Crónicas de dogmáticos improvisados
Por Alberto Fernandez
En el año 2005 la economía argentina evidenciaba claros síntomas de prosperidad.Superávit fiscal y comercial, inflación controlada en un dígito y un crecimiento que superaba el 8 por ciento. Las expectativas eran tan buenas que el Banco Central debía comprar dólares para mantener alto el valor de la divisa.
En ese contexto, Roberto Lavagna (entonces ministro de Economía) nos advirtió sobre la necesidad de preservar esos buenos resultados de las inversiones financieras especulativas.
Siguiendo su sugerencia, Kirchner dictó el decreto 616/05 que hizo foco en los llamados «capitales golondrina»: inversiones que no promueven la producción sino que se movilizan de un país a otro buscando rentabilidad en fluctuaciones monetarias, financieras, etc. Inevitablemente, cuando ingresan o se alejan de un mercado, generan fuertes oscilaciones que pueden hacer subir o bajar bruscamente el valor de la divisa.
Aquella norma impuso la obligación de registrar cualquier ingreso o egreso de divisas ante el Banco Central y dispuso que los capitales ingresados no podrían ser retirados del país por lo menos hasta los 365 días después de su ingreso. Además, dispuso que los mismos deberían dejar durante ese primer año al menos un 30% del total en forma de depósitos en dólares en algún banco del país.
Pero un día llegó Macri con sus lógicas liberalizadoras y ese plazo anual fue reducido primero a 120 días para luego ser eliminado totalmente con una resolución dictada por Nicolás Dujovne cuando asumió como titular del Ministerio de Hacienda. Toro ello formaba parte de lo que dijeron era el «proceso de normalización de la macroeconomía del país».
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Fuente Infobae

