Entre la Fiebre y la Memoria

VisiónPaís/ septiembre 29, 2019/ Sin categoría

Por Alejandro Ippolito

…cruza el campo de batalla un aire fresco, un recuerdo que tiene forma de mujer que con solo pasar lo perfuma todo.

Tengo la constante sensación de la fiebre, del delirante mundo en el que nos sumergimos en esas instancias de luchas internas entre la enfermedad y las defensas que combaten sobre un territorio que somos nosotros mismos. Y en esas postales del desvarío, aparecen un puñado de fantoches con olor a naftalina disfrazados de democráticos y republicanos pretendiendo dar vuelta una elección, así como han querido dar vuelta el país, la memoria, la historia y nuestras vidas.
Se asoma también un diputado desencajado por la derrota maldiciendo a los pobres, insultando a los marginados por no haber besado su anillo de cónsul riojano.
De pronto, cruza el campo de batalla un aire fresco, un recuerdo que tiene forma de mujer que con solo pasar lo perfuma todo. Mientras, el sudor helado recorre cada rincón y la espera se vuelve una herida insoportable, me arde cada día, cada hora, cada segundo. Como en toda pesadilla corro sin avanzar, me persigue una sombra y grito sin que salga la voz de mi garganta. Y todo está allí: el caos de estos años de miseria y orfandad, el hambre clavada en la mirada de la gente postergada hasta los huesos, el llanto de los jubilados, la tristeza brutal de los comedores barriales, la escuelas llorando de frío y de abandono, las miradas de Sandra y de Rubén, de Santiago y de Nahuel, de 44 almas sumergidas en la desidia y tantos otros.
Un Milagro espera detrás de los barrotes como tantos compañeros castigados por ser el testimonio de los tiempos de luz y quiero gritar de nuevo pero no puedo, las pesadillas siempre te quiebran la voz en su juego perverso de realidad y fantasía.
Pero una vez más aparece esa mujer en medio del humo y los escombros y un murmullo de millones de personas se hace canción en lo imposible.
Me siento mejor, alguien me besa la frente y me jura que ya falta poco, abre la ventana y deja entrar un sol inmenso que me entibia el alma. La fiebre se diluye. Vamos a volver.
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