VisiónPaís/ junio 2, 2019/ Sin categoría

Por Alejandro Ippolito

Fotomontajes Adi Posito

La mafia es así. Amorosa con los propios, despiadada con los ajenos, siempre reunida en torno a una mesa de negocios donde los leales son protegidos de las inclemencias judiciales.

La foto que encabeza esta nota es una postal de la impunidad mafiosa, un mensaje de
protección para uno de los suyos en donde el fiscal Stornelli, declarado en rebeldía por el juez
de Dolores, Alejo Ramos Padilla, se exhibe escoltado por el capo de la mafia local, Mauricio
Macri, y autoridades del Ejército Nacional aliado de otros tiempos – y de estos – de esa misma
mafia que gobernó el país durante la última dictadura cívico – militar – periodística –
eclesiástica – empresaria.
El mensaje es claro: “Nadie toca a los amigos del capomafia, la impunidad es una garantía
frente a los imprudentes que intenten detener nuestras acciones”.
Las bases del Poder Real, el que recorre las arterias no solo de nuestro país sino del mundo
entero, están sostenidas en la mentira, la manipulación, las estafas, la circulación y acopio de
billones de dólares y metales preciosos y la corrupción de los principales líderes de gobiernos
e instituciones, para promover el bienestar de un reducido grupo de personas – en
comparación con los 7 mil millones de seres comunes que rellenan nuestro planeta – y
perpetuarse en una orgía interminable de sádica satisfacción por ser los herederos históricos
de El Secreto.
En este reducido pero poderosísimo núcleo, encontramos a la Iglesia, las agencias de
Inteligencia, los principales Estados imperialistas (Inglaterra, EEUU, Israel) los banqueros
hegemónicos, industrias de la fe en creciente dominio como la Iglesia Evangélica, los grandes
conglomerados informativos y a políticos de todos los rincones del mundo que actúan de
oficiales de esta mafia instalando sucursales en los 5 continentes.
Mauricio Macri responde a su ADN, sus cromosomas mafiosos se remontan a Calabria con su
ancestro Antonio Macri miembro de la Ndrangheta, tal como se conoce a la mafia calabresa.
“En sus inicios, a fines de 1800, la ‘Ndrangheta era una organización ligada a la propiedad de
la tierra. En un segundo momento, relacionado con el proceso de urbanización de la región, se
dio un encuentro con la política y empezó a especializarse en la obra pública, la edilicia y la
infraestructura. La ‘Ndrangheta empezó a codearse con administradores, hombres de la
política y de gobierno. En apenas dos generaciones dejó de ser una organización regional y
rural para transformarse en otra, integrada por modernos empresarios, cosmopolitas y
refinados, con doctorados de universidades muchas veces privadas, capaces de expresarse y
hacer negocios en varias lenguas.
La mafia es indudablemente un fenómeno económico y social; pero es también un fenómeno
cultural, una mentalidad, una cultura que se expresa en valores personales y colectivos, un
modo de pensar y de ser que se ha sedimentado en la sociedad (meridional) italiana y en otras
sociedades lejanas del Sur de Italia gracias a la migración. La migración ha creado un terreno
fértil para las mafias, pues a las organizaciones les brindaba dos cosas a las cuales siempre
habían aspirado en sus lugares de proveniencia: opacidad y anonimato. Esto es: empezar una
nueva historia, paradójicamente, sin pasado. A través de las distintas olas migratorias
italianas –en sus líneas mayores: 1880-1914, 1919-1940, 1945-1950– las organizaciones
mafiosas italianas se expandieron a nivel mundial y empezaron a tener proyección global.”

 

 

 

 

 

 

 

 

