13 de marzo de 1786 – Nacía el Supremo Entrerriano
Por Pablo A. Vázquez*
Amores, pasiones, enfrentamientos y odios cruzan nuestra historia. Nuestras luchas intestinas fueron un caldo de cultivo para que esos sentimientos afloraran.
Cuando la amenaza realista se disipaba en el litoral afloró el liderazgo de José Gervasio Artigas. A su causa sumó a la Mesopotamia, destacándose como uno de sus lugartenientes la figura de Francisco Ramírez.
“El 13 de marzo nació en el pueblo del Arroyo de la China – hoy progresista y culta ciudad de Concepción del Uruguay- el primer caudillo enterriano”, afirmó Aníbal S. Vásquez en su biografía sobre Ramírez. “Hijo de don Juan Gregorio Ramírez y de doña Tadea Jordán, según la fe de bautismo existente en la parroquia de aquella ciudad, extendida en el folio 40, del libro primero, correspondiente al año 1786” (Vásquez: 1937, 26). Josef Florentino o Josef Francisco, según la rectificación en dicho documento; José Francisco o Francisco, pero su nombre será superado por la denominación pomposa de El Supremo Enterriano con que pasará a la posteridad.
Las disputas con Buenos Aires llevan a Artigas a depender de sus aliados entrerrianos, Eusebio Hereñú, oriundo de la ciudad de Paraná, y el citado Ramírez, entre otros, pero fue este último quien se destacó como el gran organizador de tropas y quien tuvo un proyecto de poder más concreto.
“Ramírez – dice el general Paz en sus Memorias – fue el primero y único, entonces, de esos generales caudillos que habían engendrado el desorden, que puso regularidad y orden en sus tropas”, señaló Jorge Newton en la biografía del citado caudillo. “A diferencia de (Estanislao) López y Artigas, estableció la subordinación y adoptó los principios de la táctica, lo que le dio una notable superioridad”. (Newton: 1986, 35)
Y también se destacó por un amor. Uno prohibido: La Delfina.
El amor del Supremo Enterriano y la Delfina
Son pocas las referencias que existen sobre ella. Lily Sosa de Newton, en su Diccionario Biográfico de Mujeres Argentinas, sólo consignó: “compañera del caudillo enterriano Francisco Ramírez. Nació, presumiblemente, en Brasil, aunque también se le atribuye nacionalidad portuguesa y origen aristocrático. Se unió a Ramírez cuando éste era aún uno de los lugartenientes de Artigas y compartió sus andanzas siguiéndolo en todas las campañas hasta la derrota final y la muerte frente a las fuerzas unidas de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba”. (Sosa de Newton: 1986, 183 – 184)
Hernán Brienza aportó, entre la ficción e historia, que: “para algunos es Delfina Menchaca, una porteña apodada “la Portuguesa”, para otros es la hija bastarda de un virrey portugués o de un estanciero que marchó a la campaña de Artigas. Muchos la consideraban una “soldadera”, es decir, una de las tantas mujeres que acompañaban al ejército ofreciendo su cuerpo a los milicianos.
La leyenda cuenta que ella estaba atada y que su belleza era evidente a pesar del cansancio, el sudor, la suciedad delas batallas y los días de campaña. . La mirada fiera e indómita de Delfina habría cautivado a Francisco, quien hasta ese momento tenía la certeza de un amor tibio con Norberta (Calvento), su pretendida oficial.”. (Brienza,: 2010, 79 -80)
Efectivamente la vida de ambos fue un torbellino de pasión, y la del propio Ramírez un lucero. De lugarteniente de Artigas y vencedor de los porteños en Cepeda a caudillo indiscutido de Entre Ríos y vencedor de su antiguo jefe, obligándolo a exiliarse al Paraguay.
En el vertiginosos 1820 se incubará la República de Entre Ríos, heredera territorialmente del Protectorado artiguista, peor con la mano férrea de Ramírez y sus reformas progresistas enmarcadas en su Reglamento Constitucional.
Su destino expansivo se topó con la férrea defensa del Paraguay de Gaspar Rodríguez de Francia, y luego la disputa con su antiguo aliado, el santafesino López.
Su malograda alianza con el caudillo chileno José Miguel Carrera terminó de sellar su triste destino. Con defecciones propias, enfrenta en Córdoba su final un 10 de julio de 1821.
Para los primeros historiadores, como Mitre o López, su romántico final fue por ir a rescatar a La Delfina. El parte militar lo desmiente, pero en el imaginario queda la entrega del Supremo Entrerriano por rescatar a su amor.
Carrera lo siguió en su suplicio, al ser fusilado y desmembrado en Cuyo…
Si el final de Ramírez fue en un campo de batalla, con su cabeza cercenada como trofeo para Estanislao López, el de La Delfina discurrió entre el olvido y la negación.
“Delgada. Con los ojos claros anegados por el recuerdo. Como quien vive de prestado, con la tristeza de saber que le debe la vida a un muerto amado”, relatóBrienza. “Enjunta. Apenas con los vestigios de lo que ella fue sobre su carne., sobre la leyenda, la maledicencia, el orgullo, el desdeñoso susurro delos vecinos, el arrullador silencio de quienes la respetan. Ella es la querida del Supremo. Aun cuando otros hombres hayan pasado por su cuerpo. Camina lento por las calles de Concepción, nadie sabe de su edad, nadie sabe su origen… cuando junio llegue a su crepúsculo, ella va a morir. En su partida de defunción apenas dirá: “Sepulto con entierro rezado, el cadáver de María Delfina, portuguesa, soltera, no recibió sacramento alguno…”(Brienza,: 2010, 77)
Falleció en Concepción del Uruguay el 28 de junio de 1839.
Y como si faltará más dramatismo, el destino de la “novia”, de la “legítima” de Ramírez no le fue en zaga, quedándose, supuestamente, para “vestir santos”: “Otra difundida leyenda adjudica una novia oficial a Francisco Ramírez. Se trataría de María Norberta Calvento, hija de Andrés Narciso Calvento y de Rosa González, la que esperó en vano la vuelta del prometido. Vivió largos años fiel a ese ilusorio amor. Al fallecer nonagenaria la habrían amortajado con el velo nupcial impoluto”. (Bosch: 1991, p. 69)
En sueño de la República de Entre Ríos se hizo pedazos al desaparecer Ramírez. Años después se lo reivindicará como primer caudillo local y figura de relieve en la provincia, que pensó desafiar el poderío porteño. Ricardo López Jordán (p), su hermanastro, intentó hacerse cargo del gobierno local, pero el apoyo de Buenos Aires y la sombra de López hacen que Lucio Mansilla ocupe dicho sitial, en una administración tan inestable que en pocos años pasaron una treintena de gobernadores hasta que Justo José de Urquiza encauzó el poder en la provincia.
Aún hoy la leyenda del Supremo Entrerriano y La Delfina cruza el litoral, esperando que se descubran más documentos, aunque de eso el amor verdadero sabe poco y perdura mucho más que el papel.
*Politólogo; Docente de la UCES; Secretario del Instituto Nacional Juan Manuel de Rosas


