En octubre se cumplirá «50 años» de la creación de la Facultad de Ciencias…
…Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires.
En el próximo mes de octubre se cumplirá 50 años de la creación de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires, la primera facultad del mundo creada por sus propios estudiantes. Tras marchas por la ciudad, suspensión de clases y una huelga de hambre, en época de dictadura, el 23 de octubre de 1972, se logró la sanción de la ley 19.908 que dio origen a la creación de la Facultad. No hubiese sido posible sin el esfuerzo mancomunado del alumnado.
Redacción Veterinarios por la Victoria
Septiembre, 2022
PROCESO DE CREACIÓN DE LA FACULTAD DE CIENCIAS VETERINARIAS DE LA UBA
En octubre de este año 2022, más precisamente el 23 de octubre, se cumplirán 50 años de la creación de la Facultad de Ciencias Veterinarias de la Universidad de Buenos Aires, la primera facultad del mundo creada por sus propios estudiantes. Hasta aquel momento existía en el seno de la UBA la Facultad de Agronomía y Veterinaria, que contaba con dos Escuelas Universitarias: la de Agronomía y la de Veterinaria. El ordenamiento denominativo no era azaroso: la Escuela de Agronomía gozaba de privilegios académicos, presupuestarios y administrativos, los sucesivos decanos eran todos Ingenieros Agrónomos, y los miembros de los Consejos Directivos siempre provenían mayoritariamente de esa carrera.
La Escuela de Veterinaria arrastraba demandas previas de reivindicaciones sobre la calidad de la formación profesional, la postergación reiterada en el diseño de planes de estudio y en la representación en la conducción de la Facultad. Estos reclamos surgían, simultáneamente, desde distintos ámbitos relacionados con el quehacer veterinario: los claustros docentes, en particular de los más jóvenes, ya que los profesores con mayor jerarquía y antigüedad si bien deseaban cambios preferían que los mismos no fueran de una profundidad tal que pudiese afectar sus feudos académicos; los gremios profesionales (Consejo Profesional, Sociedades y Colegios veterinarios) que veían afectadas ciertas áreas laborales, como las producciones animales que eran copadas por agrónomos; y especialmente del claustro estudiantil, hastiado de las malas condiciones de cursadas, de los programas educativos ajenos a las necesidades productivas y sociales de la sociedad, de los malos tratos y de las discriminaciones.
Ese caldo de cultivo interno encontró, a finales de 1971 e inicios de 1972, las condiciones objetivas externas dadas por el desgaste del gobierno de facto post-Cordobazo, por las piruetas eleccionarias que intenta dar Lanusse para evitar el regreso triunfal de Perón vía el voto popular, y por la creciente participación juvenil en actividades políticas. Todos esos acontecimientos coagularon de golpe, y casi sin previo aviso, a partir del triunfo en las elecciones del Centro de Estudiantes de Medicina Veterinaria de abril de 1972 de la agrupación MIVe (Movimiento de Integración Veterinaria), que rápidamente interpretó la oportunidad histórica que podía presentarse, y aceleró acciones y decisiones para permitir que el hasta entonces germen de la movilización estudiantil en pos de mejores condiciones de estudio, creciera y se desarrollara, hasta transformarse en un verdadero vendaval incontenible, irrefrenable.
En un abrir y cerrar de ojos los sucesos comenzaron a encadenarse vertiginosamente, ligando hechos externos, como la detención de estudiantes de Agronomía y Veterinaria en una marcha realizada el 28 de junio de 1972 para repudiar el sexto aniversario del Golpe de Estado contra el Presidente Arturo Illía, con sucesos internos, como el reclamo de los y las estudiantes de tercer año, el 28 de agosto, por malas condiciones de cursada en las materias Anatomía Patológica, Semiología y Técnica Quirúrgica-.
Asambleas, reuniones, discusiones, votaciones… Comenzó una vorágine de acontecimientos que iban escalando en número, calidad, demandas y reivindicaciones. Las distintas agrupaciones estudiantiles -de derecha, de izquierda, humanistas, e incipientes esbozos peronistas y radicales- se dieron una tregua en sus diarias discusiones y plasmaron una estrategia de acción que conjugaba la mayor masividad posible -por encima de naturales diferencias-, con una comunicación eficaz hacia la sociedad y las instituciones para hacer comprender sus objetivos: lograr la separación de la Escuela de Veterinaria de la Facultad de Agronomía y Veterinaria, y crear una Facultad de Veterinaria independiente, separada, propia.