La sociedad prospera bajo la cáscara del miedo, debajo de cualquier armadura con tintes de
moda, perfumes y maquillajes, se esconden seres dominados por el miedo. El temor a todo, la
amenaza permanente es una herramienta de control de masas dentro de una realidad
demencial en donde el verdugo, apoyando su espada en nuestro cuello, nos dice que el
peligro está en otro lugar. El miedo atonta, hace que los individuos tomen decisiones
desesperadas, frecuentemente equivocadas, que los colocan en situaciones aún peores que
las que tanto temían. De esta manera y por medio de un mecanismo bien aceitado de
hostigamiento permanente, avanzan aquellos que tienen todos los recursos mientras
convierten en cenizas a todos los demás.
Las personas comunes son una eventualidad, una molestia manifiesta, los pobres que el
sistema crea son el residuo de la máquina, deshechos inmundos que deben barrerse
periódicamente para mantener la higiene del capitalismo.
La mafia es la forma de gobierno imperante, con el mismo modus operandi de su socia la
Iglesia, señala los males del mundo y se propone como la solución divina, mientras
protagoniza las más atroces bajezas. La estupidez, la ignorancia, la pobreza intelectual; son
propiciadas en favor de alivianar la tarea de dominar a las mayorías. En donde no hay
sumisión se debe utilizar la fuerza y eso ocasiona gastos mayores. En condiciones ideales el
dominado se siente feliz con su situación e incluso la financia, pagando grandes cantidades de
dinero por mantenerse desinformado y mediáticamente idiotizado.
“El miedo a los de abajo tampoco es algo nuevo. Por sus poros circula el sudor de una grieta
que arranca en los orígenes de la República. Desde un inicio nuestro país se ha visto dividido
por una lucha sin cuartel entre los pocos que tienen mucho y los muchos que nada tienen.
Estas luchas nunca fueron saldadas y sus turbulencias impregnaron la visión del mundo y de la
historia que emanó de los intelectuales que durante mucho tiempo hegemonizaron el discurso
de la República. Así, por ejemplo, ese miedo se filtra en el asombro de Juan Bautista Alberdi al
conocer a San Martín en 1843 en Francia y darse cuenta de que “no era un indio, como tantas
veces me lo habían pintado. no es más que un hombre de color moreno”. El miedo irrumpe
descontrolado en la ira de Sarmiento contra los gauchos, esa “chusma de haraganes… incivil,
bárbara y ruda” contra la que “no hay que economizar sangre (que) es lo único que tienen de
humanos”. (Carta del director de la guerra de policía, Domingo F. Sarmiento, al presidente
Bartolomé Mitre, 20 de septiembre de 1861). También aparece en su apelación al exterminio
de los indios “porque son incapaces de progreso. Se los debe exterminar sin siquiera perdonar
al pequeño que tiene ya el odio instintivo al hombre civilizado” (El Nacional, 25 noviembre
1876).
Se podrían dar muchos otros ejemplos del miedo y el odio por el que transpira la grieta en el
discurso de los que hicieron nuestra historia. Estos sentimientos han coagulado en una
cosmovisión transmitida a lo largo del tiempo y de las generaciones por aquellos que han
controlado por décadas y décadas los resortes del poder. Esta cosmovisión, filtrada al resto de
la sociedad, se ha convertido en un “sentido común” que reinterpreta el presente de acuerdo a
intereses que muchas veces no solo no son compartidos, sino que son antagónicos con los
propios.” (El Cohete a la Luna)
Stornelli es un alfil de la mafia gobernante, uno de sus “recaudadores” que utiliza el apriete
extorsivo para ablandar voluntades y aleccionar rebeldes. La persecución política y las
ejecuciones mediáticas son sostenidas por mercenarios de la talla de Lanata, Leuco, Majul,
Longobardi, Morales Solá: entre otros y otras, con la inefable ayuda de operadores de la
política como Elisa Carrió, Laura Alonso, Federico Pinedo, Margarita Stolbitzer y siguen las
firmas.
Pero un capítulo aparte merece la encargada de la cachiporra mafiosa, ya que los matones son
fundamentales en la organización y Patricia Bullrich se ha calzado con premura y orgullo el
traje que le ofrecieron en pago por los servicios prestados junto con Laura Alonso en la
fantochada del caso Nisman.

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Y si hablamos del caso Nisman, vale la pena preguntarse ¿Por qué tantos mensajes de Laura
Alonso y Patricia Bullrich al fiscal que terminó muerto en el baño de su departamento? ¿Qué
fue de la vida del periodista Damian Pacher, quien dio la primicia sobre la muerte de Nisman y
luego huyó a Israel? ¿Acaso la mafia nos estaba demostrando su inmenso poder e impunidad
empujando al suicidio a uno de sus miembros de poca monta y endilgándole, de paso, esa
muerte a una enemiga declarada, como es Cristina Kirchner?
El “mejor equipo de los últimos 50 años” no es otra cosa que un rejunte mafioso de
brabucones de guante blanco con cuantiosas estafas, desfalcos y muertes en su haber.
Responde a su naturaleza, un modus operandi que tiene tradición histórica y que funciona a la
perfección hace décadas. Se han modificado algunos mecanismos pero la esencia es la misma.
El miedo, el coscorrón a los insurrectos, la patada en las puertas de las casas y el ingreso de la
patota para destrozarlo todo y apoderarse de las cosas del enemigo (y del enemigo), las
“vendettas” como la expresada hace poco por el propio Mauricio Macri contra el juez Ramos
Padilla en un reportaje televisivo: “Ese juez ya hizo varias”, y el caso de espionaje y
extorsiones a empresarios que destapó la mugre de una de las principales guaridas de la mafia
argentina, Comodoro Py.
La imagen de Stornelli, el fiscal rebelde, custodiado y respaldado por el propio presidente de
la Nación es un escándalo sin precedentes, es una foto de la corrupción y decadencia de una
clase política que utiliza las instituciones del gobierno para multiplicar sus negocios
‘familiares’. Stornelli es un peón de un poder mucho mayor que se mueve bajo nuestros pies
mientras caminamos los pasillos de este laberinto de pesadillas en las que nos metimos por
propia voluntad gracias a los que nunca se enteran de nada, a los que el odio los atrae mucho
más que la esperanza, los que prefieren la televisión a las ventanas y rechazan el espejo que
los expone a sus miserias.
Es tan descomunal la impunidad de los mafiosos que no tienen que preocuparse siquiera por
esconderse, se muestran con total desparpajo, no ocultan sus negociados y en el peor de los
casos rebautizan un blanqueo de dinero sucio con el más piadoso nombre de “reparación
histórica”.

Foto Julio de 2016: de derecha a izquierda: Presidente de la República, titular de la Bolsa, Ministro de Hacienda y Finanzas Públicas, empresario automotriz y presidente del Banco Central en el acto realizado en la Bolsa de Comercio de Buenos Aires

 

 

 

 

 

 

 

 

 

“Todos debemos sincerar nuestra situación. No vamos a tener que protegernos ni
escondernos”, dijo el primer mandatario al hablar como un ciudadano más al que está dirigido
el blanqueo de capitales impulsado por su Gobierno. Fue en el acto por el 162 aniversario de
la Bolsa de Comercio de Buenos Aires.

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