“Conversaciones con lectores” 07/12/2018
Por Alejandro Ippolito
Y será, finalmente, que tendremos que marchar todos hacia el abismo, todos, ni uno solo debe faltar en el desfile final hacia la nada.
Estaremos codo a codo con el necio y el traidor, el tilingo, el marginado, el célebre, el desconocido, el héroe y el cobarde. Nos mezclaremos en un mar de resignación con el estúpido feliz que ni siquiera sabrá a donde marcha y el desolado que buscará un hombro póstumo donde apoyarse.
Pero será entonces que tendremos que marchar hacia el abismo, cuando para mi mal se agoten las palabras, cuando no se despierten los dormidos ni con el estruendo de la última lágrima. Tendremos que marchar y llegar al borde de lo que fue este país y abandonarlo en la última pisada. Seremos entonces una cascada brutal, un vuelo vertical pero sin alas, sin otro destino que la arena que se acercará amenazante y nos abrirá sus fauces entre oscuras carcajadas.
Habrá muchos que dejarán su vida en la caída, habrá quienes golpeen sus huesos contra los cuerpos inertes de quienes cayeron segundos antes y quedarán tendidos sobre el colchón macabro de los rendidos. Habrá también quienes solo con unos cuantos sellos violáceos certifiquen su caída y será entonces el momento de ponerse de pie sobre las ruinas.
Los que queden serán los que tengan que auxiliar heridas, prodigarán cuidados a los rotos, los hundidos, los desmayados y se encargarán de entregar los muertos a la tierra que siempre espera a los que regresan a besarla.
Luego, con la piel hecha jirones pero de pie, volverán a subir por la pendiente clavando sus uñas en la piedra, ahogando el dolor en esperanza, treparán hasta llegar al exacto lugar desde donde cayeron y nuevamente en el borde del abismo jurarán por la sangre que se quedó en la playa que nunca jamás nadie los volverá a empujar hacia la nada, que nunca jamás ningún enjambre de perversas marionetas volverán a regir los destinos de la patria, que nunca jamás volverán a consentir que la vida de un banco valga más que la del pueblo que se desangra.
Para que valga tanta pena la caída, para que de una vez por todas nos enteremos que el abismo nos hermana, para que el golpe nos otorgue la claridad para entender que hace años que nos gobiernan las pantallas, que al poder imaginario de los jueces le golpean la cabeza con un rollo de páginas de diario para que no nivelen nunca la balanza, para que no se tienten con ese impulso idiota de querer ser justos por un rato.
Si no nos decidimos a callar a los voceros del odio y la mentira y poner a la verdad por encima de los intereses de una manada de empresarios, marcharemos una y otra vez hacia la nada hasta que ya ni uno solo pueda regresar, hasta que no quede ni siquiera el borde de los que fue la patria y los últimos caídos nos reciban con la noticia de que todo ha sido en vano.
Juremos entonces, porque ya hemos caído y estamos por regresar.

