ALGUNAS IDEAS

VisiónPaís/ septiembre 23, 2024/ Sin categoría

Por Viviana Britos para @visionpaisarg

Septiembre 23, 2024

 

La circulación de la palabra y de los discursos que forman parte de la práctica política son ahora degradantes e insultantes.
Asistimos a la degradación de la palabra. Ya no se escucha al presidente, que nunca le habla al pueblo, porque no tiene registro o porque no le interesa.
No solo han pasado del pudor a la obscenidad (palabras, gestos) sino que también se ufanan de eso.
Se regodean de la crueldad.
Festejan la inmoralidad.
Este “elenco de esperpentos”, como los llama Dora Barrancos, impone un sentido cada vez más lejos del sentido común.
En esta situación de perplejidad permanente, el Estado no es capaz de producir una articulación simbólica, ni tampoco un ordenamiento simbólico para la heterogeneidad de las situaciones. Se transita una desorganización, una contingencia perpetua, una crisis como un modo de ser, una catástrofe que en el mejor de los casos posibilita el encuentro.
La existencia política, está cada vez más escindida, más fracturada, y se define entre incluidos y excluidos. Incluidos y excluidos de una sociedad de consumo, el que accede y el que no accede al mercado.
El que está excluido del lazo de consumidor ya queda por fuera del lazo social y por fuera del discurso. Los excluidos quedan desamarrados diría Ignacio Lewkowicz
Este “exilio” interno, estos mundos paralelos, al mismo tiempo causa y consecuencia de conflicto e injusticia es motivo de incertidumbre y de violencia.
Una violencia que emerge, y se instala cuando el vínculo entre las personas queda suspendido, cuando no hay nada más para decir.
El hecho de estar sometidos a la misma legalidad, nos acomuna. Las leyes no solo regulan desde afuera las relaciones entre los habitantes, sino que marcan internamente las propiedades en común de esos habitantes. Somos semejantes por tener prohibido lo mismo que nuestros semejantes. La ley funda semejanza.
Lo cierto es que ha caído el lazo de semejanza, porque no hay ley pareja para todos, y si no la hay, hay injusticia, que justifica la violencia institucional y social.
El Estado actual, que el topo vino a destruir, deja librado al mercado la libertad de la oferta y la demanda de semejanzas, los consumidores no son iguales ante nada ni ante nadie. El mercado produce desvinculación. Y el consumidor es un ente atómico desvinculado de otros.
La comunidad es el conjunto de personas que tienen en común: territorio. tareas, valores, roles, idioma.
Valdría la pregunta: ¿Qué tenemos en común con la nueva vieja casta dirigente?
La comunidad se sacrifica a sí misma ya que, ella existe, en la medida que exista una relación de unos con otros. La mismidad no deja de ser otredad.
La realidad parece muy alejada de las palabras de Rousseau: «La forma más bella de existencia es para nosotros la que está hecha de relaciones y en común, nuestro verdadero yo, no está completo en nosotros solos».

Compartir esta entrada