¡Cual es la ideología peronista?

VisiónPaís/ mayo 8, 2022/ Sin categoría

Por Daniel Di Giacinti

Uno espera a esta pregunta una categorización como: es una especie de Socialismo Nacional, o es una
Democracia Cristiana con acento en lo popular o algo por el estilo. Es decir, una identificación con un pensamiento
político que defina la situación y proponga su solución marcando un camino a seguir.

La respuesta de Perón era distinta: no hay ideologías cerradas o abstractas a alcanzar, no hay etiquetas predefinidas, la ideología de la revolución es una acción creativa colectiva y permanente que haremos entre todos.
La identidad ideológica de la revolución no sería una construcción instrumentada desde una teoría previa, sino que tomaría forma en las características que fuera delineando el proceso transformador llevado adelante por la comunidad toda.
Los aspectos que definían el proceso de transformación no podían ser resueltos de otra forma que con la organización política de la comunidad, porque a este hombre nuevo, no se le podía anular el proceso creativo de su participación personal que era en definitiva lo que le brindaba la maduración cultural necesaria para su liberación.
Esto era la revolución, ya que significaba el nacimiento de una nueva moral para el hombre, una moral que debería ser construida día a día en esa nueva participación política. El grado de ética de esa comunidad estaría dado por el grado de solidaridad que se pudiera alcanzar, resolviendo en conjunto los problemas de injusticia que el egoísmo entre los hombres había
creado. Era una revolución trascendente.
Perón trazaría los lineamientos filosóficos de esta nueva ideología en La Comunidad Organizada, una larga conferencia que pronunciaría en la sesión de clausura del Primer Congreso Nacional de Filosofía el 9 de abril de 1949, en el Teatro Independencia de la ciudad de Mendoza.
La Comunidad Organizada no define el objetivo a alcanzar en términos abstractos, sino que es simplemente un llamado, una convocatoria a la liberación, primero individual y luego comunitaria.
En este camino intenta retomar como orientación filosófica el perdido rol pedagógico de la ciencia política, y trata de ser una interpretación que, más que deslumbrar por descubrir “la verdad” de los problemas del hombre, redescubre sencillamente al hombre y anuncia que sólo la organización de la comunidad podrá permitirle ir descubriendo “esa verdad”. El desarrollo del texto
explora las razones del desvío en esa búsqueda de la sociedad en términos históricos y filosóficos, y abre la esperanza de encontrar el equilibrio perdido entre el hombre como individuo y su comunidad.
A la par, pronostica la inviabilidad del camino del materialismo, que desemboca en el liberalismo o en el marxismo.
Perón anuncia claramente que no le es posible al hombre construir una nueva moral a partir de una exégesis puramente científica.
Anticipa con precisión la tremenda crisis terminal del capitalismo actual, en el que la infamia de sus estructuras financieras, replicadas en todo el mundo occidental, involucran en una actitud inmoral rayana con la delincuencia común a miles de sus cuadros de conducción e instituciones financieras y bancarias.
Demuestra también como improcedente la lucha de clases para resolver la injusticia entre los hombres, adelantándose en más de cincuenta años a las crisis del marxismo dogmático. Destaca, en consecuencia, que no se trata sólo de denunciar la cruel explotación del capitalismo y la perniciosa ideología de su escuela individualista, sino de construir un poder político que la supere
en carácter moral y ético.
Y anuncia por último, que los problemas de la injusticia sólo podrán ser resueltos por los pueblos cuando asuman la conducción política de sus comunidades y, desde esa nueva autoridad, impongan las soluciones que correspondan en el marco de una nueva ética y una moral revolucionaria.
Por lo tanto, ese camino no debe circunscribirse a la denuncia de la injusticia y explotación capitalista (hoy de una evidencia inapelable), sino que debe garantizar la construcción de un poder político que pueda eliminarla. Para eso debe construir una alternativa que dé lugar a las potencialidades del Nuevo Hombre de la hora de los pueblos.
Como dignos hijos del positivismo, estamos acostumbrados a encontrar la mística de las acciones políticas en un objetivo abstracto a lograr, definido por una interpretación ideológica predeterminada, para proyectarnos luego en el sendero imaginario de esa lucha con una visión de nuestras propias vidas. Nos imaginamos a nosotros mismos en ese camino liberador, que nos brinda
esperanza y nos da seguridad, generando la fuerza motriz de nuestras acciones militantes. La Comunidad Organizada nos da nuevos parámetros para reencontrar esa mística desde una óptica distinta. El desplazamiento de nuestra fe hacia lo ideológico fue producto de una desviación lógica y necesaria, pero al fin incorrecta. Perón supo demostrar que es posible la corrección adecuada
para que esa fe volviera a surgir, no de una elucubración intelectual con un fin desarrollado en sí mismo, sino de una convicción profunda sobre un Hombre Nuevo como reflejo de entidades superiores.
Una fe que encuentra su mística, más que en un idealizado objetivo teórico a alcanzar, en el sentirse parte del momentáneo y diario desarrollo de la decisión revolucionaria de un pueblo, que con una acción creativa dinámica y multitudinaria va construyendo una realidad más justa. La Comunidad Organizada es entonces el escrito que traza el camino revolucionario de la
autodeterminación popular.

