CUANDO LA JUSTICIA SOCIAL LLEGÓ A LAS CÁRCELES: LA REFORMA PENITENCIARIA DE PERÓN Y PETTINATO

VisiónPaís/ diciembre 15, 2024/ Sin categoría

Por Facundo Sayavedra de Historias Destacadas

Diciembre 5, 2024

Hay una famosa frase atribuida al Fiódor Dostoyevski que sostiene que “el grado de civilización de una sociedad se mide por el trato que da a sus prisioneros”. En 1953, el jefe del servicio penitenciario, Roberto Pettinato, le dijo al presidente Juan D. Perón: “General, hay que hacer algo porque nos estamos quedando sin presos” a lo que Perón contestó “si tenemos que hacer algo, será para quedarnos sin presos del todo”.

A pesar de esta falta de estadísticas1, sabemos que para 1947 la situación de la población carcelaria era calamitosa. Esto motivó una serie de profundas y revolucionarias reformas que, de la mano de Pettinato y Perón, llevaron la justicia social al interior de las cárceles. Estas reformas fueron consideradas como un cambio de paradigma y gracias a sus buenos resultados, fueron exportadas a otros países de la región y del mundo.

Roberto Pettinato (1908 – 1993) fue el Director General del Servicio Penitenciario entre 1947 y 1955. Desde allí, impulsó una serie de medidas tendientes a mejorar la situación de las personas privadas de su libertad y del personal penitenciario. Estas medidas apuntaban a mejorar la dignidad de la población carcelaria, entendiendo que esto no sólo reduciría los conflictos internos sino que también los prepararía mejor para la reinserción en la sociedad tras cumplir la pena.

Estas medidas consistían, en primer lugar, en mejorar la alimentación. Hasta ese momento, a los presos se les servía un plato de comida estandarizado que no contemplaba la cantidad de calorías ni las diferencias geográficas y climáticas. Argentina tenía penales en Ushuaia y en Posadas, no era lo mismo comer un guiso caliente con 40° que hacerlo con -10°. A partir de ese momento, el personal penitenciario y los presos comerían el mismo tipo de comida, atendiendo a las particularidades antes dichas.

Con respecto a la salud, se construyeron hospitales, consultorios odontológicos, salas de rayos y otros servicios. Muchos presos veían allí por primera vez a un médico. También se impulsaron medidas para mejorar la salud mental, como la implementación de las novedosas “visitas íntimas”. Éstas contemplaban en primer lugar a los casados y luego se extendieron a los solteros. Pettinato sostenía que estas visitas fortalecían los vínculos familiares y prevenían la homosexualidad (sic). Recordemos que estamos en 1947 y que, por ejemplo, en la Berlín de 1935 se estaba planteando como “solución” la esterilización de los presos.

Tanto Perón como Pettinato creían en los múltiples beneficios del deporte, razón por la cual se construyeron numerosos natatorios, gimnasios, campos de deporte y se organizaron torneos de fútbol inter-carcelarios y otros tipos de competiciones.

Perón solía decir “no existe para el peronismo más que una sola clase de hombres, los que trabajan”, en ese sentido, creó la Escuela Industrial Penitenciaria en donde los internos aprendían todo tipo de oficios y artes. También se crearon talleres de mecánica dental, carpintería, zapatería, panadería, imprentas y granjas. A aquellos internos que asistían a estos talleres se les entregaba un título oficial. Para evitar los prejuicios del mundo exterior, los diplomas no especificaban que los conocimientos habían sido adquiridos dentro del penal. Además, al igual que al resto de los trabajadores, se les aumentó el peculio (de 20 centavos a un peso), se incorporó el aguinaldo y la indemnización por accidentes laborales.

Pettinato comprendió la importancia de la cultura y mandó a construir bibliotecas dentro de los pabellones, se realizaron actos musicales y culturales para los internos y se comenzó a redactar “Mañana”, un periódico para los penados.

