Bullrich te pide el DNI, Bolsonaro, Pichetto, Lanata y la Biblia sin calefón
Por Alejandro Ippolito
Que nadie se confunda, no es simple brutalidad, no es un explosivo exceso discursivo o torpeza de campaña. Es una quirúrgica acción de captación de voluntades, una preparación del terreno que han abonado durante décadas.
Hay un amplio sector de nuestra sociedad que es esponjosamente receptivo de estos mensajes que escandalizan a muchos pero que entusiasman a muchos otros.
Quizás esa sea una de las radiografías más exactas de la mal llamada grieta que en verdad es un abismo cultural.
Que la ministra de Represión, Patricia Bullrich, lance al escenario político la medida nostálgica que permite a la policía volver a pedir el DNI a cualquiera por portación de fisonomía, no es la consecuencia de una noche más de droga o borrachera, es un guiño al núcleo duro del electorado cambiemita, una caricia para el alma envenenada que pide más balas, más palos y más cárcel para los indignos de la patria.
Pichetto se ha despojado de todas sus máscaras peronistas y ha salido del ropero político transformado en lo que siempre fue, un facho repulsivo, abominable, que a la sombra de Cambiemos se siente liberado. Es un traidor al pueblo y la bandera pero no a sí mismo, este es el Pichetto de siempre, otrora contenido pero siempre calculando, esperando su momento, hambriento de un un trono que siempre se le negó en su propia provincia, Río Negro, por nefasto e impresentable. El momento parece haber llegado para él, la traición al voto popular rindió su fruto y por fín le llegó el llamado de sus pares. Él quiere, entre otras cosas, que la villas vuelen por los aires y de esa forma aproximarse tal vez a la pobreza cero, si no se puede remediar la situación de los pobres se los extermina y listo. Pero no es solo Pichetto, hay millones que piensan lo mismo que él interpreta, es un fantoche guionado por la derecha extrema y el mira al futuro con berretines presidenciales. Para soñar le alcanza con mirarse en el espejo y probarse el rostro de Bolsonaro, ilusión de todo autoritario de cabotaje que asiste con asombro al proceso cloacal que llevó a Bolsonaro al poder confirmando que el demonio también obra milagros.
Como una burla del destino, Jorge Lanata viene a ofrecerse como ejemplo de lo que suele suceder cuando el veneno forma parte de la dieta cotidiana. El periodista mercenario y transformista de acuerdo al mejor postor que alquilara sus bajezas, Dijo Lanata al aire hace tres años, – octubre de 1916 – que Cristina era una «…pobre vieja enferma». En ese momento Lanata estaba muy ofuscado porque el abogado de la expresidenta – y futura vicepresidenta – Gregorio Dalbón lo había tildado de cobarde por no presentarse a la mediación judicial por la denuncia sobre «difamación y falsedad ideológica» iniciada por Cristina. El perrito faldero de Magnetto no pudo soportar la afrenta y no hizo otra cosa que confirmar la acusación de cobardía cuando en su programa «PPT» insultó a Cristina con una diarrea discursiva incontenible. Lanata cerró su discurso repulsivo con una frase que hoy le estalla en la cara:
«Ahora, usted sin nada es solo una pobre vieja enferma y sola peleando contra el olvido y arañando desesperadamente un lugar en la historia que ojalá la juzgue como la mierda que fue».
Hoy el viejo enfermo y solitario es él, anunciando que levanta su programa porque la cicuta que supuró su propia lengua durante años ha hecho efecto y lo consume. Las drogas y todos los excesos que dispuso para su vida le cobran la factura prometiéndole la más feroz de las decadencias.
Lanata se derrumba, Cristina brilla y vuelve, el amor venció al odio ante nuestra mirada esperanzada.

