¿Ficciones?
Por Alejandro Ippolito
Soy afecto a las ficciones, como consumo cultural, me gustan las buenas historias, las tramas bien
constituidas, las narraciones sólidas, consistentes y los personajes creíbles y potentes.
Por eso me permito el ejercicio de pensar que, tal vez, estos tres años previos no hayan sido otra cosa que un ensayo, una prueba de cuerdas, tensadas con el propósito de comprobar cuánto resisten.
Ajustes despiadados, despidos masivos, represiones brutales, asesinatos impunes, endeudamiento
sideral, traiciones descaradas, brutalidad policíaca hasta con un pibe discapacitado de 9 años como
sucedió hace unos pocos días.
Todo esto sumado al encarcelamiento «preventivo» sin causa, sin pruebas, sin condena, por si acaso, por
venganza, porque pueden hacerlo, porque eso es parte del plan: ver cuánto recordamos y cuánto nos
olvidamos y sonreír en las sombras cuando ya nadie pregunte por Santiago o se acuerde de Milagro.
Si sigo imaginando, puedo ver un plan muy bien trazado donde se muestra una aparente improvisación
pero donde todo está calculado al milímetro. Los arquitectos de la perversa puesta en escena son algunos
jueces, patrones de estancia, dueños de la información, empresarios y socios capitalistas; todos
coordinados por banqueros ingleses, norteamericanos, israelíes y los elegantes buitres de los fondos de
inversión internacionales.
Nada ha sido dejado al azar. la cuerda se tensa pero no se corta, no cede ante cada brutal latigazo del
Estado, porque arremete el golpe pero también llega la anestesia y entonces la gente anda llena de
moretones pero sonriente, dopada por las pantallas coloridas que le mienten con descaro.
En la ficción que estoy imaginando el objetivo ha sido siempre el mismo, hacer enormes negocios, fundir el
país, partirlo al medio, despedazarlo de una buena vez y para siempre, erradicar todo vestigio de
gobiernos populares, una demoledora lección del capitalismo como para que a nadie más se le ocurra
jugar a la inclusión, a los derechos humanos, a la justicia social.
El mundo empresarial no necesita hombres, necesita esclavos, acá y en todas partes y el nuevo
paradigma es la ausencia de trabajo, hay menos para hacer y muchos hacedores sin espacio, excluidos,
desplazados.
La cuerda se sigue estirando, cruje bajo la tensión de la última amenaza, que es la intención inicial, el
golpe fatal para el cual nos han estado preparando, nos han estado midiendo para ver cuánto aguantamos
y según parece, aguantamos todo sin reaccionar demasiado. Seguros, entonces de estar frente a un
adormecido y desorganizado rebaño, van en busca del gran triunfo, encarcelar a Cristina; acaso para
planear los detalles y brindar consejos se haya reunido el juez Moro de Brasil con el mercenario Bonadío,
si allá se pudo entonces acá se puede también.
Nos han castigado de todas las formas posibles para ver cuánto éramos capaces de resistir sin estallar…y
no ha pasado nada, solo unas marchas, festivales, unos conciertos, videos en las redes, mensajes,
cadenas urgentes, unas protestas masivas y otras muchas atomizadas, que no lograron detener el
desguace de la patria.
En mi ficción veo a un juez, el preferido de los patrones, el elegido de la embajada norteamericana,
frotándose las manos junto a un selecto grupo de chacales y traidores, ante la lujuriosa posibilidad de
lograr su mayor sueño, meter presa a Cristina, después de vejarla, de humillarla, de insultarla, de meterse
en su casa y robarle hasta las cosas más insignificantes, orinando en todos los rincones. Recuerdo que
son la misma especie que violó el cadáver de Eva como corolario de todas las bajezas posibles y
comprendo que son capaces de todo.
Lo único que tengo que procurar ahora es forzarme a pensar que todo es fruto de mi afiebrada
imaginación, que todo es un ejercicio de ficción y nada más.
Pero no puedo.