17 de noviembre de 1972 – La vuelta de Perón

VisiónPaís/ noviembre 17, 2018/ Sin categoría

Arriba Doña Rosa, Arriba Don Pascual, nos vamos a Ezeiza a ver al General.

Por Pablo Adrián Vázquez *

El retorno de Perón en 1972 fue un triunfo continental, no sólo del peronismo en Argentina. Horacio Cerrutti, en su texto Guldberg, Filosofía de Liberación Latinoamericana afirmó: “la filosofía de liberación se expresa con gran fuerza en uno de los momentos claves de la historia de uno de los pueblos de esta América, el que representará el regreso del general Juan Domingo Perón a la Argentina. Más que el triunfo del propio Perón, lo es del peronismo. Olvidada la primera etapa de gobierno de Perón, el peronismo se ha transformado en una gran esperanza. La esperanza de todo un pueblo que se consideró ya ligado a la historia de otros pueblos del continente, inclusive, con pueblos más allá de este continente, junto con los cuales ha de luchar por cambiar una situación que les ha sido impuesta…”.

El impacto de esta afirmación se conectó en la consideración peroniana de una “unidad de concepción para la unidad de acción”, la cual guió a miles de compañeras y compañeros que un 17 de noviembre de 1972, superando miedos y represión, se acercaron a Ezeiza a estar cerca con su Líder.

El dictador Alejandro Lanusse apuntó someramente que: “el 27 de julio de 1972 hablé, en el Colegio Militar de la Nación, sobre diversos temas de actualidad nacional. Pero una frase hizo trascender, a través de tiempo, el contenido de ese discurso: una profecía mía, supuestamente errada, según la cual Perón no volvería al país “porque no le daba el cuero”. Esa afirmación por supuesto, fue utilizada agobiadoramente como propaganda por los peronistas de línea revolucionaria, el 17 de noviembre de 1972, cuando Perón apareció en Ezeiza (“¡Peronismo Montonero! – Por eso le dio el cuero”) y por sectores ultraderechistas (sic), incapaces de comprender nada sobre política, para quienes interesaba retener que yo me había equivocado.”

Juan Manuel Abal Medina padre apuntó: “Dos días antes había partido a Roma el famoso charter, encabezado por el doctor Cámpora, donde iban las principales figuras del peronismo, así como varios famosos: actores, hombres de la cultura, deportistas. Entonces, yo quedo a cargo del Movimiento y Rucci queda a cargo de todo el dispositivo sindical. En representación del doctor Cámpora había quedado su hijo, Héctor. Y esta era un poco la conducción de hecho de esos últimos tres días en los cuales los contactos con el gobierno son múltiples, son permanentes. Creo que son los que llevan a este “Día Blanco” ¿no?, a pesar de todo. Allí se negocia finalmente. Yo tengo discusiones muy duras, donde Rucci se comporta muy bien. En realidad él hacía de malo y yo de bueno. El todo el tiempo amenazaba con el paro general activo y este tipo de cosas”.

Relató Miguel Ángel Barrau, en Historia del regreso que ante el pronto aterrizaje en dicho trascendental día se le informó: “Señor general, señora, señores pasajeros: en estos momentos comenzamos a sobrevolar territorio argentino.” A ello el General respondió: “Yo les pido a los compañeros que comparten este trascendental momento que de ahora en adelante y cuando aterricemos en el suelo de la patria, no se entone otra canción que no sea el Himno Nacional.” Barrau reafirmó: “El pedido de Juan Perón fue respetado.”

Del charter con representantes de la política y la cultura emergió el Líder bajo el paraguas de Rucci y el amparo de su pueblo.

Arriba Doña Rosa, Arriba Don Pascual, nos vamos a Ezeiza a ver al General!; fue uno de los cánticos que acompañaron la marcha popular y la hermandad del río Matanza, en su cruce a nado transformado en epopeya.

Sobre la icónica imagen, Abal Medina aseveró: “A la mañana siguiente muy temprano salimos camino para Ezeiza, cada uno por la suya, para que al menos Rucci o yo estuviéramos al pie de la escalerilla cuando el General bajara. O sea, más allá del folklore del paraguas, el tema era que el General nos viera de inmediato en la pista. Si nosotros no aparecíamos sanos y salvos en Ezeiza, él podía sospechar que había ocurrido un desastre… La foto es un episodio posterior. Nosotros recibimos al General en la escalerilla, lo acompañamos al general hasta su auto, se subió con la señora Isabel y el doctor Cámpora y nosotros nos subimos al auto de atrás, (Rucci y yo). Paramos frente al corralito donde estaban los 300 habilitados y ahí se bajó el General a saludar. Ahí Rucci lo cubre con el paraguas y yo estoy al lado y esa es la foto famosa.

Una vez en Ezeiza, en el hotel Internacional, Perón y su comitiva se encontraron en una situación de cautiverio. Julián Licastro rememoró: “Esa mañana lluviosa, cuando llego a Ezeiza, se me presentan uno de estos oficiales de aviación y me dice que ellos habían sido enviados allí para reforzar el aeropuerto. Justo habían enviado como 40 oficiales que eran amigos, cercanos al peronismo y dispuestos a jugarse por Perón. Me dijeron que estaban para cualquier cosa, que podían tomar el aeropuerto. Yo, que conocía la idea de Perón de llegar como prenda de paz en un marco de reconciliación, les dije que ni locos debían producir un acto de violencia, excepto que la violencia fuere hincada por la fuerza de represión.

Los oficiales de Aeronáutica fueron a la habitación de Perón en el hotel del aeropuerto, y le dijeron: “Respondemos al teniente primero Julián Licastro, venimos a para custodiarlo y defenderlo”. A continuación le entregaron al General un par de pistolas, una de las cuales Perón se puso en la cintura. Realmente un momento de audacia en medio de miles de soldados que habían rodeado Ezeiza”.

Sus dichos fueron corroborados por Abal Medina: “… hacemos un intento de salida del hotel, que es cuando un pobre comisario ahí saca un arma, un boludo… lo podíamos cortar en pedacitos ahí, y Lorenzo Miguel se pone en medio, entre el General y ese tipo. Y les digo a los periodistas que está muy claro que el General está preso… Unas horas antes, al llegar a la habitación, lo primero que me dice es “Doctor, yo estoy calzado”. Pero, más allá de esa anécdota, fue evidente que había tomado el control de las operaciones. Ahí ya Cámpora, Rucci y yo éramos sus soldaditos. “Vayan, hagan esto, hagan aquello”. Y así ordenó: “Nos vamos de una vez y si no… intentemos salir para que quede claro que no nos quieren dejar salir”.

La lucha de 17 años tuvo su razón: el sentir del pueblo quebró el odio gorila.

El día de la militancia aún nos marca un sendero por el ejemplo de nuestros mártires.

De una hermosa tarde de sol del 17 al lluvioso mediodía del “otro” 17 se gestó una historia que aún tiene final abierto, pero que nos dio la certeza que por una vez los poderosos fueron los sectores populares.

* Politólogo; Docente de la UCES; Miembro de Número de los Institutos Nacionales Eva Perón y Juan Manuel de Rosas.

 

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