La necesidad de una Doctrina

Un proceso de autodeterminación popular como plantea el peronismo es un camino inédito y de paradigmas totalmente fundantes. Los medios de comunicación de masas y esta gran revolución cultural que vivimos provoca que el nuevo ciudadano pueda masivamente participar de las tomas de decisiones políticas para definir el futuro de su comunidad. Esta instancia provoca la caída de las ideologías como ordenadores de la actividad política.
La potencialidad creativa de los pueblos no pueden ser tronchadas por la imposición de ideologías pre elaboradas, ni circunscribiendo su actividad a elegir a políticos profesionales que decidan por ellos. Los sistemas representativos para estar legitimados por los pueblos deben permitir al ciudadano la participación en función de sus nuevas potencialidades culturales. El mundo está atravesando una crisis de autoridad política profunda. Los movimientos de “indignados” –por tomar un ejemplo de las actuales turbulencias sociales- quizás no tengan bien en claro que es lo que quieren, pero -como suele suceder habitualmente- saben perfectamente lo que no quieren.
Es una evidencia que los sistemas políticos demoliberales no dan respuesta a la complejidad de un mundo que se corrompe día a día ante una injusticia social cada vez más profunda. Ahora bien, la cuestión es cómo reordenar, como organizar esta nueva forma participativa sin que se transforme en un caos debido a las enorme diversidad de intereses de las comunidades modernas. Como bien diría el filósofo marxista John Holloway, la pregunta sería “…como construir un nuevo poder sin tomar el poder…”, es decir, como recomponer un nuevo orden sin reproducir las limitaciones morales y éticas del anterior. O dicho de otra manera, como generar una nueva autoridad que permita la aparición de una nueva moral y una ética realmente revolucionaria.
Para ello debe romperse este verticalismo que el liberalismo asigna a los pueblos reduciéndolos a una actitud de espectadores de los acontecimientos, dejando en manos de una “clase profesional” la administración de la sociedad, mientras el hombre se dedica a una carrera materialista de “consumo eterno”, promoviendo una actitud de descompromiso egoísta que provoca una permanente “incultura” política y su consecuencia lógica: comunidades desunidas y colonizadas. Por otra lado
tenemos la fallida experiencia de los socialismos dogmáticos que provocaron la burocratización de los procesos transformadores, por haber sido tomada las decisiones fundamentales por un grupo de “iluminados” –sea un Partido Revolucionario o una vanguardia esclarecida- y no por el conjunto del pueblo.

“…Hoy no es posible pensar organizarse sin el pueblo, ni organizar un Estado de minorías para entregar a unos pocos privilegiados la
administración de la libertad. Esto quiere decir que de la democracia liberal hemos pasado a la democracia social…” Juan Domingo Perón

Está quedando claro que el camino de la autodeterminación comunitaria no es como planteaba el marxismo, un camino que se inicia “a posteriori” de la transformación de los elementos que provocaban la explotación y “el fetichismo de las relaciones sociales”, sino que -como plantea el peronismo- la autodeterminación comienza en el mismo momento que un pueblo toma la
decisión de ser libre, al proyectarse en una nueva autoridad o conducción que desarrolla el proceso de transformación y la lucha.
La nueva moral y la nueva ética es un desarrollo inmediato, que se verá crecer paulatinamente en nuevos grados de solidaridad crecientes en la comunidad.
No debemos confundirnos con “el fin de las ideologías” que fue expuesto por Francis Fukuyama como consecuencia de la caída de las experiencias del marxismo dogmático y que anunciaba el triunfo de los paradigmas del capitalismo y el triunfo del individualismo liberal. Para nosotros el fin de las ideologías significa el fin de las soluciones políticas pre elaboradas científicamente que dejan fuera de la acción creativa a los pueblos. El fin de las ideologías es para el peronismo el nacimiento de la hora de los pueblos.

