FEDERALISMO: UNA FORMA DE DISTRIBUIR PODER

VisiónPaís/ septiembre 26, 2025/ Sin categoría

Por María Beatriz Gentile **

Septiembre 21, 2025

En un sondeo de opinión realizado por la Fundación PARTICIPAR sobre como definir al Federalismo,el 36,3% de los entrevistados respondió que es “una forma de gobierno”; 20,4% un “acuerdo entre las provincias” y un 12,9% “un valor político”.

En mi opinión, el Federalismo argentino resultó ser es una forma de distribuir el poder.

Desde sus inicios la Argentina fue un país muy desigual. Regiones ricas y otras muy pobres encontraron en la forma federal un mecanismo para compensar desigualdades y atenuar su impacto.

Nuestro país comenzó con un núcleo económico y productivo mirando hacia la minería del Alto Perú; luego de la independencia, la región portuaria de Buenos Aires orientó los recursos hacia el Atlántico.

Este creciente dinamismo por un lado y decadencia de las provincias atadas a la economía colonial, por el otro, expresó una tendencia que continuaría por más de un siglo.

El federalismo del siglo XIX fue un mecanismo pensado para mantener cierta unidad en la diversidad, gestando un poder político que moderara el poder político de Buenos Aires, al tiempo que compensara las desigualdades materiales. Como dice el historiador Roy Hora, Buenos Aires, la región rica, subsidió a otras provincias con menos recursos, por ejemplo, el ferrocarril que llegó a Jujuy en 1895 se pagó con los recursos de la Pampa húmeda. Este esquema funcionó por casi siglo y medio.

La economía agroexportadora y la industrialización posterior concentraron los recursos humanos y productivos en la región de la Pampa húmeda. Alejandro Bunge, en 1940, afirmaba que la Argentina se había desarrollado en un abanico donde la riqueza nacional se encontraba en un radio menor a 600 kilómetros del puerto.

Actualmente Buenos Aires concentra casi la mitad de la población y más de la mitad del PBI. Junto a Córdoba, Santa Fe y Mendoza representan el 67% de la población total de la Argentina y más del 80% de la economía y las exportaciones del país.

En el Norte viven más de un cuarto de la población, pero participan sólo con en un 13% en la economía nacional; mientras en las provincias patagónicas residen un 5,5% de los y las argentinas, pero su participación en la economía es más del doble.

A lo largo del siglo XX la movilidad poblacional ha modificado el funcionamiento del federalismo. El discurso que carga las tintas contra una Buenos Aires opulenta resulta ya anacrónico. Hace tiempo que ha dejado de serlo y en particular porque en ella se concentra la mayor cantidad de población, resultado de migraciones internas -de otras provincias- y externas, y ello no siempre ha ido de la mano de una distribución equitativa de los recursos. En el año 2024 la pobreza en el conurbano bonaerense alcanzó a seis de cada diez habitantes.

Desde la recuperación democrática, el federalismo combinó una concentración geográfica de su economía y población con una mayoría de provincias políticamente fuertes, pero fiscalmente débiles y dependientes de los recursos nacionales.

Las reformas políticas que se llevaron a cabo desde 1983, posibilitaron que provincias de menores recursos detentaran un poder político suficiente para negociar y/o condicionar las aspiraciones dominantes de las regiones más favorecidas. El poder legislativo es su mejor reaseguro en la distribución del poder político.

En el Congreso, la Cámara ciudadana se conforma con un mínimo de 5 diputados/as por provincia y un límite de 70 para Buenos Aires. Es decir 19 provincias con un 30% de la población eligen a la mitad de la Cámara de Diputados.

En el Senado – la Cámara territorial- todas las provincias están representadas en igualdad de condiciones, eligiendo 3 senadores cada una. Aquí, las provincias menos pobladas controlan cuatro quintos de la cámara.

Todo esto explica el fuerte rol que cumplen los gobernadores y la tendencia -que en cada elección de diputados y senadores nacionales se expresa- de “provincializar el Parlamento Nacional”, colocando referentes propios o haciéndolos jugar en favor de sus intereses partidarios locales que generalmente confunden con el interés de sus gobernados.

Hasta hoy el federalismo argentino encontró una manera de compensar la concentración de los recursos económicos con una distribución de los recursos políticos. Sin embargo, el paisaje económico trae un nuevo horizonte: la emergencia de un nuevo núcleo dinamizador en el eje andino minero.

El descubrimiento de Vaca Muerta en la cuenca neuquina, como punto de referencia para la industria energética; junto a la actividad minera con la explotación de oro, litio, plata y cobre en la Cordillera de los Andes con Salta, San Juan y Catamarca como principales polos, posiciona a la Argentina como un jugador clave en el escenario global.

La emergencia de un ”nuevo interior” con minería e hidrocarburos es una noticia que sin duda diversifica los motores de crecimiento. En este sentido, la nueva aristocracia empresarial minera avizora que en pocos años Vaca Muerta superará al campo en cuanto al nivel de ingresos de divisas: “Nadie tendrá más dólares en gateras que los petroleros y gasíferas”, pronostican.

En la versión más pesimista, según el periodista Carlos Burgueño, vaticinan exportaciones que alcanzarían los 25 mil millones de dólares, algo que igualaría todas las ventas anualizadas del agro, que en el 2024 fueron de 24 mil millones.

Si se consolidara esta nueva área de desarrollo ¿Cuál será el comportamiento del federalismo? ¿funcionará de la misma forma compensando desigualdades regionales? ¿generará una nueva movilidad poblacional? ¿estarán preparados los gobiernos locales para una nueva concertación federal?

Las respuestas habrá que buscarlas teniendo en cuenta que el federalismo sigue siendo una forma de distribuir el poder.

(**) Doctora en Historia, rectora de la Universidad Nacional del Comahue. Candidata a diputada nacional por Fuerza Patria.

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