También se creó el Régimen Atenuado de Disciplina que funcionó en el Pabellón 7 de la Penitenciaría Nacional. Allí eran asignados aquellos internos con buena conducta que les restaba cumplir 1/3 de la condena. El Régimen tenía la función de proporcionar un ambiente lo más parecido posible al de la vida en libertad. Debido a sus excelentes resultados, este sistema fue exportado a otras partes del mundo.

Luego hubo una serie de medidas tendientes a mejorar la dignidad humana de los internos, como por ejemplo el cierre del temido Penal de Ushuaia (conocida como la “Siberia criolla”) y la eliminación del denigrante traje a rayas, del uso de grillos para los traslados y del corte al ras.

También se modificó la nomenclatura de reos a “internos” y se impulsó la construcción de celdas con tamaños adecuados, iluminación y ventilación pertinente y lavabos e inodoros separados.

Como si esto fuera poco, entre 1946 y 1949, se realizaron una serie de indultos y conmutaciones de penas que beneficiaron a un tercio de la población carcelaria y que aliviaron la situación de hacinamiento del resto. También se atendió a la vida post-penitenciaria a través de la Dirección de Asistencia Social que facilitaba la documentación y la reinserción en la sociedad a través de capacitaciones y trabajos.

En cuanto a las medidas que beneficiaron a los funcionarios y empleados penitenciarios podemos encontrar un aumento de salario (que buscó equiparar el jornal al de la Policía Federal), se dictó un Estatuto Penitenciario, se construyeron barrios cercanos al penal para los empleados, se creó un sistema de jubilaciones, pensiones y retiros voluntarios, obra social, colonia de vacaciones, aguinaldo, nuevos uniformes y múltiples beneficios. También se fundó la Escuela Penitenciaria que apuntaba a la capacitación y formación teórica y práctica del personal.

Todas estas medidas fueron parte de un cambio de paradigma que dejó de ver a las instituciones carcelarias como un mero castigo y se las comenzó pensar como mecanismos de reinserción social. Es sabido que aquellos países con baja tasa de reincidencia carcelaria como Noruega, Suecia, Dinamarca, Finlandia o los Países Bajos adoptan políticas de reintegración y rehabilitación social; mientras que los presos de países con peores índices de desigualdad y de condiciones de vida, leyes más punitivas y falta de contención social, políticas de salud mental y de adicciones tienen muchísimas más posibilidades de reincidir.

Roberto Pettinato cayó en desgracia tras el golpe de Estado de 1955. Al igual que miles de militantes peronistas, fue perseguido y tuvo que exiliarse en la embajada de Ecuador en Buenos Aires (allí nació Roberto, futuro saxofonista de Sumo y famoso conductor de TV), también pasó por Perú y Chile. Gracias a su revolucionaria y pionera labor, recibió múltiples homenajes y premios alrededor de todo el mundo.


Fuentes:

Núñez, J. “La reforma penitenciaria peronista a debate» (Argentina, 1946-1955. Temas de Historia Argentina. 2021
Dovio, Mariana; “Representaciones sobre la criminalidad en el Primer Censo Carcelario argentino de 1906 a través de publicaciones editadas en la Penitenciaría Nacional”.
 Olaeta, H. y Nuñez J., “Sobre continuidades y rupturas en la estadística penitenciaria argentina. Un ejercicio comparativo de los Censos Carcelarios Nacionales de 1906 y 2006”.
Olmo, P. y Cubero Izquierdo, C. (Coords), “De los controles disciplinarios a los controles  securitarios. Actas del II Congreso Internacional sobre la Historia de la Prisión y las Instituciones Punitivas”.

  1.  Existe un enorme déficit de información estadística sobre esta temática. En 1906 el presidente Figueroa Alcorta ordenó realizar el Primer Censo Carcelario, en 1923 se dictó un decreto para realizar otro pero sus resultados nunca fueron publicados y en 1932 se impulsó otro censo que tuvo una circulación restringida. Durante la década de 1940, José María Paz Anchorena, Director General de Institutos Penales, daba cuenta de la preocupante falta de estadísticas criminales de alcance nacional.
Fuente Repliegue
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