El justicialismo: una herramienta al servicio de la creatividad popular

El justicialismo es simplemente un intento de brindar a los pueblos una herramienta de organización política que permita una relación armónica entre el individuo y su comunidad, alentando la participación social en la definición de políticas de Estado.
Por supuesto que estos intentos realizados en vida del General Perón, tuvieron siempre que enfrentarse con un tiempo histórico que hacía difícil comprender que un proceso de autodeterminación popular era tanto posible como necesario.
Que el pueblo pudiera participar masivamente en procesos de creación política era algo absolutamente impensado en los 50 como así también en los 70. Solamente con el crecimiento explosivo de los medios de comunicación de masas, así como la aparición de internet y las redes sociales, pueden brindarse a estas propuestas un marco de acto posible. Hoy parece natural ver a
los pueblos debatir sobre políticas de estado y tomar decisiones como opinar sobre Reformas Constitucionales. Pero si bien esto es evidente, no lo es la instrumentación, la forma de transformar estos procesos participativos en nuevas instituciones políticas que las sostengan. La gran pregunta es cómo hacer para brindar una identidad y organizar un proceso político donde las decisiones
deben ser tomadas por todos.
¿Cómo lograr la identidad ideológica en las acciones políticas en un proceso donde las mismas, para tener posibilidad de sustentación deben ser una decisión en común? ¿Cómo ordenar el poder y el estado si aparentemente todo debe ser una acción deliberativa?

“…El punto de partida de toda organización consiste en organizar a los hombres espiritualmente; que todos los hombres comiencen a
pensar y sentir de una manera similar, para asegurar una unidad de concepción que es el origen de la unidad de acción.
Juntar hombres y realizar organizaciones no resuelve nada, si cada uno de esos hombres no siente lo que hay que hacer y no sabe lo que
hay que hacer.
Lo importante es tener una masa orgánica, y en lo orgánico la organización espiritual es lo importante; porque si ustedes toman cien
individuos que piensan como quieren y los juntan enseguida se separarán solos, pero tomen cien individuos que piensen de la misma
manera y no se separarán jamás.
¿En qué consiste la organización espiritual? En la doctrina. Ahí radica todo porque mediante la doctrina todos pensamos de una manera
similar, y lo que se trata al inculcar la doctrina, es precisamente de llevar a los hombres a una concepción similar de la vida y de la acción
en beneficio de la vida del movimiento…” Juan Domingo Perón, Conducción Política

 

La propuesta orgánica del peronismo plantea un camino tan revolucionario como inédito, busca la unidad conceptual en el acto previo a la construcción ideológica, luego transformada en acción política. Busca brindar una serie de principios en común para “ver” la realidad y que nos servirán como una tabla de valores generales. Las personas que estén imbuidas de esa valoración
común y esos principios, al ver la realidad de una misma forma o con el mismo “lente” y al poseer una misma forma de discernir lo malo de lo bueno, tenderán -desde su libre albedrío individual- a una unidad en la acción política. Estos principios generales tienden a brindar una unidad de concepción en el movimiento político que puesto en marcha, tendrá una clara identidad
revolucionaria manteniendo características propias y una dirección adecuada, pese a la diversidad del conjunto.
En 1947, transcurridos más de cinco años de lucha por llevar adelante las transformaciones que permitieran la puesta en marcha de la autodeterminación popular, Juan Perón enunciaría estos principios en una Doctrina Nacional. Tres años después produciría su primer gran síntesis en las 20 Verdades del peronismo, presentadas ante el pueblo congregado en la Plaza de Mayo
el 17 de octubre de 1950. Se pediría al pueblo que cualquiera sea su idea en la acción política cotidiana no se atentara contra estos principios generales.
El ideal y objetivo final de la revolución justicialista es la felicidad del pueblo y la grandeza de la Nación. Objetivos simples y contundentes, que aparecen extremadamente sencillos ante la sofisticación ideológica a la cual nos tienen acostumbrados otros pensamientos políticos. Es que la sofisticación del peronismo reside, no en una elucubración intelectual, sino en la vertiginosa sensación de formar parte del enorme potencial de un pueblo puesto en marcha, con una gran diversidad de matices, transformando lentamente una realidad que se va moldeando ante su decisión inclaudicable de buscar una comunidad mas justa. Lo sofisticado en el peronismo es su acción popular, multifacética, a veces contradictoria y cambiante, casi caótica, pero con una direccionalidad definida y unida en el objetivo de la liberación nacional. Es que el basamento doctrinario permite eso: ordenar a un pueblo, como un río caudaloso embravecido y aparentemente inmanejable, pero que viaja en una cauce definido y con una única dirección posible.