El faro de la utopía iluminaba el final del camino: tener una facultad propia, poder estudiar lo que se deseaba y anhelaba, dar contexto social a lo académico, formarse y capacitarse como agentes de cambio en un país que empezaba a cambiar. Al unísono, y como lectura política de la situación, se percibió que el gobierno militar navegaba en sus propias contradicciones, y veía naufragar sus fallidos intentos de continuidad a través de variantes democráticas vacías de respaldo popular, su demostrada falta de convicción sobre la autonomía universitaria, que ni el propio rector y sus aliados podían demostrar.
Era el momento, era ahora o nunca, había que lanzarse a la lucha, con sorpresa, originalidad y tratando de generar adhesión en la comunidad universitaria, profesional y en la sociedad en general. Así comenzó una huelga estudiantil por la Separación de Escuelas y se dieron los primeros piquetes que conoció la ciudad de Buenos aires, con cortes de la avenida San Martín, para realizar clases públicas y abiertas con animales incluidos, caravanas de autos, marchas estudiantiles a lo largo de la calle Florida llevando animales y dando clases públicas y explicando los motivos de semejante batifondo a los transeúntes y peatones, la aparición sorpresiva en Plaza de Mayo de 200 estudiantes y la entrega en Casa Rosada de un petitorio a los incrédulos funcionarios militares, la presencia en los medios gráficos, radiales y televisivos -incluyendo una genial e inolvidable participación de un estudiante veterinario en los ya famosos Almuerzos de Mirtha Legrand-, y como corolario una histórica Huelga de Hambre que durante 14 días llevaron adelante 23 integrantes del movimiento (20 estudiantes varones, 1 estudiante mujer y 2 docentes varones).
Hubo reuniones con el Decano agrónomo y su Consejo Directivo aliado, con el Rector de la UBA y sus Secretarios, se realizaron tomas del Decanato de Agronomías y del Rectorado de la UBA, se mantuvieron reuniones en el Estado Mayor Conjunto con militares de alto rango, posteriormente asociados con el genocidio y las torturas, y con el Ministro de Educación, en la que se recibió la amenaza directa de levantar la huelga o acabar con los militares entrando “…a balazos limpios a la Facultad…”
Durante todo este rápido y caótico proceso hubo tiempo para los fogones nocturnos, la participación de artistas populares como Mercedes Sosa, Nacha Guevara y Luis Alberto Spinetta; y para la construcción de un liderazgo masivo, solventado en una práctica asamblearia, en la receptividad hacia las propuestas espontáneas, en la ocupación de la calle. Y en una coordinación natural y eficaz que esquivaba las formas más tradicionales de violencia y represión. Esa lógica de liderazgo, excedió los protagonismos meramente personales, y tal vez ese haya sido el secreto que acunó el triunfo final: ese liderazgo común, esa abnegación en las acciones más difíciles, el coraje de resistir en cualquier nivel -académico, social o callejero-, la rebeldía sin perder la alegría, la unidad en la acción postergando ideologías disímiles, fue por lo que se logró el objetivo.
Objetivo que se alcanzó el 23 de octubre, a menos de dos meses de iniciados los reclamos de tercer año, con el Decreto Ley 19.908 firmado por Lanusse y Mor Roig, creando dos nuevas facultades en el seno de la UBA a partir del 1 de enero de 1973: la Facultad de Ciencias Veterinarias y la Facultad de Agronomía. Detalle no menor: no solo teníamos facultad propia, sino que nuestra facultad aparecía por primera denominada en primer término.
Llegarían después nuevos y graves desafíos, con el reparto de pabellones, bienes y presupuesto entre las dos nuevas unidades académicas; con el cuestionamiento y remoción de docentes que no aportaban a nuestra formación; con promoción, ingreso y algunos regresos de profesores y equipos académicos dispuestos a acompañar el nacimiento de una nueva carrera de veterinaria; con los cambios políticos a nivel nacional cuya derechización pronosticaba el porvenir casi inmediato de un nuevo y más sangriento golpe cívico-militar; con la pérdida de la autonomía universitaria y la salida precipitada de innumerables docentes; con el esbozo de una etapa nefasta de la democracia y la universidad. Y, junto a todo eso, la inmolación de 26 compañeras y compañeros que lucharon por el cambio soñado y que nos fueron arrebatados hacia la oscura noche de la detención, la tortura y la desaparición.
Hoy recordamos, con alegría y con angustia, con orgullo y con dolor, con pasión y melancolía aquellas semanas de 1972 en las que el movimiento estudiantil de veterinaria se convenció de que sus ideas y sueños se podían lograr, que era cuestión de unirse, organizarse y defender el objetivo con cuerpo, alma y alegría.