto.
Se llevaría a cabo a lo largo de la Avenida 9 de julio y su centro sería un palco
levantado a espaldas del Ministerio de Obras Públicas, en las proximidades de la avenida
Belgrano, con la consigna central “Perón- Eva Perón, la fórmula de la Patria”.
Se esperaba una enorme concurrencia, que se ubicaría en la espaciosa avenida. El
gobierno facilitó por todos los medios la asistencia, publicitando abundantemente la
concentración y disponiendo trenes gratuitos desde diversos puntos del país. La CGT declaró
un paro general para el día fijado, pero el transporte funcionaría y trasladaría al público sin
cobrar.
Las previsiones quedaron cortas: una enorme multitud -acaso la más nutrida que la
historia del país registra- abarrotó la avenida. Se han calculado hasta dos millones de personas
y la cifra no debió estar muy por debajo de esa estimación. Era, por lo demás, una multitud en
fiesta: un pueblo que se sentía dignificado venía a testimoniar a Perón y Eva su
reconocimiento, pero también su voluntad de participar en la construcción de un nuevo país.
Cientos de banderas, carteles e imágenes de Perón y Evita flameaban por sobre las
cabezas de la muchedumbre. Cuando promediaba la tarde dio comienzo el acto: en el palco se ubicaron Perón, Tessaire -que presidía el Consejo Superior partidario-, diversos funcionarios y
las autoridades de la CGT, encabezadas por José Espejo. Inicialmente, éste último habló
brevemente para destacar la ausencia de Eva, sin la cual -dijo-el Cabildo Abierto no podía
continuar.
Al poco rato, Eva ascendía al palco, saludada por la clamorosa ovación popular. Espejo
retomó entonces su discurso, solicitando a Perón y Eva que aceptaran sus respectivas
candidaturas.
Entonces, transida de emoción, habló Eva. Fue un discurso trabajoso, constantemente
interrumpido por las voces de la multitud:

“Excelentísimo señor presidente, mis queridos
descamisados de la patria; es para mí una gran emoción encontrarme otra vez con los
descamisados, como el 17 de octubre y como en todas la fechas en que el pueblo estuvo
presente. Hoy, mi general, en este Cabildo del Justicialismo, el pueblo, como en 1810,
preguntó que ‘quería saber de qué se trata’, aquí, ‘ya sabe de qué se trata y quiere que el
general Perón siga dirigiendo los destinos de la patria”.

“¡Con Evita, con Evita!” clamaba la multitud, cortando a cada instante la palabra de Eva
Perón.

“Es el pueblo, son las mujeres, los niños, los ancianos, los trabajadores que están
presentes porque han tomado el porvenir en sus manos y saben que la justicia y la libertad la
impondrá únicamente teniendo al general Perón dirigiendo a la Nación. Ellos saben bien que
antes del general Perón vivían en la esclavitud y por sobre todas las cosas habían perdido las
esperanzas de un futuro mejor”.

“Evita con Perón, Evita con Perón’’, era el clamor de la gente.

 

“Yo no soy más que una mujer del pueblo argentino. Yo no soy más que una mujer de
esta bella patria. ¡Pero descamisada de corazón! Porque siempre he querido confundirme con
los trabajadores, con los ancianos, con los niños, con los que sufren, trabajando codo a codo,
corazón a corazón con ellos, para lograr que lo quieran más a Perón y para ser un puente de
paz entre el general Perón y los descamisados de la patria. No me interesó jamás la injuria ni la
calumnia aún cuando se desataron las lenguas contra una débil mujer argentina. Al contrario,
me alegré íntimamente porque serví a mi pueblo y a mi general. Yo siempre haré lo que diga el
pueblo”.

Esa última expresión desató estruendosos aplausos, porque se interpretó que
aceptaba el cargo.

 

“Pero yo digo que así como hace cinco años he dicho que prefería ser Evita
antes que la mujer del presidente, si ese Evita era dicho para aliviar algún dolor de mi patria,
ahora digo que sigo prefiriendo ser Evita. Yo, mi general, con la plenipotencia espiritual que
me dan los descamisados, te proclamo, antes que el pueblo vote el 11 de noviembre,
presidente de todos los argentinos. La patria está salvada porque la gobierna el general
Perón”.