“…La doctrina no es una regla fija para nadie. Es en cambio una gran orientación, con principios que no se cumplen siempre de la misma
manera. No está atado a nada fijo, pero sí tiene la orientación espiritual para resolverse, en todas las ocasiones, dentro de una misma
dirección, y en un inmenso campo de acción para la ejecución…” Juan Domingo Perón, Conducción Política

Es fundamental entonces rescatar la extraordinaria importancia que tiene el trabajo de expansión de esta valoración común en el pueblo, especialmente en los trabajadores, llevado adelante por más de cincuenta años de prédica de la revolución justicialista. Una doctrina que el pueblo asumió en términos ideológicos y luego transformó en hechos culturales, e inmodificables de la cultura argentina. Podríamos decir que luego de décadas de adoctrinamiento y debido a la confirmación que en el trascurso del tiempo han tenido los principios justicialistas, estos se han transformado en el subconsciente colectivo de toda la nación argentina.

¿En qué consiste la organización espiritual? En la Doctrina. Ahí radica todo, porque mediante la doctrina, todos pensamos de una manera
similar, y de los que se trata, al inculcar la doctrina, es precisamente de llevar a los hombres a una concepción similar de la vida y de la
acción en beneficio de la vida del Movimiento. Juan Domingo Perón, Conducción Política

Las 20 verdades del peronismo

Para formar parte del peronismo debemos ver la realidad con un mismo lente y tener una misma valoración o principios de solución ante los problemas políticos. El que se suma al peronismo podrá formar parte de su acción transformadora actuando con absoluta libertad. No importa la matriz ideológica desde donde provenga. Lo único que debe respetar son los principios que nos unen. Eso garantizará que esa acción transformadora tenga una clara orientación revolucionaria. Las Veinte Verdades Peronistas son la síntesis de esos valores o principios ordenadores:

1. La verdadera democracia es aquella donde el gobierno hace lo que el pueblo quiere y defiende un solo interés: EL DEL PUEBLO.
2. El Peronismo es esencialmente popular. Todo circulo político es antipopular, y por lo tanto, no es peronista.
3. El peronista trabaja para el Movimiento. El que en su nombre sirve a un circulo, o a un caudillo, lo es sólo de nombre.
4. No existe para el Peronismo más que una sola clase de hombres: los que trabajan.
5. En la Nueva Argentina el trabajo es un derecho que crea la dignidad del hombre y es un deber, porque es justo que cada uno produzca por lo menos lo que consume.
6. Para un Peronista de bien, no puede haber nada mejor que otro Peronista.
7. Ningún Peronista debe sentirse mas de lo que es, ni menos de lo que debe ser. Cuando un Peronista comienza a sentirse mas de lo que es, empieza a convertirse en oligarca.
8. En la acción política la escala de valores de todo peronista es la siguiente: primero la Patria, después el Movimiento, y luego los Hombres.
9. La política no es para nosotros un fin, sino solo el medio para el bien de la Patria, que es la felicidad de sus hijos y la grandeza nacional.
10. Los dos brazos del Peronismo son la Justicia Social y la Ayuda Social. Con ellos damos al Pueblo un abrazo de justicia y de amor.
11. El Peronismo anhela la unidad nacional y no la lucha. Desea héroes pero no mártires.
12. En la Nueva Argentina los únicos privilegiados son los niños.
13. Un gobierno sin doctrina es un cuerpo si alma. Por eso el Peronismo tiene su propia doctrina política, económica y social: el Justicialismo.
14. El Justicialismo es una nueva filosofía de vida simple, práctica, popular, profundamente cristiana y profundamente popular.
15. Como doctrina política, el Justicialismo realiza el equilibrio del derecho del individuo con la comunidad.
16. Como doctrina económica, el Justicialismo realiza la economía social, poniendo el capital al servicio de la economía y ésta al servicio del bienestar social.
17. Como doctrina social, el Justicialismo realiza la Justicia Social, que da a cada persona su derecho en función social.
18. Queremos una Argentina socialmente justa, económicamente libre, y políticamente soberana.
19. Constituimos un gobierno centralizado, un Estado organizado y un pueblo libre.
20. En esta tierra lo mejor que tenemos es el Pueblo.

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