DOLOR PAIS

VisiónPaís/ junio 16, 2024/ Sin categoría

Cultura por Viviana Britos

Junio 16, 2024

 

En el 2002 Silvia Bleichmar escribe un libro pequeño y sentido que titula Dolor país. Después del diciembre del 2001, ella lo escribe en contraposición del concepto “riesgo país”, concepto que hoy se retoma nuevamente.

Silvia, socióloga y psicóloga egresada de la UBA. falleció el 15 de agosto del 2007.

En su libro escribe:

¿Cómo se mide, en índices aceptables, la suba inexorable del “dolor país”? Si la sensación térmica es una ecuación entre temperatura, vientos, humedad y presión atmosférica, ¿por qué no emplear combinadamente las nuevas estadísticas de suicidios, accidentes, infartos, muertes súbitas, forma de violencia desgarrantes y desgarradas, venta de antidepresivos, incremento de alcoholismo, abandono de niños, deserción escolar, éxodo hacia lugares insospechados…para medir el sufrimiento a que somos condenados cotidianamente por la insolvencia no ya económica del país sino moral de sus clases dirigentes?

 

Yo se que aquellas circunstancias del país eran distintas y que el mundo era distinto.
Sin embargo, me hago todos los días la misma pregunta ¿Cómo llegamos a esto?
El dolor país se mide también por una ecuación: la relación entre la cuota diaria de sufrimiento que se le demanda a sus habitantes y la insensibilidad profunda de quienes son responsables políticos.
Una de las diferencias es que hoy los insensibles de turno, son los mismos que nos han llevado a estos niveles de sufrimiento, por lo tanto, pedirles sensibilidad, es pedir peras a un olmo.
Sin filtros observamos los hilos del titiritero, pero lo peor es no les importa que se vean. No le temen a la opinión pública. Se puede decir lo que sea, donde sea, no hay límites políticos, sociales, éticos ni morales. Todo se permite.
Está todo desembozado, descarado y obsceno, hasta la traición.
Traición a lo que dicen representar, a la palabra, a la institución, a la patria. De espalda al pueblo, a la historia.
A diario asistimos, en forma inevitable, a una serie de eventos desafortunados, como una pesadilla de la cual no nos dan tiempo de despertar.
Todo está vacío de contenido y la palabra ha perdido su valor.
Parece un tango de Discépolo.
Como oí decir a Oscar Mangione: Se ha roto el sentido común con el que hemos crecido.

¡Cómo duele mi país!

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