 

Luego habla Perón, pero la multitud advierte que Eva no ha pronunciado aún su
aceptación y reclama nuevamente su palabra. ”Usted es la única que puede y debe ocupar ese
puesto”, la insta Espejo.

La demostración de poder del Líder estaba cumplida con esa movilización sin
precedentes, luego de tal reafirmación de autoridad Perón podría imponer la fórmula que
necesitase y creyera conveniente, ya que para Eva Perón el puesto de lucha más revolucionario
seguía siendo el de ser un puente de unión entre Perón y su pueblo, y para ello no necesitaba
de ningún título ni honor especial.
La fórmula del justicialismo debería ser completada de acuerdo una estrategia que
Perón programara, y respondería a una necesidad política concreta. Pero lo que no estaba en
los cálculos de nadie era el tremendo amor de la multitud hacia Evita que produciría una de las
instancias más dramáticas de la historia del peronismo.
Los trabajadores no entendían de maniobras políticas coyunturales y querían brindar a
Evita un puesto de honor. Sin embargo Eva fiel a las necesidades políticas de la revolución se
debe negar. Ya en horas de la noche visiblemente conmovida, reclama un plazo de cuatro días
para contestar.
Pero la multitud urge a viva voz la respuesta inmediata.

“Compañeros… yo no renuncio
a mi puesto de lucha, yo renuncio a los honores…”, dice; Eva ya llorando. “Yo haré finalmente
lo que decida el pueblo”, repite una vez más. Pero en seguida se rectifica: ”Ustedes creen que
si el puesto de vicepresidenta fuera un cargo y si yo hubiera sido una solución no habría
contestado ya que sí?”

Pero la gente reclama a coro una respuesta afirmativa. Eva vuelve a intentar
persuadirlos:

 

“Compañeros: por el cariño que nos une, les pido por favor que no me hagan
hacer lo que no quiero hacer. Se lo pido a ustedes como amiga, como compañera. Les pido que
se desconcentren (…).Compañeros: ¿Cuándo Evita los ha defraudado? ¿Cuándo Evita no ha
hecho lo que ustedes desean? Yo les pido una cosa: esperen hasta mañana”. “…yo no
renuncio a mi puesto de lucha, renuncio a los honores…”

 

Pero nada conmueve la determinación del pueblo allí reunido, que no quiere irse sin la
respuesta. Eva pide entonces que se la espere hasta la noche. Finalmente Espejo toma el
micrófono para anunciar que se concederán a Eva dos horas de plazo, para que ella anuncie su
decisión.

 

“Denme tiempo para anunciar mi decisión a todo el país en cadena”, alcanza a decir Evita antes de finalizar.

El acto se levanta, con la sensación de que Eva ha aceptado: “haré lo
que el pueblo diga”, son sus palabras que la gente retiene y que los diarios reproducen al día
siguiente.

 

El 28 de agosto, la CGT y las autoridades del partido proclaman la candidatura de Eva
Perón. Pero el 31 de agosto, a las 20:30, la cadena nacional de radio difusión transmite un
mensaje de Eva Perón grabado a mediodía:

“Quiero comunicar al pueblo argentino mi decisión
irrevocable y definitiva de renunciar al honor con que los trabajadores de mi patria quisieron
honrarme en el histórico Cabildo Abierto del 22 de agosto”.

Eva había cumplido, al precio de un esfuerzo considerable, porque el Cabildo Abierto
había significado para ella una instancia de profunda tensión emotiva. Con su actitud, ejemplo
de conducta y lealtad, había posibilitado la maniobra política de Perón: echar sobre el tapete su candidatura, produciendo una eclosión popular capaz de restablecer plenamente su
autoridad, poniendo en caja las presiones provenientes de dentro y fuera del movimiento.
Poco después, se designaba a Hortensio Quijano como compañero de fórmula de
Perón.

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